Para volver a crecer: la mirada empresaria
Movilizar las energías del sector privado, hacer eficiente el Estado, estabilizar la economía y mejorar la educación son algunas de las acciones que conducen al crecimiento
Somos conscientes de que estamos transitando días muy difíciles. Una vez más, nuestro país vuelve a encontrarse con situaciones por las que ya ha pasado varias veces. Una vez más, nuestra atención cotidiana está devorada -y justificadamente- por la coyuntura, por la inmediatez. El clásico cortoplacismo que nos caracteriza aun en tiempos más apacibles se ve hoy fortalecido.
Pero si hay algo que caracteriza al empresario, y en particular al empresario argentino, es su aspiración a que su empresa crezca, a que sea cada vez más competitiva, y ello necesariamente implica tratar de anticiparse a las situaciones futuras. Estamos convencidos de que los empresarios tenemos la responsabilidad de transmitir a la sociedad lo que, a nuestro juicio, representan los principales desafíos al crecimiento, así como sugerir posibles acciones que deberían llevarse a cabo para lograr tal objetivo. Naturalmente, como aporte a un diálogo fructífero, respetuoso y democrático con los demás sectores de la sociedad.
Por ello es importante comenzar reconociendo de dónde partimos. Nuestro país por muchas décadas ha tenido un muy mal desempeño en materia de desarrollo económico. Es urgente asumir esta realidad y entre todos consensuar políticas que reviertan esta trayectoria.
A nuestro juicio, el camino más eficaz para generar más ingresos, empleos y reducir la pobreza es a través de la movilización de las energías del sector privado, es decir, permitir y estimular tanto a individuos como a pequeñas, medianas y grandes empresas a emprender, a desarrollar nuevos proyectos, a invertir, a innovar y a conquistar mercados externos.
Para que eso sea posible, la condición necesaria es el fortalecimiento de los marcos institucionales, ya que son ellos los que dan previsibilidad a la acción empresarial. En el campo político, la plena vigencia de la República, la división de poderes, una Justicia independiente, la existencia de partidos políticos que puedan rotar en el gobierno, un Congreso que refleje la pluralidad y que contribuya al equilibrio de poderes, y la libertad de prensa son, sin duda, factores centrales.
La existencia de un Estado que haga cumplir las normas vigentes y que lleve a cabo las tareas indelegables para las que ha sido creado; profesionalizado, con capacidad de gestión y autónomo respecto de los diferentes sectores sociales es, sin duda, otro factor trascendental. Dicho Estado deberá aumentar significativamente su productividad, y su financiamiento debe revertir la trayectoria de las últimas décadas, en las cuales el gasto público sobre el PBI aumentó muy por encima de la media de América Latina.
Un factor clave hacia el futuro es la educación de nuestra gente. La educación es la base de la igualdad de oportunidades y la fuente última de nuestra competitividad como país. Se hace necesario desarrollar sistemáticamente las competencias fundamentales para que las personas puedan desempeñarse plenamente en un mundo en el que prevalece el cambio tecnológico. En este terreno, es fundamental continuar y fortalecer las mediciones en la calidad educativa en base a metodologías que permitan su sistematicidad y comparación local e internacional.
En el campo específicamente económico, el empresariado requiere para el desarrollo de todas sus potencialidades de la estabilidad macroeconómica. En tal sentido, los argentinos, luego de diversas experiencias fallidas, hemos aprendido que debemos contar con una moneda respetada por la ciudadanía, y un requisito básico para eso es que las cuentas públicas estén, como mínimo, equilibradas. En otras palabras, carecemos de legitimidad monetaria. La Argentina debe recuperarla mediante un acuerdo macroeconómico amplio y consensuado.
Vale la pena subrayarlo. Nuestra historia nos enseña que mantener déficits públicos permanentes ha sido una de las causas centrales de nuestro subdesarrollo. Sin sustentabilidad fiscal estamos condenados a la inestabilidad y a las crisis recurrentes.
No nos cansaremos de subrayar que la existencia de reglas de juego claras y previsibles contribuye decisivamente a estimular las inversiones. Los cambios inesperados en las políticas han sido particularmente nefastos a este respecto.
Siempre hemos defendido con convicción que el ámbito propio de las empresas privadas debe ser respetado. En tal sentido, la injerencia del Estado en la toma de decisiones empresariales no contribuye a dinamizar la economía del país ni resulta un aporte al desarrollo económico y social.
Exportar debe pasar a ser una prioridad de primer orden para nuestro país. Deben hacerse todos los esfuerzos para eliminar los obstáculos y sobrecostos que restringen las ventas externas. Es por eso que siempre hemos subrayado la necesidad de una inserción inteligente de nuestro país en el sistema internacional. En tal sentido vemos muy auspicioso el reciente Acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea.
Esta visión consensuada y con el énfasis en el largo plazo debe propender a hacer posible el desarrollo de las actividades productivas mediante medidas de reducción de la presión fiscal, la anulación de los impuestos distorsivos, así como la gradual actualización en las regulaciones laborales en diálogo con los sectores sindicales.
Contar con una infraestructura que permita el transporte eficiente de productos y servicios al interior del país y de la Argentina al mundo es, sin duda, una asignatura central. Reconocemos las inversiones efectuadas en los últimos años, pero debemos señalar que los costos logísticos siguen siendo uno de los principales obstáculos para el crecimiento del país, y un factor limitante para generar un desarrollo verdaderamente federal.
Los avances logrados en los últimos años en materia de desarrollo energético deben mantenerse y en lo posible profundizarse, ya que el abastecimiento energético a costos bajos representa un factor clave para la competitividad de las empresas. La exitosa experiencia de Vaca Muerta debe consolidarse, ya que contribuirá a la generación de divisas y conlleva una transformación decisiva en la matriz productiva del país.
Para terminar, la historia argentina y la de muchos otros países del mundo indica que los acuerdos entre los dirigentes políticos y sociales en torno de políticas de Estado representan el mejor camino para consolidar las reformas que implica toda transición hacia el desarrollo sustentable. Seamos claros, los atajos nos han llevado de crisis en crisis. Solo un amplio consenso en torno de un rumbo y de políticas sanas puede conducirnos hacia el progreso. Y es en este marco que el empresariado manifestará toda su creatividad, lo que redundará en mayores inversiones y empleos que es lo que nuestro país necesita.
Presidente de la Asociación Empresaria Argentina
Jaime Campos