Una nueva oportunidad
La antinomia peronismo-antiperonismo ha sido una tragedia para la Argentina. Es la tragedia que impide que la Argentina sea un país previsible, viable, desarrollado, porque impide poner la energía en resolver los problemas, para ponerla en atacar al otro y echarle la culpa. La designación de Pichetto como candidato a vicepresidente de Macri es un cambio cualitativo. No puede tomarse como una anécdota que el candidato a vice sea el jefe de la oposición en el Senado. Se trata de un punto de partida para algo diferente, siguiendo la tradición de otros abrazos históricos, como los de Perón y Sabattini, Perón y Balbín o Cafiero y Alfonsín. Si el hecho político es bien administrado, puede implicar un cambio cultural en la Argentina que permita retomar el camino al desarrollo.
Más allá de nuestros notorios disensos, el peronismo en el Congreso, especialmente en el Senado, ha sido sumamente responsable como oposición democrática, en temas tan críticos como el pago de la deuda, el blanqueo de capitales, la ley de mercado de capitales para derivar inversiones a las pymes, la participación público-privada en obra pública, las leyes de emprendedores y de economía del conocimiento, la baja pautada de impuestos nacionales y provinciales, los compromisos federales de responsabilidad y solvencia fiscal, la ley de accidentes de trabajo, el presupuesto con déficit primario cero, la ley del arrepentido, la ley de responsabilidad penal empresaria, los acuerdos para una Corte independiente y para 200 jueces y fiscales. En todo eso trabajamos en los últimos 4 años con Pichetto y los demás presidentes de bloques y comisiones del Senado, generando confianza sobre la base de la buena fe y el compromiso con el país.
Existen antiperonistas que creen que todos los males de la Argentina los generó el peronismo, como si el resto no tuviéramos responsabilidad, aunque más no sea por no ganar las elecciones. Existen otros sectores, peronistas y de izquierda, que consideran que todos los males se deben a unos señores malos que quieren que los más desprotegidos sufran y que andan buscando a qué extranjero entregarle la tierra de sus padres y de sus hijos. Mi tesis es que la evidente decadencia argentina de 90 o 100 años no es producto de peronistas o de antiperonistas, sino de la idea muy extendida de que el país no puede progresar si no se elimina al otro, al diferente. Vivir de la exclusión del otro impide los proyectos comunes, el desarrollo social, federal y nacional. Lo que impide el desarrollo es poner la energía que tenemos en la destrucción del otro y no en la construcción con el otro. Diálogo quiere decir "razonar con el otro". Mientras la política argentina no hable de razonar junto con el que piensa distinto y use cada dos frases la palabra "lucha", no tendremos destino.
Cuando quienes justifican cualquier cosa para justificarse a sí mismos como si fueran luchadores heroicos, tranquilicen sus egos exaltados, tal vez se den cuenta de que no podemos ser tan adolescentes de hacer como que no existe el mundo de la revolución científica y tecnológica, la revolución digital de la información y las comunicaciones, la revolución de la economía del conocimiento. Cuando lo acepten, podremos dedicarnos a aumentar la educación flexible y de calidad, necesaria para trabajos que se adaptan al cambio permanente, con convenios interuniversitarios, posgrados y carreras más cortas. Cuando reconozcan que los argentinos del interior no podrán arraigarse en sus pueblos y desarrollar sus proyectos de vida si no reconstruimos infraestructura de energía, logística y comunicaciones del siglo XXI y si no abrimos mercados para sus productos y servicios, podremos acordar las acciones que lo hagan realidad, sin robar. Podemos trabajar juntos por la igualdad de oportunidades que termine (sí, que termine) con la pobreza.
Tal vez no los extremos, pero la mayoría puede compartir el valor de la justicia social, que es el valor de la dignidad del hombre, que es la base del humanismo; y podemos compartir lo que unos llamaron independencia económica, si es lo que otros llamamos desarrollo nacional y podemos defender nuestra soberanía en el contexto de la América Latina que integramos. Seguramente la mayoría está dispuesta a defender la libertad de cada uno y la democracia y el Estado de Derecho para todos. Al Estado de Derecho, al gobierno de la ley, lo garantizan los policías, los fiscales y los jueces. Cuando los poderosos los controlan, pasamos a la ley del más fuerte, que somete al más débil y elimina la justicia.
Dejar atrás la máquina decadente del enfrentamiento terminal entre peronismo y antiperonismo les abre a los argentinos una gran oportunidad: la oportunidad del desarrollo.
Presidente provisional del Senado (Pro-Capital)