Desafíos internos y externos del quinto peronismo
La nota que históricamente ha definido al peronismo fue la búsqueda, el logro o la recuperación de la justicia social. Dado que la política exterior no puede, ni debe, estar separada de la política interna, el objetivo peronista estuvo y seguirá estando condicionado tanto por las dinámicas internacionales y regionales como por las nacionales. Fernández enfrenta un escenario inédito.
El primer peronismo (1946) se desplegó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial y en el comienzo de la Guerra Fría. Como resultado del enfrentamiento bélico, la atracción del comunismo y el propósito de reanimar las economías, las estrategias intervencionistas buscaban alcanzar el Estado de bienestar. En América Latina, la Argentina sobresalía como una potencia muy influyente; con el mayor PBI per cápita de la región, al tiempo que las expectativas de apertura política y de ensayo democrático eran reivindicadas en la región. A nivel nacional, la disposición de reservas y el impulso a un modelo de desarrollo industrial permitieron el crecimiento económico y la redistribución del ingreso. Así, lo internacional, lo regional y lo nacional se alinearon para hacer factibles las políticas orientadas a alcanzar la justicia social.
El segundo peronismo (1973) se dio en un contexto internacional complejo, pero con ciertas dinámicas alentadoras. La derrota de EE.UU. en Vietnam epitomizó lo que se denominó la declinación relativa de la hegemonía de EE.UU., mientras el Tercer Mundo se tornaba más asertivo a través, entre otros, del auge del Movimiento de Países No Alineados. La Argentina parecía una isla democrática rodeada de gobiernos autoritarios (Brasil, Chile, Paraguay, Bolivia y Uruguay) y de frecuentes tensiones fronterizas. El papel ascendente de los militares caracterizaba a la región. El crecimiento argentino desde mediados de los 60 por vía del proyecto industrial se expresó en bajas tasas de pobreza y una menor desigualdad en términos comparados. Aunque con tensiones y dificultades internas y externas, el ideal de la justicia social parecía, una vez más, alcanzable.
El tercer peronismo (1989) se dio con el fin de la Guerra Fría y su promesa de la terminación de las ideologías, con el avance de la liberalización del capital y con el ascenso del fundamentalismo de mercado. América Latina fue testigo de una dinámica democratizadora y de la adopción de reformas económicas tendientes a la desregulación y la privatización estimuladas por la mayor influencia de EE.UU. después del colapso del comunismo. El país conoció la hiperinflación y atravesó una coyuntura crítica que pudo estabilizarse mediante la convertibilidad y la apertura y extranjerización económica intensas. En un escenario interno y externo que combinaba oportunidades, retos e inconvenientes, el gobierno procuró paliativos y compensaciones para sostener la mística de la preocupación y el compromiso por la justicia social.
El cuarto peronismo (2003) llegó al gobierno con un cuadro internacional variopinto: EE.UU. buscaba asegurar su primacía global impulsado por la "guerra contra el terrorismo" y el afianzamiento de China, y los altos precios de los productos primarios generaron alternativas de inserción y diversificación, política y económica. La "ola rosada" de gobiernos progresistas, de centroizquierda y nacional-populares en el plano regional produjo un marco propicio para ensayar políticas neodesarrollistas. La crisis de 2001-02 fue devastadora, pero con relativa prontitud el gobierno pudo implementar algunas políticas destinadas a retomar el cada vez más esquivo sendero de la justicia social.
El quinto peronismo (el de Fernández) afronta una situación inédita. La relación entre EE.UU. y China pasa de la competencia acotada a una intensa rivalidad y el contexto económico global está cargado de incertidumbre. Esta combinación anuncia pugnacidad y volatilidad. Una explosión social y política de diverso tipo y alcance caracteriza a América Latina al tiempo que Brasil se convierte en un dolor de cabeza para la Argentina y la región. La inestabilidad y la conflictividad afectan el entorno geopolítico del país. En el campo interno sobra describir el legado acumulado de pobreza y polarización.
Recuperar justicia social con este marco internacional, regional e interno tomará mucho tiempo y esfuerzo, y la política exterior que pueda contribuir con esa recuperación deberá ser modesta y prudente.
Vicerrector de la Universidad Di Tella