Coronavirus: un nuevo paradigma jurídico-político
El mundo se ha declarado en emergencia. Una emergencia diferente de las conocidas hasta ahora. No se trata de una catástrofe natural, ni de un golpe de Estado, ni una guerra. Tampoco de una crisis económica o financiera. Un virus, el Covid-19, ha puesto en jaque a la humanidad, que se enfrenta, inesperadamente, a la idea de un apocalipsis. Los Estados no encuentran mecanismos legales para hacer frente a esta situación. Tampoco el derecho internacional, ni en particular el derecho internacional de los derechos humanos, brinda respuestas. Los "estados de excepción" tales como el estado de sitio no parecen ser herramientas diseñadas para enfrentar la nueva y sorpresiva realidad. ¿Qué hacer?
Ante la emergencia, los Estados, y entre ellos el nuestro, han restringido fuertemente el ejercicio de los derechos civiles y políticos, esa conquista del liberalismo político clásico. Se limita la circulación personal, se interviene en los contratos, se suspenden ejecuciones y procesos judiciales, se restringe la circulación de bienes y servicios. Como consecuencia de estas restricciones, se ha resentido la vigencia de los derechos sociales. La totalidad de las relaciones jurídicas se ve impactada por la acción estatal a escala global. Las nociones de propiedad, comercio y contrato, las relaciones interpersonales, y aun las de familia, se ponen en cuestionamiento.
Por el momento, son pocas las voces que cuestionan las medidas que se van adoptando, casi sobre la base de un mecanismo de prueba y error. "La emergencia debe ser conjurada a cualquier costo". ¿Sí? Esta es la pregunta que algunos comienzan a plantearse. ¿Cuál es el necesario punto de equilibrio entre la imperiosa necesidad de proteger la salud de la población y permitir que los habitantes gocen de su libertad individual, fin último del Estado, sin que con su conducta cause daño a otros? Esta cuestión dará motivo a múltiples debates.
Junto con las medidas que se adoptan día a día para superar la crisis no es posible dejar de lado la necesaria planificación del futuro. Un futuro que se verá impactado por los sucesos de hoy. ¿Cómo restablecer, superada la crisis, la validez de los contratos, fuertemente afectados por las medidas adoptadas? ¿Cómo restablecer las cadenas de producción, indefectiblemente cortadas? ¿Cómo lidiar con la pérdida del poder adquisitivo de familias y empresas, que generará un agravamiento de la pobreza estructural que ya sufren nuestro país y gran parte del mundo? En materia de contratos, ¿la autonomía de la voluntad seguirá siendo soberana? Creemos que no. La magnitud de la crisis es tal que la aplicación de parámetros ortodoxos no parece razonablemente posible. Ante esta situación, no puede haber "ganadores y perdedores". Todos estamos a bordo del mismo barco.
¿Cuál será el futuro de las relaciones laborales y de producción quebradas como consecuencia imprevista de la crisis actual? Frente a las crisis económicas, las medidas adoptadas durante el siglo XX, y en protección de los trabajadores y empleados, establecieron fuertes regulaciones al comercio y una amplia intervención estatal en las relaciones laborales y de la economía, dando surgimiento al "estado social de derecho". Estos mecanismos han sido puestos en crisis por la situación actual. No es posible, sin limitaciones, mantener la ficción de que el empresario puede y debe aceptar cualquier sacrificio, ni tampoco creer que el Estado por sí solo podrá brindar la solución. Es una tarea conjunta.
El mundo como lo conocemos también se verá afectado. La idea clásica de soberanía nacional se ve –una vez más– interpelada. La crisis no solo golpeó a los países periféricos, sino también –y en forma especialmente fuerte– a los centrales. Hasta ahora, las respuestas han sido solo nacionales, aun en los sistemas de mayor integración, como la Unión Europea. La ONU guarda silencio frente a una situación que la desborda. Los muros nacionales vuelven, como en la Edad Media, a levantarse. ¿La actual crisis del coronavirus reforzará la regla de soberanía, sobre la base de un "sálvese quien pueda", o iremos a un refuerzo de la comunidad de naciones y en busca de un destino común como género humano?
La crisis actual y la búsqueda de su solución no pueden llevarnos a descuidar la planificación a futuro. Si toda crisis es una oportunidad, la crisis desatada por la pandemia del Covid-19 nos lleva a la necesidad de ser creativos y buscar soluciones de largo plazo que permitan lograr, una vez superada la crisis –con los menores impactos posibles, que los habrá–, el desarrollo pleno de nuestras potencialidades. Y en esto tenemos un desafío sin igual. Como instó Ortega y Gasset: "Argentinos, a las cosas".