El fútbol es tema de campaña
El mundo del fútbol tomó nota enseguida. Para la política, en cambio, el movimiento fue menos evidente. Hace diez días, el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta y el ministerio de Patricia Bullrich denunciaron a Francisco Martín Pérez, uno de los miembros de la hinchada de Boca , por haber amedrentado a la platea en la que espectadores cantaban contra Daniel Angelici , presidente del club. Era la tarde del domingo 17 de febrero, jugaban Boca y Lanús en la Bombonera, y Pérez, uno de los colaboradores de Rafael Di Zeo , recorría ese sector con otros seis de la barra mientras advertía a los que cantaban, según consta en videos y audios que tiene como prueba la Justicia y están en YouTube: "Acá no se canta ni contra Angelici ni los jugadores, ¿'tamo? Vamos Boca y la tribuna de Boca no le grita a nadie, ¿'tamo?, ¿'tamo?, ¿¡'tamo!?"
El Ministerio de Seguridad no solo identificó horas después en la grabación a Pérez, que tenía vedado desde abril de 2017 el acceso a los estadios, sino que advirtió que además había entrado con el documento de su hermano Sebastián. La denuncia, que quedó radicada en el juzgado federal N° 11 y se sumó a la de Juan Pablo Sassano, secretario de Seguridad Ciudadana de Rodríguez Larreta, debería ser considerada en una doble dimensión. La menos relevante es la campaña: impedido de dar buenas noticias económicas, Mauricio Macri está obligado a asumir la seguridad como la mayor de sus prioridades.
Es lo que él y algunos de sus colaboradores le dicen personalmente a Patricia Bullrich, convertida desde el año pasado en una de las más relevantes entre los ministros. Hay quienes van a las reuniones de gabinete y sacan conclusiones psicológicas: al verlas a ella y a su par de Desarrollo Social, Carolina Stanley , más locuaces que nunca, suponen que de ahí saldrá el compañero de fórmula del Presidente en octubre. ¿Movimientos prematuros? Cerca de Macri dicen que esa unción se hará más adelante, según mediciones propias. Lo que sí es concreto es que las barras bravas serán tema de conversación este año, y que la Casa Rosada acaba de incluirlas entre las cuatro prioridades de seguridad junto con el combate al narcotráfico , la mejora de las fuerzas y la captura de prófugos. "Ahora hay un Estado que lucha contra los comportamientos mafiosos", aludió el Presidente ayer en el Congreso.
En el gobierno porteño y en la cartera de Bullrich celebran que, gracias a lo que interpretan como efectos de los incidentes de la frustrada final de la Libertadores en River , la prohibición de vender choripán callejero funciona. La Policía de la Ciudad cree que esos puestos son propiedad o al menos contribuyentes forzados de las barras bravas. Hasta ahora, ni la junta de firmas en los estadios ni la choripaneada en el Obelisco han conseguido revocar esa decisión del Ministerio de Espacio Público porteño, donde consignan la estrategia general: no confrontar directamente con estas organizaciones criminales, sino con sus fuentes de financiamiento, que incluyen también los "trapitos" y la reventa de entradas.
La ministra de Seguridad está envalentonada porque el proyecto de ley de barrabravas , que viene de perder estado parlamentario y nunca fue una urgencia para Macri, será tratado en los próximos días en el Congreso. Y es probable que la restricción para los ingresos de algunos hinchas de Boca, que era por dos años y vencía en julio, se extienda a la categoría de "tiempo indeterminado" que prevé una resolución que firmó en diciembre, después de los piedrazos al ómnibus de Boca. La propuesta general, atractiva en campaña, arrastra sin embargo un riesgo de origen: el universo que pretende afectar es aquel donde el ingeniero de Socma aprendió a hacer política. El trabajo de Bullrich tiene en el fútbol esta segunda dimensión. ¿Abordó estas contradicciones semanas atrás, en su última conversación con Angelici? Nada fácil: son tabúes del macrismo.
Es cierto que el presidente de Boca quedó en una situación incómoda. Hasta Macri le hace últimamente delante de terceros cuestionamientos como, por ejemplo, no haber accedido la misma tarde de los incidentes a jugar aquella final con River. Opina más como hincha que como jefe del Estado y cree que a Boca lo habría favorecido la condición de víctima. Angelici decidió de todos modos levantar el perfil. En una entrevista con el diario Olé, tomó esta semana distancia de los aprietes de la barra brava a la platea. "No me gustó eso. Y lo hice saber", dijo. "¿No quedás mal vos?", insistió el periodista, Antonio Serpa. "Y, sí, pero, a ver: sé cómo funciona el club, sé que los muchachos, que denominan de la barra, no quieren que la gente insulte a nadie. Pero a mí no me hacen ningún favor y por eso he reforzado los ingresos a las plateas: no puede entrar nadie que no sea plateísta. Ellos a veces tienen el pase para colgar las banderas, pero se lo estamos restringiendo", contestó. "Pero, ¿fueron solos o los mandaron?", insistió el cronista. "No sé si fue una iniciativa de ellos o los mandaron. Solo sé que eso a mí no me beneficia. Al contrario, me terminó perjudicando. Aparte estamos en un año electoral , hay suspicacias. El club es de los socios y si ellos sienten que me tienen que insultar, lo harán".
El fútbol es a veces metáfora grotesca de la Argentina. Para una administración que tropezó con la economía puede significar sin embargo la oportunidad de mostrar al menos un logro en lo que inicialmente prometía como "cambio cultural". Es un momento crítico para el Gobierno: no solo la sociedad, sino el establishment entero parece haber perdido la fe con la última corrida cambiaria. Entre los empresarios, por ejemplo, el estado de ánimo es aún menos alentador que en tiempos del kirchnerismo por una cuestión de expectativas: como pasa ahora en Venezuela, entonces existía aquí la esperanza de que una renovación de autoridades mejoraría el destino de la Argentina; después del magro 2018, la sensación se parece bastante a la de un país inviable o al menos muy difícil por muchos años. "Hay que dejar de hablar del qué, en el que todos coincidimos, para centrarnos en el cómo", se resignó ante este diario el miércoles un directivo de la Unión Industrial Argentina que acababa de almorzar con Sergio Massa en la sede fabril. "Todo muy cordial con Sergio, pero, mal que nos pese, esto se va a definir otra vez entre Macri y Cristina", dijo otro de la mesa que, si les viera posibilidades, votaría a candidatos del PJ-Alternativa Federal.
Es entendible que Cambiemos haya decidido desandar ese camino. Volver al escenario de 2015, cuando todo era posible, y tomar un rumbo que entonces parecía más arduo, el del combate contra las mafias. La vuelta a la normalidad económica no fue todo lo fácil que Macri pensaba: requerirá de vientos externos favorables, imaginación y coraje para un ajuste que ni siquiera parece haber concluido. Este año electoral servirá entonces para probar al fútbol. Por lo menos en lo elemental, que es dejar claro si el afán de limpieza surgió de otro espejismo argentino o de lo que hasta ahora nunca existió: ganas de hacerla.