No perdamos la posibilidad de crecer
En la Argentina hay discusión sobre qué país queremos. Se debate si debemos abrirnos al mundo, el rol del Estado, si mantenemos fronteras abiertas, y muchos temas más. Confiamos en un gran futuro, sin decir cómo ni cuándo ni porqué. Nos miramos en espejos que deforman y nos cuesta pensarnos como Nación, por lo que es difícil generar consensos.
Afortunadamente sí hay consenso en la importancia de la educación . Al respecto Ricardo Haussmann alerta sobre "el mito de la educación". Alega: "Que la educación constituya una estrategia para el crecimiento económico es una materia diferente. Lo que la mayor parte de la gente entiende por una educación mejor es una mayor escolaridad, mientras que por una educación de mejor calidad lo que se entiende es una adquisición efectiva de habilidades".
Para la adquisición de habilidades hay un esquema muy simple: analicemos educación, capacitación y entrenamiento. La distinción es importante para determinar quién lo recibe, cómo se usa y quién lo paga. El entrenamiento busca desarrollar habilidades y destrezas, hacer mejor o más rápido una cierta tarea.
La capacitación busca mejorar el rendimiento presente o futuro de un trabajador dándole mayores conocimientos para desarrollar o adquirir mejores destrezas o habilidades para desempeñarse y ejecutar y desarrollar adecuadamente una tarea específica.
La educación es un proceso más formal, de mayor duración y con diferentes niveles, ya que es una transmisión de conocimientos que prepara para facilitar nuevos aprendizajes. Se aprende a leer y a escribir para adquirir otros conocimientos; se aprende razonamiento lógico-matemático para dar un vuelto o calcular la trayectoria de un satélite.
La capacitación se orienta a la adquisición de conocimientos para una tarea específica, el entrenamiento se orienta al desarrollo de destrezas o habilidades propias de una tarea y la educación es la adopción de conocimientos que prepara para toda la vida y la mejora de la sociedad.
Por falta de capacitación y entrenamiento, la Argentina tiene bajísima productividad, y por lo tanto, los salarios no pueden ser altos. Pensemos entonces qué recursos se deben dedicar, cuál es el mejor camino para lograrlo y cómo y quién debe organizarlo. Lo razonable es aquí una tarea mancomunada de Estado, sindicatos y empresas. Es cierto que los beneficios quedan fundamentalmente en las personas, ya que si son más hábiles tendrán mejores retribuciones. Los sindicatos debieran ser los primeros interesados en proveer entrenamiento y capacitación, pero auténticamente y no simplemente como un costo para la empresa. Las empresas también se beneficiarán por mayor eficiencia o menores costos. El Estado debería proveer una plataforma en que toda la sociedad pueda mejorar sus capacidades. Los métodos son varios: desde educación elemental asegurada para todos hasta deducción de impuestos de los costos asociados a estos temas.
Invertir en educación tendrá frutos en el largo plazo. En los otros elementos es casi inmediato. Es una gran oportunidad. Aumentar la productividad no es cuestión de un partido político sino de un cambio cultural. Un buen DT puede cambiar los resultados de un equipo, o un magnífico director de orquesta puede lograr emocionarnos. Sin embargo, solo lo lograrán si los jugadores y los músicos tienen entrenamiento, capacitación y educación, y cada uno está dispuesto a dar lo mejor de sí.
La inversión de tiempo y dinero para mejorar la productividad suele ser grande, pero mucho menor que comprar nuevas maquinarias. No descuidemos el día a día, única forma de aumentar la productividad. Ahí está nuestra tabla de salvación. No nos quitemos la posibilidad de crecer como país.
Economista - Ucema