El bit que viaja no contagia
"El trabajo está dejando de ser un lugar físico para convertirse en una actividad", nos decía Alvin Toffler, anticipándose a los tiempos que estaban por venir, en su libro La tercera ola, publicado en 1983. En épocas de coronavirus, Google está demostrando que esta premisa tiene un sustento cada vez más cotidiano. Por estos días me estaba preparando para asistir, como lo hago anualmente, al Google Cloud Next, un evento que se celebra en San Francisco. Sin embargo, el Covid-19 produjo una crisis global que convirtió estos acontecimientos excitantes en una especie de amenaza mortal. Con una notable rapidez de reflejos, el encuentro pasó a la virtualidad y se convirtió en Google Cloud Next Digital. ¿O acaso la compañía no promueve una cultura de trabajo colaborativo, móvil y remoto?
Contrariamente al dicho que asegura que en la casa del herrero el cuchillo es de palo, Google también anunció el cierre de sus oficinas en Europa y Asia y siguió funcionando, ahora recomienda en Estados Unidos hacer home office y esto demuestra que cuando existe una organización 100% diseñada en y para el siglo XXI realmente no importa el escritorio de trabajo, sino la actividad que cada uno debe desempeñar con el dispositivo que tiene a mano, sea una computadora portátil o un teléfono inteligente.
En la década de 1960, Los Supersónicos (The Jetsons) había pronosticado que la videollamada nos iba a permitir trabajar en tiempo real y en equipo. Cincuenta años después, y con esta emergencia de salud de por medio, descubrimos que, además de esos beneficios, si en lugar de transportar átomos los que viajan son los bits, el mundo digital nos da la garantía de que no hay contagio posible. Por la natural resistencia al cambio los seres humanos necesitamos de algún hecho externo que nos "ayude" a hacer las cosas de otra manera. La desaparición de servidores por los distintos terremotos en el sur de Chile en la primera década este siglo aceleraron la conciencia de que la información está mejor resguardada en la nube, donde, además, queda preparada para todo tipo de catástrofes o contingencias. Esas experiencias traumáticas promovieron la migración de servidores y aplicaciones a este nuevo paradigma que brinda disponibilidad de los servicios casi sin interrupciones.
Ninguna de nuestras organizaciones, en general concebidas en una cultura del siglo XX, bajo el formato de la Revolución Industrial, desearía ser la próxima Kodak o el próximo Blockbuster. Por eso siempre hay que tener en cuenta lo que decía Darwin: "Solo sobrevivirán los que mejor se adapten al cambio y no los más inteligentes o los más fuertes". En este sentido, es importante escuchar lo que el coronavirus tenga para decirnos que nos permita desarrollar mayores niveles de flexibilidad y libertad en la manera en que llevamos a cabo nuestras tareas laborales, una de las claves para mantener nuestros trabajos vivos frente al advenimiento de la inteligencia artificial, una tecnología que literalmente barre los puestos que no requieren las características propias de los seres humano, ya sea porque son repetitivos o poco creativos o porque no requieren empatía ni contacto social.
Depende de nosotros hacer que esta amenaza constituya una oportunidad para hacer más productivo nuestro trabajo y más competitivas nuestras organizaciones.