Una mujer que cambió la historia
En una obra de Alejandro Dumas aparece una expresión que se convertiría en un cliché de la literatura detectivesca: "cherchez la femme!", "¡busquen la mujer!". Es decir que en todos los casos en los que un hombre delinque hay una mujer como causa necesaria del delito. Otro refrán expresa una suerte de tibia vindicación: "detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer". Ya sea Lady Macbeth incitando a su esposo a cometer la traición más infame o la generosa Anne Elliot en la última novela de Jane Austen, cruel o abnegada, la mujer está siempre detrás.
No fue el caso de Katherine Johnson. Su pasión matemática se manifestó en la niñez; hallaba gozo en contar y calcular todo, todo el tiempo: los pasos que debía dar desde su casa hasta la iglesia, el número de estrellas que veía en el cielo. Contando y calculando creció, estudió matemáticas y música y luego física. Al principio, Katherine fue maestra; enseñó matemáticas, música y francés. Pero un día, la NACA, predecesora de la NASA, llamó a mujeres afroamericanas para realizar tareas de cálculo. Katherine se postula y se convierte en una de las primeras mujeres en ingresar a la NASA. Su agudeza intelectual y su temperamento no tardaron en darse contra el muro de la segregación racial y de género. Aun así, se atrevió a solicitar ser incluida en las reuniones de trabajo a las que no tenía acceso. Por ser mujer. Y por ser negra.
Pero ella necesitaba discutir cuestiones matemáticas con los ingenieros para optimizar su labor. Preguntó si estaba prohibido. Oficialmente, no. Se le concedió participar de las reuniones. A ese logro seguirían, sin embargo, renovados desprecios y humillaciones. El film Talentos ocultos, que narra su historia recoge un episodio tenso y desgarrador: el líder de su equipo de trabajo la reprende a los gritos por haber llegado tarde y le exige que diga dónde había estado y de dónde venía. Había estado en el sanitario y de ahí venía: del único baño para mujeres negras, ubicado en otro edificio, a 800 metros de distancia. Aun así, Katherine Johnson obtuvo el reconocimiento de sus pares. Calculó la trayectoria del Apollo 11, que en 1969 llevó al hombre a la Luna. Recuerdo que una noche, charlando con Borges mientras caminábamos bajo una luna llena, evocamos el acontecimiento. "Yo lloré -me dijo-, la ciencia puede emocionar al igual que un poema, ¿no le parece? Es que no está tan lejos de la poesía".
Al dejar la NASA al cabo de treinta tres años Katherine continuó activa, recibiendo en su casa a jóvenes (sobre todo mujeres) a quienes transmitió el amor al conocimiento y el valor de la perseverancia. "Muchas cosas desaparecerán", dijo, "pero siempre habrá ciencia? Y siempre, siempre habrá matemáticas". No dejaremos que desaparezcan las conquistas de libertad y de derechos incontestables. Katherine Johnson falleció el pasado 24 de febrero a los 101 años. Guardaremos su imagen encendida en luz planetaria como símbolo de todas las luchas justas y de todas las justas victorias de la humanidad. Será un faro el recuerdo de esta luchadora solitaria que ya no está sola porque hay más mujeres, muchas, todas, cambiando la historia. No hay que buscarlas detrás, porque están delante, junto a grandes hombres, construyendo un mundo más noble, donde habrá más ciencia, más matemáticas. Y más poesía.
Escritora y presidenta del Capítulo Argentino del Club de Roma