Abrazo popular
"No hay que engañarse. Alberto es un hombre históricamente de centroderecha, pero es muy sensible, está sintiendo el abrazo popular, y eso te cambia"
(De Luis D'Elía.)
El progresista vendría a ser un espécimen sensible, piadoso, perceptivo. El liberal, un tipo indiferente, desentendido. El conservador, una roca. Pero, "a no engañarse", Luis D'Elía dixit. Está el caso de Alberto Fernández, que, si bien "es un hombre históricamente de centroderecha, es muy sensible y está sintiendo el abrazo popular, y eso te cambia", bendice D'Elía desde el pabellón de Ezeiza, donde cumple una condena a 3 años y 9 meses de prisión por la toma de una comisaría de La Boca.
Como Darwin, cuando llegó a la conclusión de que los animales de especies modernas descendían de un antepasado común, D'Elía cree que los hombres son capaces de evolucionar también en la política. Y que, incluso, pueden hacerlo de forma acelerada.
Lo que a Darwin le llevó décadas de estudio, a D'Elía le ocupó apenas unos años: casi 13.
En 2006, cuando por decisión de Néstor Kirchner salió eyectado del puesto de subsecretario de Tierras para el Hábitat Social, que le había asignado el propio Kirchner, D'Elía decía del entonces jefe de Gabinete de ministros: "Fernández expresa a la derecha. Es el cavallismo dentro de nuestro gobierno; es una persona que quiere llevar al gobierno a una alianza con el Partido Demócrata norteamericano, que expresa al sector financiero mundial. Este caballerito tiene mucho poder, tiene medios que se le subordinan y va a utilizarlos para tratar de estigmatizarme socialmente. A mí -decía el líder piquetero- me gusta pelearme con gente de peso. Es hora de darle debate a este señor, que es una pésima influencia".
En el fondo, D'Elía es un romántico. Un romántico del más puro romanticismo. No el de las cartas perfumadas, los pétalos secos entre las páginas de un libro o los ramos de rosas, sino del movimiento que hace ya dos siglos presentó batalla a la Ilustración. De la corriente que privilegió los sentimientos por sobre el raciocinio. De la que puso la emoción por sobre el análisis.
A los ojos de D'Elía, Alberto merece el perdón bíblico de Dios hacia David, hacia Pedro y hacia Pablo. Ha pecado, pero cambió desde el momento en que recibió el abrazo popular.
Alberto sabe que el poder es un gran imán de abrazos. Que atrae por igual a sinceros y a interesados. Y que el calor popular no protege de los abrazos de oso.