Un peligroso regreso al pasado
Frente al autor de un libro, Alberto Fernández aseguró que el juez Rodolfo Canicoba Corral era el ejemplo de la corrupción judicial. El libro se publicó hace varios años, cuando el actual presidente caminaba en el desierto de la oposición al cristinismo. Aquella declaración fue la consecuencia de una turbulenta reunión que Alberto había tenido con el juez como abogado patrocinante de un empresario hotelero. Ahora, su gobierno dio los primeros pasos para salvar a Canicoba Corral de una investigación en el Consejo de la Magistratura. ¿Por qué lo investigan? Porque el juez no puede explicar el nivel de sus gastos personales, incompatibles con el salario de un funcionario judicial.
Es difícil imaginar mayor coherencia entre esa investigación y la clara acusación de Alberto Fernández a Canicoba Corral de hace algunos, pero no tantos, años.
Ese cambio tan precipitado en las posiciones del Presidente es solo uno de los muchos que hubo en los últimos días. Por ejemplo, la orden presidencial de retirar a la Oficina Anticorrupción como querellante en las causas de lavado de dinero en los expedientes Hotesur y Los Sauces. O la decisión, aparentemente inexplicable, de culpar a María Eugenia Vidal, una de las figuras políticas más populares del país, de los males de la pandemia en la provincia de Buenos Aires. Empecemos por la decisión de la Oficina Anticorrupción. Su titular es Félix Crous, un exfiscal que militó activamente en Justicia Legítima; también tiene una ostensible simpatía por el cristinismo. Los casos de Hotesur y Los Sauces son algunos de los que más complican personalmente a Cristina Kirchner con la corrupción. En esos expedientes son investigados solo ella y sus hijos y los empresarios Lázaro Báez y Cristóbal López. No hay exfuncionarios en el medio. Los hoteles y edificios que habrían servido para lavar dinero son propiedad familiar de los Kirchner, en los que ningún funcionario tenía arte ni parte. Los amigos políticos del Presidente creen que esas mudanzas en las posiciones de Alberto son producto de sus encuentros con Cristina Kirchner. "Se equivoca. Puede estar rifando parte del enorme capital político que logró", dice uno de ellos.
La Oficina Anticorrupción era una agencia autónoma que estaba en la órbita del Ministerio de Justicia. No bien llegó al despacho de los presidentes, Alberto Fernández firmó un decreto fulminante por el que esa oficina pasó a depender directamente de la Presidencia. ¿Qué premura tenía Alberto Fernández con la OA? Ninguna. La que sí tiene urgencia para neutralizar a esa agencia es su socia política, Cristina. El exfiscal Crous señaló que aquellas causas ya están en proceso de juicio oral y público y que, por lo tanto, la OA no puede hacer ningún aporte más. Es formalmente cierto. Lo que Crous no dice es que la OA perderá, al retirarse como querellante, todo derecho a eventuales apelaciones. En su condición de querellante, podía apelar luego del juicio oral ante la Cámara de Casación, ante la Corte Suprema o, incluso, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Si no es querellante, en cambio, solo le quedará la resignación ante una sentencia arbitraria.
Otro argumento de Crous es que esas causas ya son viejas y que la OA hizo todos los aportes que podía hacer. La historia desmiente a la coalición peronista gobernante. La OA nunca se retiró de las causas contra Menem y contra De la Rúa en tiempos del kirchnerismo, y eran causas mucho más viejas que las que ahora acosan a Cristina Kirchner. La otra razón que expuso el exfiscal fue que el lavado de dinero es competencia de la Unidad de Investigaciones Financieras, no de la OA. Otra vez una verdad a medias. Es cierto que el lavado de dinero pertenece a la jurisdicción de la UIF. Pero es igualmente veraz que se trata del supuesto lavado de dinero cometido por una expresidenta de la Nación. Si se lavó dinero, este provenía de la corrupción política. ¿La OA no existe, acaso, para combatir la corrupción política? Hay una enorme importancia institucional en el caso, que ni Crous ni Alberto Fernández pueden negar. Crous recibió el 2 de febrero pasado al extitular de la AFIPRicardo Echegaray, quien está acusado de enriquecimiento ilícito por la OA. ¿También Crous se irá de esa causa?
Todo el cristinismo criticó a Laura Alonso, titular de la OA en tiempos del macrismo, porque, decía, no denunciaba a los funcionarios de su gobierno. La OA bajo la dirección de Alonso fue querellante en la causa contra Gustavo Arribas, el exjefe del servicio de inteligencia, por una información que vino de Brasil vinculada con el escándalo Odebrecht. La Corte Suprema confirmó luego su absolución. Enfrentando varios forcejeos internos del gobierno de entonces, también en aquella época la OA fue querellante en una causa que involucraba a ÁngeloCalcaterra, un empresario que es primo de Mauricio Macri, y contribuyó a elaborar el acuerdo con Brasil para el intercambio de información sobre el caso Odebrecht. ¿Qué habría dicho el cristinismo si el macrismo hubiera tenido su propio Félix Crous en la OA?
Sigamos con el caso Vidal. La exgobernadora mantiene un silencio absoluto desde que se fue del poder. Su acción política existe, pero frecuentando, calladamente en público, a dirigentes y municipios de la provincia de Buenos Aires. El Presidente la acusó de no haber construido hospitales. Alberto Fernández no desconoce la provincia que dejó Daniel Scioli, sea por culpa de él o de la presidenta que le tocó. El gobierno de Vidal debió empezar por dotar a los hospitales de placas radiográficas, de jeringas y de aspirinas. De lo elemental. Un buen sistema sanitario, como el que tienen la Capital, Santa Fe, Córdoba o Mendoza, se construye durante años de coherencia. Tampoco se lo puede culpar de las actuales insuficiencias a Axel Kicillof; sería una crítica injusta. ¿Por qué entonces el inesperado ataque presidencial a Vidal, tan sorpresivo como un estrépito en el silencio?
El Gobierno teme las consecuencias catastróficas de la instalación del coronavirus en los barrios vulnerables del conurbano. Ya hay un nivel preocupante de contagios en asentamientos de Quilmes, Merlo, La Matanza y Almirante Brown. Tampoco nadie sabe cómo reaccionará el impaciente conurbano ante el estallido de una crisis sanitaria. Se conoce cómo protesta ante una crisis económica, pero no cómo lo haría ante una crisis sanitaria. Hace pocos días, un grupo de personas destruyó parte de un hospital en Moreno porque la ambulancia llegó tarde y un familiar murió. Algunos intendentes hacen lo que pueden, y pueden poco, para evitar que muchos comercios rompan la cuarentena. La necesidad es obstinada. Hay que empezar, entonces, a repartir las futuras y eventuales culpas.
Viborea, sutil, otra razón. María Eugenia Vidal podría ser la primera candidata a diputada nacional por Juntos por el Cambio en la provincia de Buenos Aires en las elecciones legislativas del año próximo. Seguramente lo será. "Es una excelente candidata y nosotros no tenemos a nadie de esa envergadura", se sincera un intendente peronista. No hay nadie en el peronismo bonaerense, es cierto. Pero el peronismo trabaja siempre para el largo plazo. Alberto Fernández es un orfebre electoral que sabe mirar los procesos electorales con mucha anticipación. Sin embargo, se equivocó esta vez. Atacó a una figura popular, que es, además, una mujer. Su error podría afectarlo doblemente, porque él está ahora mucho mejor en el conurbano que Cristina Kirchner, según las mediciones de intendentes del oficialismo y de la oposición. Cristina detesta que empiece a construirse un liderazgo peronista alternativo en su distrito electoral. En efecto, el distrito electoral de Cristina no es Santa Cruz ni La Plata, donde nació, sino el vasto, fogoso y crucial conurbano bonaerense.
Alberto Fernández creció como líder por la administración de la pandemia y por la buena y pública convivencia con opositores como Horacio Rodríguez Larreta y Gerardo Morales. Se coloca en el lado equivocado de la historia cuando se parece a Cristina Kirchner. Todavía puede volver a ser el político que denunció antes que nadie la corrupción de un poderoso juez como Canicoba Corral. ¿Lo será?