Cuidado de sí, cuidado del mundo
En uno de los episodios más significativos de la leyenda del Grial, el Rey Pescador (Amfortas) padece una misteriosa enfermedad que no solo le procura desgano, envejecimiento y debilidad extrema, sino que hace que toda la tierra se vuelve yerma; los árboles no reverdecen, los granos no germinan, los ríos se secan, las aves fenecen y el castillo se arruina. ¿Será posible tornar esta "tierra baldía" o "gastada" (terre gaste) en tierra de regocijo (terre liesse)? Desde todos los rincones del mundo acuden caballeros atraídos por el Rey Pescador, pero la decadencia y la enfermedad los sorprenden tanto que, en lugar de indagar sobre el Grial, se limitan a cuestionar o reconfortar al soberano y ellos mismos fenecen porque no hacen la pregunta correcta, no indagan por su enfermedad ni por el Grial.
En Li contes del Graal -escrito por Chrétien de Troyes hacia 1180-, Perceval, el héroe ingenuo que en lengua alemana será llamado Parzifal, formula la pregunta correcta luego de un primer fracaso. En esa ocasión, el Rey Pescador mejora, la naturaleza vuelve a la plenitud, el castillo se reconstruye y el reino se regenera.
La obra de Chrétien -primera versión de la leyenda- permanece inconclusa, y en los años siguientes florecerá una vasta literatura, que enriquecerá la historia y propondrá incesantes precisiones y correcciones que ahondarán su misterio. Basta recordar que Robert de Boron poco después convierte al Grial -que en Chrétien es un plato o escudilla- en el cáliz de la Última Cena que José de Arimatea empleó para recoger la sangre de las heridas durante la crucifixión de Cristo y que luego se extravió en Europa.
Es imposible detenernos en las innumerables continuaciones que asimilan tradiciones celtas, nórdicas, árabes e iranias en las que el "Grial" aparece también como libro, corazón, piedra. Pero en todos los casos se trata de la búsqueda de un inefable tesoro difícil de encontrar que remedia las fragilidades físicas y espirituales y cuya clave se oculta en todo corazón puro, en aquellos que saben buscar y preguntar correctamente. En buena medida, la leyenda del Grial se torna una historia simbólica fundamental que da cuenta del pathos espiritual de Occidente, tal como lo sugiere el poema de T.S. Eliot La tierra baldía (1922). Nuestra tierra está baldía, desolada, descuidada, porque como aquellos caballeros, no hacemos la pregunta correcta y nuestras acciones se desorientan.
En nuestra cultura actual -religiosa, filosófica, científica, artística, técnica- no predominan la idea ni la praxis del cuidado de sí y del cuidado del mundo. En el diálogo Alcibíades I, atribuido a Platón, Alcibíades quiere ser político y Sócrates le hace comprender que para gobernar a otros es menester gobernarse a sí mismo, y que ello solo es posible mediante el cuidado de sí y, en definitiva, mediante el conocimiento de sí mismo.
Omitimos las múltiples disquisiciones a las que se ha prestado este texto y el tema del cuidado. Basta señalar que no debe confundirse el "cuidado" con una suerte de "mimo", como según Peter Sloterdijk suele entendérselo hoy. Sin embargo, si el "cuidado" es ontológicamente constitutivo, como tantas tradiciones lo sugieren, los condicionamientos actuales, la banalidad y el materialismo no pueden eliminarlo. El cuidado consiste en dar cuenta de la profundidad que nos interpela para hacernos cada vez más responsables de nosotros mismos y de los demás en nuestra acción, nuestra palabra -o expresión visual, sonora- y en nuestro silencio. El cuidado despierta la compasión, comprendida como el compromiso amoroso que espera redimir en el propio corazón el padecimiento ajeno. En la ópera homónima de Wagner, Parsifal no pregunta, pero al padecer en su corazón el dolor del Rey Amfortas, exclama compasivamente: "¡Amfortas! ¡La herida! ¡La herida! Ella quema en mi corazón...".