El voto liberal, en la encrucijada
Es factible que el intento de sacar a José Luis Espert de la competencia electoral haya sido una maniobra artera, pero sin sentido. Con fórmulas presidenciales ya acordadas y listas únicas de candidatos a cargos legislativos, el 11 de agosto no tendremos verdaderas primarias. Solo sabremos quiénes alcanzan el piso del 1,5% de los votos requeridos para los comicios de octubre. De este modo, con Espert fuera de juego, lo único que se hubiera logrado es burlar las preferencias genuinas y la voluntad de no pocos electores, especialmente jóvenes, que, por las razones que fueren, cifraron en el economista liberal sus expectativas hacia el futuro manifestando asimismo su descontento presente.
También resulta cuestionable que el propio Espert, como referente del liberalismo, asimile sin más el gobierno de Macri al de CFK. Por ejemplo, cuando en un programa de televisión abierta afirmó días pasados que "habría que frotar la lámpara" para saber cuál fue peor que otro, como si se tratara de una obra en dos actos. De la misma manera, al ser consultado enseguida sobre un eventual ballottage entre Macri/Pichetto y Fernández/Fernández, prefirió no expedirse escudándose en el carácter secreto del voto. Dos gestos de una gran irresponsabilidad política en estas horas cruciales para la historia de nuestro país.
Todavía cuesta digerir la complicidad de varios liberales latinoamericanos con las dictaduras y los regímenes represivos que asolaron a la región en los sesenta y setenta, o su indiferencia frente a los crímenes perpetrados por el terrorismo de Estado, que ningún apóstol de liberalismo clásico hubiera podido convalidar. Recuperada la democracia, como se recordará, otra generación de liberales volvería a renegar de las fuentes (de Locke, Montesquieu, Smith, Madison, etc.) cuando, en nombre de la apertura económica y una política de privatizaciones que mayormente resultó en un traspaso de monopolios públicos a monopolios privados, consintió durante los noventa el gobierno por decreto, el "robo para la corona", la frivolización del poder, la falta de control legislativo y la existencia de una Justicia cooptada.
Ciertamente, no es este el caso de Espert, un hombre inteligente, valiente y de convicciones firmes (todo lo contrario, pues, de algunos inescrupulosos que cambian de filas como de corbata deshonrando su profesión), quien difícilmente asociaría ninguna de aquellas experiencias con el liberalismo. Sin embargo, retacear una respuesta sobre un posible ballottage entre las dos principales candidaturas supone, quiérase o no, una forma de subestimar la gravedad de lo que vivimos durante la llamada década ganada: la corrupción institucionalizada, la persecución al periodismo independiente, los magistrados comprados, la confrontación fomentada desde la retórica oficial, el servilismo, el escrache y otros tantos hechos oprobiosos que exceden la mala gestión económica y son en un todo incompatibles con los principios más elementales de la filosofía liberal.
El gobierno de Macri cometió demasiados yerros como para que el enojo de amplios sectores de la población no resulte comprensible y justificado. A la vista están las promesas incumplidas, la inflación, el aumento de la pobreza, el desempleo, la voracidad fiscal y el endeudamiento mayúsculo que afrontamos. Y por supuesto la actitud sectaria de algunos funcionarios que, a fuerza de voluntarismo y arrogancia ("fatal arrogancia", la llamaría Hayek), subestimaron la realidad dejándonos a las puertas de un fracaso histórico.
Así y todo, aunque debamos resignar la potestad de hacer valer nuestra independencia para votar en una dirección que no nos complace, la perspectiva de una segunda vuelta no deja lugar para las vacilaciones ni para frotar ninguna lámpara. "A ellos les dejamos el silencio", dijo una vez la expresidenta. Es de prever que ni eso nos dejarán esta vez. La reforma judicial y la Conadep del periodismo parecen por ahora aspiraciones delirantes. Pero no seamos ingenuos, pues todo cabe en la imaginación K. Fueron por todo, se quedaron con mucho y vendrán probablemente por más. El voto liberal tiene la oportunidad de contribuir a evitar ese desenlace.
Profesor de Teoría Política