La pandemia pone en peligro la vida y la economía a la vez
Los gobiernos deben afrontar estos desafíos, a los que se suma la necesidad de reducir las emisiones contaminantes, responsables del cambio climático
Esta pandemia (Covid-19) está enfrentando a la humanidad con dos grandes crisis: la amenaza a las vidas humanas y también a la actividad productiva y el empleo. Son millones las personas que hoy se hallan confinadas en sus hogares, afectando así notablemente la producción de bienes y servicios.
Los gobiernos deben afrontar estos desafíos, a los cuales hay que añadir la necesidad de reducir las emisiones globalmente contaminantes, responsables de los enormes daños del creciente cambio climático. La reducción de la economía mundial, la caída de los precios de las materias primas, la desaparición del turismo y el endurecimiento de las condiciones financieras mundiales lesionan a muchos países latinoamericanos, entre los cuales figura el nuestro.
Todo indica que este año se caracterizará por su retroceso económico. Por esta razón son muchas las naciones que ya están encarando programas públicos orientados a recuperar con urgencia los niveles productivos y de empleo, que se encuentran en una grave caída. Es una oportunidad para implementar también iniciativas de inversión que apunten no solo a superar la recesión, sino por igual a un nuevo escenario energético más amigable con nuestra vida en esta Tierra.
La tendencia económica actual apunta a una reducción global del PBI de hasta el 4% este año: el doble de la caída registrada durante la crisis financiera de 2007-2009. Esa es la razón por la cual se esté registrando una disminución en las emisiones de CO2: hay en muchos lugares del mundo una baja manifiesta de las emisiones contaminantes asociadas con el consumo energético a raíz de la pandemia. Para abatir esta gran amenaza sanitaria se tomaron medidas restrictivas en gran parte del mundo, que afectaron negativamente los niveles de producción, particularmente de bienes. Un caso notorio es el de China, donde se originó la pandemia a fines del año anterior. En febrero se detectó una cuarta parte menos de emisiones de CO2 que un año antes como consecuencia de la caída en el nivel de actividad. Algo similar se ha verificado en otras partes, como en Corea y Estados Unidos, especialmente en Nueva York.
Las respuestas globales al coronavirus están causando una reducción masiva en la contaminación del aire y las emisiones. Esto ayudará a reducir las complicaciones de salud y las muertes prematuras relacionadas con la contaminación del aire. América Latina y nuestro país no son ajenos a este proceso. El BID informa que en Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile la contaminación del aire se ha desplomado debido a la reducción del tráfico. Tal contaminación causa casi 9 millones de muertes al año en todo el mundo.
Las grandes ciudades latinoamericanas sufren de contaminación del aire debido a la enorme cantidad de vehículos y la baja calidad del combustible. Estimaciones consideradas por el BID indican que cada año 50.000 personas mueren prematuramente en la región debido a la contaminación causada principalmente por el transporte. Un nuevo estudio de la Universidad de Harvard muestra que los pacientes con Covid-19 que viven en áreas de Estados Unidos con altos niveles de contaminación del aire antes de la pandemia tienen más probabilidad de morir por la infección que los pacientes de comarcas de ese país con aire más limpio. Además, un estudio en China encontró que los pacientes de regiones con alta contaminación del aire tenían el doble de probabilidades de morir de SARS, en comparación con aquellos de regiones con mejor calidad atmosférica.
La humanidad espera que los avances científicos permitan en un futuro no muy lejano instrumentar medidas precautorias eficaces para controlar esta pandemia. Cuando eso ocurra, la prioridad ambiental a escala global volverá ser cómo abatir al máximo posible las emisiones contaminantes. Tengamos en cuenta que en ese momento recuperar los niveles productivos y disminuir el desempleo exigirá medidas macroeconómicas de carácter expansivo, como reducción tributaria y financiamiento preferencial que apunte a esos objetivos.
Será el momento para orientar tales medidas macroeconómicas expansivas de modo que contribuyan a la reducción de las emisiones contaminantes. La lista es muy amplia, pero incluye, como mínimo: crecimiento de las energías limpias (solar, eólica e hidroeléctrica), transporte público urbano e interurbano, modernización de la industria automotriz y del ferrocarril de cargas y pasajeros, edificios con nuevas normas capaces de lograr la reducción del consumo energético. Cuando termine la crisis del Covid-19, los formuladores de políticas y el sector privado podrían buscar formas de acelerar la electrificación del transporte público y eliminar los vehículos contaminantes, claves para construir una sociedad más saludable.
El sector de transporte de América Latina es la mayor fuente de emisiones contaminantes relacionadas con la energía en la región y su flota de automóviles es responsable del 37% de las emisiones totales del transporte. Para llegar a cero emisiones netas en 2050 y limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados, los países deben reducir urgentemente las emisiones en aproximadamente un 50% para 2030 y descarbonizar la economía global a través de una transición posible. Esto requerirá una transformación en varias áreas, incluida la electrificación del transporte y el uso más frecuente del transporte público y no motorizado. Si la flota de autobuses y taxis de grandes ciudades latinoamericanas se cambia a vehículos eléctricos, se podrían reducir las emisiones contaminantes y evitar miles de muertes prematuras.
La pandemia del coronavirus es una tragedia humana. Los casos conocidos ya superan los 1.400.000; más de 60.000 personas han muerto. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, afirmó que la lucha contra el Covid-19 es la prioridad inmediata del mundo. Esto es plenamente cierto en términos de urgencia inmediata en las decisiones, pero no significa que nos podemos olvidar de la considerable gravedad de las emisiones contaminantes y de la crisis climática, que permanecerán con nosotros por mucho más tiempo y con impactos irreversibles y catastróficos mucho mayores.
Si bien las reducciones que se están registrando ahora en la contaminación del aire y las emisiones de gases de efecto invernadero pueden tener beneficios, la pandemia no es la solución a la crisis climática. Es evidente que la reducción en las emisiones contaminantes causada por este flagelo debido a la caída en la producción de bienes será transitoria. Si nos olvidamos de aplicar de manera eficaz una política ambientalmente sustentable será difícil avanzar en la transición hacia una economía de cero emisiones contaminantes netas. Tenemos los recursos tecnológicos para lograr este objetivo que apunta a cuidar nuestra Casa Común.