El papel poco leal del peronismo como oposición
En 1978 se publicó una de las más celebres investigaciones colectivas de la ciencia política contemporánea, El quiebre de las democracias, bajo la coordinación de los recordados politólogos Juan J. Linz y Alfred Stepan. La obra se llevó a cabo con la colaboración de trece autores que dedicaron sus esfuerzos al estudio de la crisis y caída de cinco democracias europeas y siete iberoamericanas. Dentro del modelo explicativo de breakdown o "quiebre" de las democracias diseñado, adquiría particular importancia el papel de las oposiciones en contextos de crisis de legitimidad democrática, estableciendo los autores una clasificación de las mismas en tres categorías principales: leal, semileal y desleal.
Entre las diez características principales de una oposición leal desarrolladas por Linz y Stepan merecen ser señaladas, en primer lugar, un inequívoco compromiso de llegar al poder solo por medios electorales y una voluntad de entregarlo incondicionalmente a otros participantes con el mismo compromiso y un rechazo claro e incondicional del uso de medios violentos para alcanzar o conservar el poder excepto por medios constitucionales legítimos, cuando hay que enfrentarse con un intento ilegal de toma del poder.
La ambigüedad en el compromiso público de emplear medios legales para llegar al poder y rechazar el uso de la violencia define, en la perspectiva de los autores, un ejercicio semileal de oposición, aunque no de carácter desleal. El disenso entre los partidos, los esfuerzos para desacreditar al contrario y el hecho de caracterizar a los otros partidos como representantes de intereses parciales en conflicto con el interés público son, en la visión de los investigadores, conductas normales y legítimas dentro del proceso democrático, siendo en todo caso el estilo, la intensidad y el uso de la mala fe los rasgos distintivos entre una oposición leal y otra desleal; este criterio, sumado a la ausencia de compromisos tanto en emplear medios legales para llegar al poder como en rechazar el uso de la violencia, define la frontera entre las oposiciones leal y desleal.
En las diferentes circunstancias en las cuales el peronismo ejerció el papel de oposición desde la instauración democrática de 1983 (1983-1989, 1999-2001, 2015-2019), el ejercicio de ese rol institucional por parte del movimiento político fundado por el general Perón pareció estar directamente vinculado con su división interna y/o unificación política. Así, por ejemplo, durante el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) la disputa interna, resultado de la derrota que por primera vez en su historia el peronismo sufría en comicios libres y competitivos en 1983, entre "renovadores" y "ortodoxos", dio lugar a diferentes estrategias de ejercicio de la oposición, leal entre los primeros bajo la conducción de Antonio Cafiero, Carlos Menem y Carlos Grosso, y semileal entre los ortodoxos sin un claro liderazgo político en aquellos años y con fuerte presencia/veto de las organizaciones sindicales tanto en el plano de la lucha social como en el armado de las listas para la competencia electoral.
El triunfo del sector renovador, tanto hacia afuera como hacia el interior del peronismo, abrió la puja por la sucesión presidencial en 1988. Con el inesperado triunfo de Carlos Menem sobre Antonio Cafiero, la leal oposición ejercida hasta ese entonces por el histórico dirigente de la provincia de Buenos Aires (¡este era el consenso alfonsinista!) tuvo traducción en un ejercicio de la oposición por parte de su nuevo líder, Carlos Menem, que osciló entre la deslealtad y la semilealtad. ¿El resultado? Una salida anticipada de Raúl Alfonsín del poder motivada, entre otros factores, por errores propios -el adelantamiento de las elecciones quizá fue uno de los más notables- y estrategias de desgaste del propio Menem que culminaron, cinco meses antes de la fecha de asunción programada para el 10 de diciembre, con la experiencia del primer líder radical que derrotara al peronismo en elecciones libres. Durante la actual presidencia de Mauricio Macri, un peronismo dividido y derrotado por el primer presidente ni radical ni peronista en los comicios presidenciales de 2015, osciló entre un tipo de oposición leal (Miguel Pichetto y Juan Schiaretti, por ejemplo), semileal (Sergio Massa) y desleal (Cristina Fernández).
El sábado 19 de mayo, por medio de un video grabado, la expresidenta Cristina Fernández anunció en forma sorpresiva su candidatura a la vicepresidencia de la Nación, y la designación del exjefe de Gabinete Alberto Fernández (2003-2008) como candidato a presidente, en un hecho sin precedente, dado que no hay registros en la historia de nuestro país en los cuales un candidato a vicepresidente designara a su compañero de fórmula. Como en 1989, un peronismo unido, aunque con la cuenta pendiente de definir un nuevo liderazgo, apuesta a una oposición semi o abiertamente desleal, haciendo uso de todos los recursos disponibles para condicionar el ¿último tramo? de la gestión presidencial de Mauricio Macri, los cuales van desde la protesta callejera hasta la manipulación mediática y la emisión de mensajes confusos y contradictorios hacia el mundo financiero. El desenlace de las elecciones primarias llevadas a cabo en agosto abrió la ventana hacia un proceso turbulento que se conformó en la estructura de oportunidad para desplegar esta estrategia por lo menos "semileal" de oposición.
Esta breve reflexión abre la puerta para una más profunda discusión sobre el papel de las oposiciones en nuestra democracia: ¿pueden las mismas ejercer un tipo de oposición leal sin renunciar a su natural y legítima vocación por el poder? Abrimos el debate.
Politólogo, profesor asociado regular UBA