Cuidar la mayor riqueza del país
La nutrición alimentaria y afectiva durante el primer año de vida es primordial. Carecer de ella daña irreversiblemente la actividad cerebral. El primer año es "la primavera" del sistema nervioso central. Sin ella, verano, otoño e invierno de la vida quedan limitados. La desnutrición genera debilidad mental, dificultades de comprensión y limitado desarrollo físico. Un ejemplo: un niño desnutrido dejó la escuela pues no comprendía palabras simples como océano, sombra y otras; su madre tenía un vocabulario menor a 200 palabras cuando lo normal son 15.000; el hijo alcanzaba solo 50. Otro ejemplo surge de estudios en dos provincias: en su mayoría, los grandes criminales mendocinos eran desnutridos y los detenidos bonaerenses no habían completado la escuela primaria por la misma razón.
Surge así un obstáculo a la educación y la seguridad: ¿de qué sirve que un niño desnutrido vaya a la escuela si no comprende las palabras?; ¿de qué sirve multiplicar presupuestos policiales, si el delincuente no sabe relacionarse ni asocia la gravedad de sus actos?
Estos interrogantes movieron al chileno Fernando Monckeberg a buscar su causa, que la halló en la desnutrición infantil. Cuando se recibió de médico (1950), Chile era extremadamente pobre y tenía la tasa de desnutrición más alta de América del Sur. "Ante un mundo que avanzaba en tecnologías y conocimientos -explicó en una reciente charla en Buenos Aires- nuestros niños quedaban lesionados de por vida, por lo que los obstáculos para el desarrollo eran enormes". No servía tratarlos si no se eliminaban las causas que año a año incrementaban los casos. Para ello creó en 1974 la Corporación para la Nutrición Infantil (Conin), organización de la sociedad civil que propuso al Estado tratar la desnutrición si este eliminaba sus causas: falta de agua potable, de cloacas, electricidad o gas; poca educación escolar y materna, etcétera. En 30 años (1974-2004), destacó Monckeberg, una política de Estado respetada por los gobiernos, junto a la metodología Conin, logró que Chile tuviera la más baja desnutrición de América Latina: redujo la mortalidad de 180 a 7 niños cada mil nacimientos y, en menores de 15 años, del 48% a menos del 1%; la expectativa de vida se elevó a 80 años; los chicos con retraso de crecimiento se redujeron del 70% al 1%; la última generación de chilenos creció en estatura, en promedio, entre 10 y 12 centímetros.
El médico argentino Abel Albino se especializó en pediatría en Chile, teniendo de profesor a Monckeberg. En 1992 estudió en España Biología Molecular, pero abandonó esta especialidad del futuro, pues en su país había que solucionar el pasado. Inspirado en su maestro, creó en Mendoza la Fundación Conin (1993), que preside junto a Monckeberg como vicepresidente, para extender su acción al país, América Latina y el mundo.
La Argentina no tiene la pobreza de Chile en 1950, pero el tema es preocupante: casi 4000 chicos desnutridos mueren por año; según la UCA, el 48% de los niños son pobres y no acceden a alimentos saludables. "Yo vi el milagro chileno -dice Albino- y tenemos la posibilidad de repetirlo". Conin de la Argentina creó en Mendoza el primer centro de prevención de desnutrición del mundo y el primer hospital de desnutridos que recuperó a 1200 pacientes graves. En sus más de 100 centros en 18 provincias, trata a 6500 niños y 4000 madres por semana. Ya recuperó a 25.000 niños. Además cuida la calidad alimentaria y atiende el entorno familiar afectivo y el habitacional. El reconocimiento internacional hizo que se crearan centros Conin en América Latina y África con el lema: "Terminar la guerra del hombre contra el hombre e iniciar la del hombre contra el hambre". 130 instituciones y empresas, y más de 10.000 individuos donan a este objetivo.
Organizaciones como Conin, a las que llamamos "usinas de inteligencia", proponen soluciones donde los gobiernos no supieron encontrarlas, exigiéndoles que eliminen las causas del problema que enfrentan. Esta eficaz complementación minimizó en Chile su dramática desnutrición infantil, con una inversión estatal de US$22.000 millones en infraestructura y servicios básicos.
En 2016, el presidente Macri impulsó un convenio entre el Ministerio de Desarrollo Social y Conin para subsidiar sus centros. Pero vencer la desnutrición implica eliminar la pobreza, donde los niños son los más afectados. Ello requiere inversiones del Estado en infraestructura que nuestro país aún no ha hecho, siendo que su mayor riqueza es el capital humano.
Director ejecutivo de la Fundación Sales