Cristina Kirchner volvió con todo y el Gobierno lo celebra
Cristina Kirchner volvió con voz propia al centro de un escenario del que nunca se fue, pese a un largo silencio que muchos observadores políticos entendieron como un particular modo de hacer campaña electoral sin exponerse. En los últimos días, después de su maratón por los tribunales, tanto vía Twitter como en el Senado, ensayó un contraataque contra la Justicia y el gobierno de Mauricio Macri , del que no se salvaron ni la prensa ni los Estados Unidos.
Su defensa siguió basándose en una vieja estrategia de victimización que exhibe no pocas flaquezas. Ya no solo habla de una "persecución política, judicial y mediática". Frente a cada imputación asociada con los pagos de coimas por la concesión de obras públicas durante su gestión, la exjefa del Estado ha apelado al recurso de decir que "no sabía".
De acuerdo con su reciente presentación escrita ante la Justicia, la viuda de Kirchner no tuvo "ningún tipo de intervención directa o indirecta" en contratos públicos como los de importación de gas licuado o de concesiones ferroviarias o de distintas compras por parte del Estado. Solo le faltó decir que era tan inocente como Isabel Perón y que Julio De Vido era su López Rega.
"Jamás ni Néstor Kirchner ni la suscripta utilizamos los bienes del Estado en nuestro propio provecho o fuera de lo que importaba el cumplimiento de funciones oficiales", aseguró la expresidenta. "Quien afirme lo contrario, indudablemente miente", agregó.
Probablemente, entre tantas otras cosas, olvidó que, siendo candidata a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires en 2005 -en aquella recordada elección que le ganó a Hilda "Chiche" Duhalde -, cuando su esposo gobernaba el país, utilizó el helicóptero presidencial para desplazarse por el territorio provincial y hacer campaña proselitista. No hay constancias de que esos gastos hayan sido solventados por su partido.
Que la expresidenta haya vuelto a aparecer en todos los medios, a partir de las innumerables causas judiciales en su contra, es casi una bendición para Macri. También para su asesor Jaime Durán Barba , quien puede seguir perfeccionando su estrategia polarizadora dirigida a que, de cara a los comicios presidenciales, aumente el miedo a un regreso al pasado kirchnerista que anida en una porción importante del electorado. Hacer que ese temor sea mayor que el desencanto que produce la gestión económica del actual gobierno es uno de los principales ejes de la campaña oficialista.
Nadie en el macrismo debería quedarse tranquilo ni dar por seguro que esa será la estrategia ganadora. Los problemas económicos, sumando la inflación , el desempleo y el temor a perder el trabajo, figuran por muy lejos a la cabeza de las principales preocupaciones ciudadanas, y el Presidente necesita afinar su relato si no quiere seguir perdiendo puntos de imagen favorable.
En 2017, la sociedad se quejaba de su duro presente, pero las expectativas favorables fueron más gravitantes para que el electorado que confió dos años antes en Cambiemos renovara su apoyo al Gobierno. En 2019, el malhumor social es considerablemente mayor, como lo muestran todas las encuestas de opinión pública.
De poco sirve que Macri afirme que "la economía empieza a acomodarse", cuando unas semanas antes dijera que la inflación estaba comenzando a bajar y, un día después, nos despertáramos con una suba del índice de precios al consumidor en enero del 2,9%, tres décimas más que en diciembre. Más complejo aún es para el Gobierno remontar aquella invitación de Macri a la sociedad para que evalúe su gestión en función de la evolución del nivel de pobreza .
El Gobierno no intentará desconocer que la pobreza ha aumentado si se mide en función del ingreso del hogar contra el costo de la canasta familiar y que, según ese indicador, alcanza a un tercio de la población argentina y crece en el conurbano bonaerense. No obstante, prepara una batería de argumentos para explicar que, si se mide mediante otros parámetros, la situación de la gente más humilde ha mejorado con respecto a los últimos años.
Las estadísticas oficiales sobre la cantidad de personas que han pasado a estar incluidas en la red de agua potable y de cloacas; el número de beneficiarios directos por la pavimentación de calles de tierra o por la llegada del Metrobús y de otras obras de infraestructura serán esgrimidas por los funcionarios de Macri cada vez que se hable de pobreza.
Definitivamente, no alcanzará para persuadir a muchos electores que nunca quisieron ni quieren a este gobierno. Y será difícil que alcance para torcer la voluntad de todos los ciudadanos que votaron en 2015 a Macri y hoy no ocultan su desilusión. La sociedad necesita escuchar que la presente crisis será la última, pero también eso podría ser tildado de un discurso voluntarista. De ahí que, en términos electorales, mientras la economía no exhiba claras señales de recuperación, el recurso del miedo al pasado continúe siendo por ahora el arma más potente del oficialismo.