Extrañezas de un país dramático
Un extranjero recién llegado al país podría suponer que las elecciones presidenciales se harán el próximo domingo. La política -y parte de la sociedad- vive con un increíble dramatismo los preparativos de comicios que tendrán su primera cita importante dentro de siete meses. En ese lapso, han cambiado de manera decisiva las perspectivas electorales en países mucho más previsibles que la Argentina. Aquí ni siquiera hay candidaturas definitivas, salvo la de Mauricio Macri. ¿Cuántos candidatos peronistas habrá? ¿Cuántos partidos peronistas o filoperonistas participarán de las elecciones? Ni hablar de los candidatos. ¿Seguirá en pie en octubre el proyecto presidencial de Roberto Lavagna?
¿ Cristina Kirchner confirmará que será candidata, como suponen los que la conocen bien? Y si no lo fuera, ¿con qué candidato negociará la incorporación en listas ajenas de sus candidatos a concejales, intendentes, diputados y senadores? Miente quien dice que cuenta con una respuesta para todas esas preguntas. Sin embargo, la carga emocional que ya tienen las elecciones por venir solo se explica en la abismal diferencia de la opción más probable. Que es la que incluye solo a Macri y a Cristina.
El Gobierno también tiene preguntas que no puede responder. La teoría económica indica que después de un ajuste macroeconómico y de una recesión profunda el país vuelve a crecer. Ya lo está haciendo si se compara un mes contra el mes anterior. La comparación interanual es injusta porque el primer trimestre económico de 2018 fue el mejor de la era Macri. Pero hay variables que la administración no controla. ¿Es el brasileño Jair Bolsonaro tan imprevisible y volátil como parece o más todavía? ¿ Donald Trump sorprenderá a la economía mundial con otro espasmo tuitero? ¿Sucederá un Brexit salvaje que sacudirá profundamente la economía de la Unión Europea? ¿Seguirá provocando inestabilidad económica la grave situación política en Turquía? También hay preguntas locales que carecen de respuestas. ¿Qué sucedería si Cristina Kirchner le ganara a Macri en las PASO de agosto (solo un ensayo de las elecciones generales) por un minúsculo puñado de votos? ¿Cómo reaccionarían el mercado cambiario y los formadores de precios durante los cruciales meses de septiembre y octubre, ya en las vísperas de las elecciones en serio? Nadie está en condiciones de responder nada.
Por las dudas, el Gobierno comenzó a tomar medidas de precaución. Marcos Peña está recorriendo gran parte del arco empresario (y también del religioso) para adelantarle que no existe un plan B en lo político ni en lo económico. Será Macri el candidato y será este plan económico el que enfrente las elecciones, en las buenas o en las malas. Fin para la marea de rumores sobre una declinación de Macri de su candidatura en beneficio de María Eugenia Vidal o de un cambio de programa económico. Tampoco hay plan B para el país, agregan el Presidente y su jefe de Gabinete. En octubre se optará por la continuidad del actual plan y su liderazgo o la nación política retrocederá 20 años. El mensaje no ha sido indiferente para muchos exponentes sociales, empresarios sobre todo que eran renuentes (¿lo son todavía?) a la inversión. El temor a un eventual gobierno de Cristina los empuja a meter sus billetes en el bolsillo. Macri observa con cierto desagrado esa decisión y no la comprende como de autodefensa. Lo cierto es que el Gobierno se prepara para ganar, asegura, aun en las peores condiciones económicas. "Hay una task force trabajando ya en ese escenario", confían inmejorables fuentes oficiales.
Si proponerse ganar elecciones en malas condiciones económicas es extraño, también es raro (demasiado raro) que la expresión opositora más taquillera en las encuestas sea una expresidenta diez veces procesada –la mayoría por hechos de supuesta corrupción– y cinco veces condenada a prisión preventiva. Cristina Kirchner está en libertad solo porque tiene fueros como senadora. Todas las resoluciones de prisión preventiva son por puntuales actos corruptos en tiempos en que el poder le sobraba. Más extraño es aun que algunos dirigentes peronistas (Sergio Massa, por ejemplo) intenten acercase a ella, sin que se note, para heredar los votos de su eventual vacancia electoral.
El kirchnerismo ha perdido el poder, pero no las mañas. Desde el verano se habla más de la causa judicial de Dolores, una operación judicial y de inteligencia armada, que de la investigación de los cuadernos del chofer Oscar Centeno. Ese era el primer propósito de los kirchneristas. Lo lograron. El segundo objetivo, y el más importante, era apartar de la causa al fiscal Carlos Stornelli y, más que a nadie, al juez Claudio Bonadio. Fuentes judiciales aseguraron que el propósito fundamental fue siempre Bonadio más que Stornelli. El falso abogado Marcelo D’Alessio maniobró contra Stornelli, en cambio, porque vio una oportunidad chambona. Pero el primer denunciante, Pedro Etchebest, declaró que D’Alessio le pidió 300 mil dólares para Stornelli y para Bonadio. Lo extorsionaba para sacarlo de una causa, la de los cuadernos, en la que Etchebest nunca estuvo. D’Alessio y Etchebest, extorsionador y extorsionado, llegaron y se fueron juntos de Pinamar, donde vieron a Stornelli. Una aventura conjunta muy extraña.
Los kirchneristas dicen que la causa de los cuadernos se respalda solo en el testimonio de arrepentidos presionados por el juez. No conocen ni la ley. Bonadio no podría nunca armar una causa solo con el testimonio de los arrepentidos. Cada afirmación de un arrepentido, sea empresario o exfuncionario, debe ser corroborada con pruebas concretas. Es la disposición de la ley, que no está sujeta a la voluntad del juez. Es cierto que Bonadio tuvo reacciones duras con algunos empresarios durante las indagatorias. "No le creo que usted no pagó coimas. Así vamos por mal camino. Vaya a su casa y piénselo. Vuelva mañana", lo despachó a uno. Al día siguiente, ese mismo empresario regresó aceptando que había pagado sobornos al cristinismo. Algunos abogados defensores son hombres destacados del derecho penal, que no dejarían pasar una sola arbitrariedad del juez. ¿Ejemplo? Jorge Valerga Aráoz, que fue miembro de la Cámara Federal que juzgó a las juntas militares en 1985, es abogado defensor de uno de los más conocidos empresarios. Otra leyenda urbana señala que Bonadio frenó a arrepentidos cuando mencionaron los nombres de algunos empresarios. Imposible. Los arrepentidos declaran primero solo ante los fiscales (Stornelli y Carlos Rívolo) y después se realiza una audiencia de homologación ante el juez. Están el arrepentido, los abogados defensores, los fiscales, los escribientes y los secretarios. Son unas quince personas. No se hacen esas cosas delante de tantos testigos.
Regresemos a las conspiraciones contra Bonadio. El exespía D’Alessio declaró ante el juez kirchnerista Alejo Ramos Padilla que Bonadio y Stornelli se habían reunido en el hotel Four Seasons para preparar la detención de Julio De Vido. A De Vido lo metió en la cárcel el juez Luis Rodríguez, no Bonadio, después de que la Cámara Federal le diera una orden terminante para que lo hiciera. Un abogado defensor recusó a Bonadio en la causa del gas licuado (la que lo llevó a ser el juez de los cuadernos) porque en el expediente estaba una declaración de D’Alessio. Es cierto que el falso abogado (que fue funcionario kirchnerista en Enarsa) hizo una declaración testimonial ante Stornelli sobre la importación de gas licuado en la época de Cristina. Bonadio procesó y dictó la prisión preventiva de Cristina por esa causa en marzo pasado, pero en ningún párrafo de la larga resolución del juez está la declaración de D’Alessio. Simplemente la dejó de lado.
El kirchnerismo culpa al Gobierno del activismo de exagentes de inteligencia que revistaron en los servicios del Estado durante el kirchnerismo. El peronismo en general, que advierte un momento de debilidad del Presidente, presenta proyectos para tumbarle el acuerdo con el Fondo Monetario, el único socio con que cuenta la administración de Macri. Pero ¿qué haría el peronismo sin el Fondo si llegara al gobierno? Son otras contradicciones, y no todas, del país incierto.