Desafíos para la asistencia social
La combinación de la cuarentena obligatoria con el enorme peligro de un contagio masivo, sobre todo en los espacios de mayor densidad poblacional, implica inéditos desafíos para los programas de asistencia social y sanitaria. Toda acción social, para ser efectiva, requiere algún grado de cercanía, y obviamente más aún cuando lo que se quiere resolver está asociado al miedo por la vida en alguna de sus dimensiones. Pero en una pandemia la cercanía es muy dificultosa, por no decir imposible. Los trabajadores sociales trabajan cerca de la gente en múltiples temas que van desde la alimentación hasta la violencia familiar, pasando por el apoyo a los adultos mayores y el control de la salud.
Pero la paradoja es que cuando la cercanía es más difícil, también es más necesaria. La cuarentena es dramática para muchísimas personas y familias vulnerables, sea por la soledad obligada o por los peligros de la convivencia forzada, y también por el miedo a un cercano futuro sin recursos. La experiencia de los países que comenzaron sus cuarentenas antes que nosotros da algunas pistas acerca de las prioridades a considerar.
La primera, aunque parezca evidente, es que no puede desarrollarse ninguna acción en el territorio, de ningún tipo, que no respete las normas básicas para evitar el contagio. Un operador social infectado puede infectar un barrio, un asilo o cualquier espacio común. Y sobre todo a sus compañeros. Un documento inglés dice: "El peor escenario imaginable es el de muchos enfermos y pocos operadores sociales y sanitarios". Y por ello, dentro de las instituciones de acogimiento –donde viven personas especialmente frágiles–, las precauciones deben multiplicarse. La OMS y otras organizaciones, como los servicios de salud europeos, han difundido recomendaciones específicas para estos casos, que pueden encontrarse en internet.
La segunda cuestión a tener en cuenta es que hay que aprovechar la energía social de la comunidad para multiplicar la acción preventiva y curativa no solo del virus, sino también de sus efectos sociales. Iglesias, ONG y líderes sociales pueden formar redes utilizando celulares y computadoras para varias actividades, que van desde difundir noticias relevantes hasta denunciar violaciones. Para ello, es importante que los municipios definan responsables ocupados de construir y acompañar estas redes, y estimular el uso de los teléfonos de alerta que ya existen, como los 144/137/911/102 para diversos eventos de violencia. Pero también esas redes sociales pueden servir para distribuir materiales que ayuden a sobrellevar la cuarentena dentro del hogar, o a complementar las tareas educativas, como lo hace, entre otros, el espacio Primera Infancia Sgo (de la provincia de Santiago del Estero).
El tercer punto es que hay que tener conciencia de que en estas situaciones de largas cuarentenas aumentan sustancialmente los episodios de violencia en los hogares, que van desde la violencia de género hasta el abuso infantil. Todos los informes provenientes de China, Reino Unido, Francia y España así lo demuestran. Por tanto, hay que poner este tema entre las prioridades; difundir los teléfonos citados y trabajar en otras cuestiones asociadas a las relaciones familiares, como por ejemplo los complejos casos de padres separados. Más allá de la urgencia, una relación fluida con los servicios de protección de derechos es vital, pues habrá mas personas que los necesitarán.
También hay que considerar que los operadores sociales y sanitarios van a estar sometidos a un nivel de estrés físico y psicológico inusual. Ya hemos visto las fotos de los médicos y las enfermeras agotados, pero esa situación va a afectar también a quienes trabajan en los barrios, con ancianos y niños; en las comisarías y demás servicios públicos de contacto. Por ello es que resulta importantísimo pensar en la actitud de "cuidar a los que cuidan", a través de rutinas especiales para ellos. Información y atención; espacios de contención psicológica; servicios especiales, como guarda de hijos de madres solas o ancianos convivientes; facilitar sus traslados; dar capacitación especial sobre aislamiento y acceso prioritario a consejeros ante posibles contagios.
Es cierto que para muchos municipios pequeños y medianos estos principios representan una carga excesiva para sus recursos materiales y humanos, pero en varios casos en Europa se acudió a la ayuda de los profesionales del sector privado –en especial psicólogos– para complementar el apoyo a los funcionarios públicos. Las cámaras empresarias y sindicales son también una herramienta muy valiosa para difundir principios de seguridad sanitaria y recibir información.
Una parte central de los gobiernos está concentrada en evitar el contagio y sus consecuencias sanitarias, pero la mayor perversidad de esta pandemia es que afecta dimensiones de la vida cotidiana de maneras a las que no estábamos acostumbrados. De allí la importancia de tener esta mirada amplia que incluya a los enfermos, a los sanos y sus familias y a quienes están trabajando para ellos.ß