El papa Francisco y la fórmula presidencial del Frente de Todos
Debe tenerse por acreditado que el papa Francisco fue el artífice de la fórmula presidencial del Frente de Todos, Alberto Fernández-Cristina Fernández. La clave que me lleva a esta conclusión, además de datos propios, se encuentra en el artículo del periodista Benedict Mander publicado en el Financial Times recientemente. Si la fórmula del Frente de Todos triunfa en las elecciones de este mes, el papa Francisco será el gran elector.
En el Concilio Ecuménico Vaticano II (1965) se consagró la separación entre la Iglesia y el Estado, sobre la base de que aquella debe sostenerse con el aporte de sus fieles. Además, debe diferenciarse lo político (aspectos públicos que tocan cuestiones morales) de la política (el ejercicio partidario del poder del Estado).
En 1994, al reformarse nuestra Constitución de 1853, los constituyentes -más papistas que el papa- ratificaron el artículo 2º de la Constitución, referido al sostenimiento por parte del gobierno federal al culto católico apostólico romano. Dado el poder que la Iglesia Católica tiene sobre la política interna del país, se animaron solo a suprimir la cláusula del artículo 76 de la Constitución de 1853, que exigía para ser elegido presidente o vicepresidente de la Nación la pertenencia a la comunión católica apostólica romana. Como consecuencia de aquel artículo, los obispos cobran sueldo? como si fueran agentes del Estado.
El periodista Benedict Mander sostiene en su nota: "?Francisco alentó la reconciliación de Alberto con Cristina". La reunión entre Alberto Fernández y el Papa fue clave en la unificación del partido peronista después de su derrota en las elecciones de medio término en 2017, y "?esta reunión pudo haber ayudado a preparar el camino para su regreso al poder".
Las expresiones de Mander, que pueden reconstruirse sobre la base de declaraciones y de silencios de quienes veladamente participaron, suponen una intromisión política inaceptable del Vaticano en la política interna del país.
Es una tradición en nuestro país que la jerarquía de la Iglesia intervenga en la política interna del Estado. Las materias en las que intervienen son múltiples y van hasta la participación en los golpes de Estado. En todos los golpes de Estado, especialmente en 1930, 1943 y 1955, tuvieron participación altos dignatarios de la Iglesia. En el derrocamiento de Perón, la Iglesia tuvo una participación determinante. El vicariato castrense ha sido invariablemente el eslabón entre los militares golpistas y los eclesiásticos.
Es un secreto a voces que Francisco es peronista o justicialista; pienso que apoya al peronismo porque la doctrina social de la Iglesia nutrió el pensamiento de Perón en su primera presidencia sobre la justicia social, y porque el peronismo, como la Iglesia, es verticalista y no democrático. Francisco siempre ha sido un político que se ha inmiscuido en las políticas del gobierno en nombre de la moral. Esto no ocurre en ninguna democracia consolidada del mundo.
Luego de la derrota del peronismo en las elecciones de 2015, Francisco sufrió una metamorfosis en su relación con Cristina Kirchner; en efecto, soslayando el mal trato que esta le había prodigado, y a pesar del hecho de estar procesada por delitos de corrupción probados en instancias judiciales, se convirtió en su protector. En Santa Marta la recibió por lo menos en tres oportunidades y existe entre ellos una mutua simpatía.
La relación personal entre Francisco y Macri nunca fue buena desde que Macri era jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. A mi juicio, esta es la razón por la que Francisco en forma incomprensible se ha negado a visitar a sus compatriotas. Es un hecho penoso que Bergoglio, como papa, siga interviniendo en la política interna del país como lo hacía cuando era arzobispo de Buenos Aires. El presidente Macri fue elegido por la mayoría del pueblo en elecciones libres y el Gobierno es democrático.
Francisco apoya al peronismo porque la mayoría de los pobres son peronistas; lo hace en nombre de la moral de la Iglesia, y de esta forma interviene en la política interna del país, lo que le está vedado. La moral pública es importantísima en la política, pero no se confunde con ella.
Comparto con Mander, por mis fundamentos, que la reunión de Francisco con Alberto fue clave para la unificación del peronismo. De otro modo, los dirigentes con un mayor peso político que Alberto en el peronismo, y aquellos que no quieren a Cristina, no habrían aceptado la fórmula presidencial. Es cierto que Cristina formalmente proclamó la fórmula en un acto público, pero la fórmula fue un opus de una inteligencia superior.
Cuando anunció la fórmula presidencial del Frente de Todos, hubo una gran sorpresa y desconcierto. ¿Quién la había aprobado? El partido peronista no era; la CGT, columna vertebral del movimiento, tampoco era; La Cámpora, negativo. ¿Qué había ocurrido? La bruma comenzó a disiparse cuando los asiduos concurrentes a Santa Marta comenzaron a bajar línea sotto voce de que había sido consagrada por Francisco.
El peronismo, acostumbrado a la verticalidad, se alineó masivamente detrás de la fórmula de Alberto y Cristina. Los gobernadores feudales que hasta entonces habían apoyado a Macri rodearon inmediatamente a Alberto Fernández, quien manifestó que Francisco lo había reconciliado con la Iglesia.
El Financial Times publicó el artículo de Mander y se hizo la luz. La reunión del Papa con Fernández (hubo más de una), escribió Mander, fue clave para la unificación del peronismo, y seguramente ha ayudado a preparar el camino para el regreso al poder.
Estas elecciones no solo nos ponen frente a dos candidatos presidenciales con visiones políticas diferentes -liberal democrática, una; corporativa no democrática, la otra-, sino también ante dos visiones de la relación entre la Iglesia y el Estado: una, producto del humanismo de la Ilustración; la otra, más medieval y corporativista.
La separación de Iglesia y Estado es importante para el futuro de la República, pero también le haría mucho bien a la Iglesia argentina.
Abogado especializado en derecho administrativo y ciencia de la administración
Dante Ariel Giadone