No fue Holocausto, fue la Shoá
Ayer se conmemoraron los 75 años de la liberación de Auschwitz, y se hace indispensable volver sobre el término equívoco que hace referencia al exterminio masivo de seis millones de judíos. Si bien fue un genocidio, su escala, programación minuciosa y ejecución con la eficiencia y la precisión que siempre caracterizaron a Alemania para el bien de su cultura, su ciencia y su industria, en esta tragedia sin antecedente fueron aplicadas para eliminar a los judíos tan solo por ser judíos, basados en un argumento racista, pero como expresión exponencial de un antisemitismo que tenía raíces antiguas ya en los Padres de la Iglesia y se extiende hasta hoy en expresiones de negacionismo.
No podemos aceptar el término Holocausto. Holocausto es un sacrificio propiciatorio en el fuego. Este no fue el caso. Aquí no se sacrificaron un millón de niños judíos junto a otros cinco millones de adultos judíos en el fuego, y no fue propiciatorio, sino una contundente confirmación de que la humanidad -por acción y omisión- perdió ese atributo al utilizar la ciencia y la tecnología bajo un régimen totalitario y fascista para aniquilar con plena conciencia e intención a otros seres humanos por el solo hecho de ser judíos.
No eran enemigos en una guerra, tampoco una población a eliminar para ocupar sus territorios, ambos casos deplorables en cualquier situación en la que la historia nos condena con guerras y conflictos no resueltos por la incapacidad de coexistir en paz.
Se trató aquí de una verdadera Shoá, término hebreo bíblico que, a diferencia de Holocausto, no refiere a sacrificios a Dios, sino a una catástrofe que arranca de raíz la exigencia y la vida de una forma violenta y desgarradora que no tiene casi traducción y se la reserva solo para esta experiencia, que no puede ser nombrada ni representada en término ni palabra.
No son seis millones, sino seis millones de veces uno. Cada uno de quienes fueron asesinados y ahora recordamos.
No fue holocausto lo que se dio por terminado un día como ayer, hace 75 años cuando Auschwitz fue liberado. Fue Shoá -la que no será una acción militar de liberación sino cultural de evolución- la que terminará cuando la humanidad sea humana y todos asumamos que su peligro aún no concluyó. No terminó para los judíos, y persiste hasta nuestros días, cuando somos capaces de mirar en silencio cómplice cómo otro ser humano es eliminado por ser distinto.
No somos nosotros sobrevivientes de la Shoá, lo son nuestros abuelos. Nosotros, todos como uno, y no por ser judíos, sino seres humanos, somos testigos de que el monstruo mutó, sigue mutando y vive activo o latente entre nosotros, siempre. No olvidar. Es lo que debemos a quienes fueron asesinados y a la memoria de la Shoá, que no fue holocausto.