La lucha no ha concluido
Hace 100 años, sobre las cenizas aún candentes de la Primera Guerra Mundial, una idea impulsada por las organizaciones sindicales tomó cuerpo y fue inscripta en el Tratado de Versalles en su título 13º: "La paz universal solo puede estar fundada en la justicia social". Esta idea es la de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una de las más antiguas organizaciones internacionales, centenaria este año.
La centésimo octava conferencia internacional del trabajo, clausurada la semana pasada en Ginebra, propició la ocasión al presidente Emmanuel Macron de recordar que el mundo de hoy, tan diferente y en muchos aspectos mejor que el de ayer, es también desde hace algunas décadas un mundo en crisis. Crisis "económica, social, medioambiental, política y por lo tanto de la civilización", que nos obliga a reaccionar. Sin necesariamente explotar bajo la forma de una guerra, esta crisis deja de lado a numerosos ciudadanos. Incrementa las desigualdades y conduce a desequilibrios que fracturan nuestras democracias. A esta crisis, señala Macron, "se suman dos grandes y legítimas angustias: la transformación numérica y la transformación ambiental y ecológica", ambas fuentes de progreso, de innovación, de creatividad, pero también de peligros y nuevas amenazas.
¿Qué hacer? Francia, que ha sido la tierra de las Luces y de los filósofos del liberalismo propiamente dicho, propone primero un método: solamente el diálogo multilateral abierto, fundado sobre reglas justas, será capaz de hacer frente a los desafíos actuales y del mañana. Es con esta convicción que nuestro país juega su rol y asume responsabilidades en el seno de la Unión Europa, pero también en el G-20 o en el G-7 (con presidencia francesa este año) y en las Naciones Unidas. Parece importante destacar que se trata también de uno de los lazos más fuertes que unen a Francia con la Argentina, comprometidas con los valores de apertura, de debate y de acciones concertadas que fundan el multilateralismo.
Partiendo de este método, cuatro prioridades se imponen, según Macron. La primera es la lucha contra las desigualdades en el mundo del trabajo y, sobre todo, entre mujeres y hombres. Haciéndose eco de la primera "convención universal sobre la eliminación de la violencia y del acoso hacia las mujeres y los hombres en el mundo del trabajo", a la que Francia apoya sin ambigüedades, el presidente ha recordado nuestro compromiso a favor de la igualdad de género en todo el mundo. También recalcó su movilización en pos de un salario mínimo en toda Europa, conforme al espíritu del "orden público social europeo" consagrado en los tratados.
La segunda batalla se centra en el acceso universal a la protección social. Una recomendación de la OIT en 2012 llamaba a las naciones a desarrollar sistemas de protección social para todos en 2030. El reto de hoy es doble: es, antes que nada, cuantitativo, dado que aproximadamente la mitad de la población mundial no está cubierta por estos derechos, pero es también cualitativo, porque los cambios tecnológicos transforman esos derechos y llaman a repensarlos.
El tercer eje es el acompañamiento de los trabajadores para la transformación numérica. Cuesta ver solo las oportunidades -reales- que ofrece esta transformación; advertimos también los riesgos. Tenemos que pensar juntos una ética, un marco de regulación para que la innovación no sea sinónimo de retroceso social. La primera etapa consiste en mejorar la formación a lo largo de la vida: en Francia, 15.000 millones de euros serán invertidos para acompañar a los dos millones de personas que buscan empleo y de jóvenes con dificultades para hacer frente a estos retos. El otro pilar es el de la regulación, para que las nuevas tecnologías no sean un espacio de vacío legal.
La transición ecológica es el último desafío a enfrentar. El combate por la justicia social va a la par de la justicia medioambiental. Las víctimas de las desigualdades ecológicas son las mismas que las de la desigualdad social y en el trabajo. Con el fin de posicionar la acción climática y la protección de la biodiversidad en el seno del sistema productivo por la movilización de proyectos colectivos, el presidente francés ha impulsado desde diciembre de 2017 el primer One Planet Summit, del cual la Argentina ha participado, en respuesta a la decisión de EE.UU. de salir del Acuerdo de París sobre el clima. Para el G-7 en Biarritz en agosto próximo, el objetivo es lanzar la iniciativa de un fondo de impacto social y ambiental, y de promover la idea de que el crecimiento no podrá ser realmente inclusivo si no integra la transición ecológica en sus objetivos.
Embajador de Francia