Coronavirus: pandemia e individualismo
En el prólogo de su libro Pandemia, editado en 2009, la doctora Mónica Müller afirma: "La peste fascina. Es la crueldad de la naturaleza en acción y una de sus creaciones más logradas. Es la muerte imperceptible que se desliza de una persona a otra hasta diezmar siglos de civilización en pocas semanas. Es la presencia de un predador invisible que no respeta rango ni poder y contamina de recelo los sentimientos más nobles. Es más de lo que una mente paranoica promedio puede imaginar". Esta aseveración, surgida en tiempos de la gripe A (H1N1), tiene una notable vigencia frente actual brote mundial de coronavirus (Covid-19).
La cifra de muertos supera los 11.000. El flagelo puso en jaque a los sistemas de salud pública de las naciones más desarrolladas del planeta. Por otra parte, la pandemia impactará sobre la economía global. Por esta razón, el gobierno de EE.UU. anunció que planea destinar 850.000 millones de dólares para amortiguar el impacto financiero de la enfermedad.
La propagación del virus presenta un efecto nocivo extra: tiñe de individualismo y desconfianza la conducta de una parte de la sociedad. Así, el miedo a lo desconocido y el instinto de preservación más primitivo se combinan peligrosamente, abriéndoles la puerta a posibles conductas discriminatorias de toda índole. Por estos lares, con las expectativas puestas en el avance de la ciencia e intentando aplanar la curva de contagio de cara al futuro, toda la dirigencia, oficialista y opositora, está haciendo su trabajo. Luego de una subestimación inicial del problema por parte del titular de la cartera de Salud, el Poder Ejecutivo, los gobiernos provinciales y las administraciones municipales comenzaron a gestionar. Dispusieron medidas de salubridad, económicas y sociales para hacer frente a la emergencia y mitigar los efectos de la misma. Además, se unificó el criterio de acción: el Estado tiene un rol central en la distribución de información, la prevención y la atención de la población en situación de riesgo.
Frente a los múltiples casos detectados en el país, con la cuarentena nacional declarada y el discurso presidencial, la política gana centralidad, emitiendo un claro mensaje a la población. La ciudadanía, esa que tantas veces critica (algunas, con razón) a la política y sus actores, tiene que hacer su parte: la democracia supone libertad e igualdad; también implica responsabilidad en el cumplimiento de las normas y disposiciones emanadas desde un gobierno constitucional.
Suele afirmarse que toda crisis es una oportunidad. En 1946, Borges escribió "Nuestro pobre individualismo". En ese ensayo, publicado en 1952 en Otras inquisiciones, señala: "El argentino, a diferencia de los americanos del norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse a la circunstancia de que, en este país, los gobiernos suelen ser pésimos o al hecho general de que el Estado es una inconcebible abstracción; lo cierto es que el argentino es un individuo, no un ciudadano". La pandemia de coronavirus pone a prueba a la sociedad. Tal vez, entendiendo que el sentido de pertenencia y el criterio humanitario deben guiar la conducta colectiva, se pueda comenzar a modificar la perniciosa realidad. Esa que el escritor definió hace más de 70 años y cuyos alcances llegan hasta hoy.
Licenciado en Comunicación Social (UNLP); miembro del Club Político Argentino