El peronismo define su identidad
En la elección presidencial probablemente con mayores incógnitas desde que se recuperó la democracia, los tiempos se acortan y las definiciones se tornan imperiosas. El contexto en el que las dudas se resolverán tiene dos rasgos nítidos: por un lado, una gran frustración por el ajuste económico; por el otro, una fuerte polarización, inducida por intereses políticos y mediáticos, entre dos opciones características: el liberalismo político y el nacionalismo popular. Esta disyunción, que atrapa aproximadamente a la mitad del electorado, pero le resulta ajena al resto, encuentra en Mauricio Macri y Cristina Kirchner a dos arquetipos: uno representa la modernización en clave global; la otra escenifica la defensa tradicional de los intereses del pueblo. Es instructivo y paradójico que estas figuras contrapuestas reivindiquen al mismo controvertido líder mundial: Donald Trump. Principal sostén de Macri por razones geopolíticas, y a la vez destacado por la expresidenta por defender el interés de la industria nacional y sus asalariados.
Pero tomar a Trump como referente no es el único parecido entre Macri y Cristina. Se puede plantear que ambos se parecen en otro aspecto: son expresiones singulares en nuestra historia política. Como se ha recordado en esta columna, el Presidente proviene del mundo corporativo, encabeza una coalición cuyo principal partido es nuevo, orientado a la centroderecha, urbano, de cuadros profesionales, conformado mayoritariamente por miembros de las clases media y media alta. Nunca una fuerza de estas características había llegado al gobierno en elecciones libres. Y menos aún venciendo al peronismo, el partido histórico de masas más importante del sistema. Si es sencillo demostrar la singularidad de Macri, no es tan evidente la de Cristina, excepto que se contemple esta hipótesis: ella representa al kirchnerismo, una versión transgresora del peronismo ortodoxo que aun perdiendo elecciones goza de buena salud, a diferencia de Menem y los Montoneros, que malversaron al movimiento por derecha y por izquierda, pero se los tragó la historia. La desafiante resiliencia de Cristina es difícil de entender para millones de argentinos.
Si se introduce otra hipótesis, se verá que Macri y Cristina se asemejan en algo más: son herederos recargados de las dos grandes tradiciones partidarias de la Argentina contemporánea, el republicanismo radical y el laborismo peronista. El actual espectro político refuerza esta suposición: la UCR y el PJ están eclipsados, debatiéndose para recuperar terreno. El radicalismo disputando espacios en Cambiemos o afuera, y el justicialismo vacilando entre ser abducido por Cristina y una interna infructuosa entre varios precandidatos que buscan diferenciarse de ella. En medio de la polarización, la pregunta de si radicales y peronistas ortodoxos poseen chances de volver a ser protagonistas debe dirigirse, sin embargo, solo a los peronistas. A la UCR no le está yendo bien, protagonizó una tragedia electoral en la ciudad de Córdoba, y sus posibilidades acaso sean mayores en la coalición oficialista que apostando a ingenierías electorales difíciles de implementar.
¿Por qué reparar en las chances del peronismo federal, que marcha tercero en los sondeos y padece la polarización? En principio, por tres razones. La primera, debido a que aún conserva una cuota considerable de poder fáctico: buena parte de los gobernadores, sindicatos importantes y sectores empresariales y eclesiásticos significativos. En segundo lugar, porque Juan Schiaretti, uno de sus integrantes, acaba de obtener un éxito electoral resonante, rematado con un mensaje estratégico: no habrá república sin el peronismo y el peronismo no tendrá futuro si no es republicano. En tercer lugar, porque si bien el peronismo federal reúne una intención de voto inferior a la de sus eventuales rivales, la opción que representa posee mucho menos rechazo en comparación con el que suscitan Macri y Cristina. Beneficios de haber evitado la grieta.
Sin embargo, cuestionar la grieta mientras que no se define el candidato presidencial es, paradójicamente, reforzarla. La grieta resulta atractiva, visceral, creciente, y está potenciada por un enorme aparato político y mediático que se engulló hasta la Feria del Libro. En ese marco, elegir el candidato en las PASO tal vez sea demasiado tarde. Si Cristina confirmara su postulación o ungiera un delfín, ella y Macri no dejarán espacio a otra opción. Con ambición y recursos, están apostando todo ante un peronismo alternativo irresuelto.
El partido de Perón define su identidad. Dirime en estas horas su perfil ante la posibilidad de regresar al poder. ¿Será el de Cristina, que huele a revancha, sumisión e impunidad? ¿O será el de Schiaretti y sus socios, que postulan una mediación conjetural entre nacionalismo popular y república? Si no lo resuelven pronto, quizá Cambiemos logre una victoria agónica que hoy parece improbable.