Violencia que merece condena
La situación de Bolivia es conmocionante. Mucho más que Chile, el país parece al borde de la guerra civil. La crisis podría dejar un saldo de decenas de muertos y representa el retorno de un pasado oscuro para la región. Siempre que la violencia impide a un presidente terminar su mandato la democracia pierde, no importan su origen, sus motivaciones ni su signo político.
Ante la crisis, es esencial la mediación de organismos internacionales. Idealmente, el presidente Morales debería ser restituido bajo la promesa de garantizar elecciones transparentes con supervisión internacional. La jugada sería arriesgada, pero podría evitar una potencial catástrofe humanitaria.
Más importante para nosotros, sin dejar de condenar el accionar de Morales, el gobierno argentino debería manifestar un firme rechazo al accionar de las Fuerzas Armadas. Es cierto que muchos verían esto como una rendición ante el populismo. Nada importa que en materia macroeconómica Evo fuera casi un neoliberal, ni que haya conseguido reelecciones mediante maniobras fraudulentas que desconocen la voluntad del pueblo. ¿Hubieran hablado de un golpe si no accedía a repetir las elecciones? También es cierto que el populismo detesta profundamente la democracia republicana y solo la tolera cuando gana o no le queda más remedio. Lo que es golpe en un lugar lo llaman "rebelión popular" en otro; y una dictadura criminal puede no ser una dictadura si tiene "legitimidad de origen".
No obstante, el presidente Macri no merece terminar su mandato en la tibieza. Tras quince años de connubios con dictadores varios -incluidos criminales de lesa humanidad como Maduro y regímenes integristas que oprimen a las mujeres-, la Argentina recuperó una política exterior realmente comprometida con los valores democráticos. Esta es la oportunidad para mostrar lo que ya todos sabemos: de un lado de la grieta se condenan todas las infracciones contra el orden constitucional, del otro solo algunas.
Por otra parte, un líder de la democracia no puede alimentar las ficciones ideológicas de la propaganda populista vernácula. Muchos populismos accedieron al gobierno mediante elecciones limpias y respetaron las formas de la legalidad. Pero la democracia es un ideal sustantivo, no mera regla de la mayoría. Entre otras cosas, requiere compromiso con la alternancia, el pluralismo, la división de poderes y la prensa libre. Los derechos humanos y la cultura de la tolerancia son creaciones liberales; la lógica del enemigo interno, las conspiraciones permanentes y la soberanía nacional llevan copyright del nazismo, el fascismo y el estalinismo.
Tal vez al presidente Macri le sirva recordar que el retorno de la inestabilidad es una mala noticia para la región. Cada vez que un gobierno constitucional no termina su período, los autoritarios celebran; no importa sin son de izquierda o de derecha. Si la derecha boliviana pudo con Evo, ¿como no van a poder ellos contra la avanzada de la "oligarquía" y sus globos amarillos o los traidores internos que muerden la mano que les da de comer? Mantener esa puerta clausurada en ambas direcciones es estar a la altura de un estadista.
Doctor en Teoría Política por University College London y premio Konex a las humanidades