Precarización del empleo y pobreza
El mercado de trabajo urbano en la Argentina se caracteriza por una fuerte fragmentación en cuanto a la calidad de los empleos disponibles. Según datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina de la UCA, en el tercer trimestre de 2018 solo cuatro de cada diez personas activas (es decir, que trabajan o buscan trabajo) tenían un empleo pleno de derechos, mientras que las seis restantes tenían un empleo de baja calidad (empleos precarios y subempleos inestables o "changas") o estaban desocupadas. Los y las jóvenes, las mujeres y las personas con menores niveles de instrucción formal tienen más probabilidades de tener empleos de baja calidad que los demás perfiles de trabajadores y trabajadoras.
Un análisis de mediano plazo revela que la extendida precarización laboral no es coyuntural, sino que constituye un rasgo estructural del mercado de trabajo argentino. Si bien entre 2015 y 2018 se incrementaron el subempleo inestable y la desocupación, una mirada de mayor duración revela que desde 2010 el empleo pleno nunca ha alcanzado a más del 45% de las personas activas. Una parte significativa de la fragmentación del mercado laboral puede explicarse por ciertas características de la estructura económico-productiva argentina. Casi la mitad de los ocupados se desempeñan en microempresas de muy baja productividad o en condiciones de autoempleo (como el servicio doméstico). Y estas actividades productivas, que constituyen el "sector microinformal", tienen dificultades para generar empleo pleno: el 81,7% de tales trabajadores cuentan con empleos de baja calidad.
El empleo de baja calidad representa una deuda social con un amplio colectivo de trabajadoras y trabajadores y, además, impacta decisivamente sobre las familias. Un análisis centrado en los hogares revela una nueva faceta de la fragmentación sociolaboral: mientras que el 34,3% de las familias tiene a todos sus trabajadores en empleos plenos y el 27% tiene algún trabajador en un empleo pleno y otro en situación de precariedad o desocupación, el restante 38,7% se encuentra completamente excluido de los empleos plenos y solo dispone de trabajadores precarios o desocupados. Esta cifra es reveladora de la situación de vulnerabilidad que enfrenta una vasta franja de los hogares en la Argentina urbana.
La fragmentación sociolaboral tiene consecuencias sobre la inequidad de las condiciones de vida. Los hogares que solo acceden a puestos de trabajo precarios disponen de un ingreso total mensual 40% por debajo del promedio, mientras que aquellos que solo tienen trabajadores con empleos plenos logran montos 19% superiores. Pero lo que sin dudas es más relevante son las consecuencias sobre la pobreza: la mitad (50,1%) de los hogares que solo acceden a empleos precarios son pobres y dos tercios no cubren más que 1,5 canastas básicas, lo que los expone al riesgo de experimentar pobreza ante súbitas contracciones económicas o alzas de precios.
Estos resultados ponen de manifiesto que en la Argentina detrás de las cifras de pobreza existe un mercado laboral que reproduce privaciones para numerosos trabajadores. Por consiguiente, la superación de estas deudas sociales requiere la generación de empleo de calidad y el crecimiento de los ingresos laborales a los que acceden las familias.
Miembros del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA
Eduardo Donza y Santiago Poy