Coronavirus: Demostrar que somos solidarios
En 2015, Yuval Noah Harari, en su Breve historia del mañana, afirmaba que las enfermedades infecciosas solo pondrían en peligro a la humanidad si ella misma las creaba, al servicio de una ideología despiadada. El autor recomendado por Obama nos cambiaba el foco de preocupación hacia la amenaza de la inteligencia artificial, por sobre las pestes y epidemias.Hoy, su hipótesis es desafiada. Las noticias sobre la expansión mundial del coronavirus avanzan a un ritmo nunca visto. ¿Se equivocará Harari?
Las consecuencias en la salud pública parecen imprevisibles. El freno a la actividad económica será dramático, particularmente en las economías más débiles. El comportamiento social es digno de análisis. La paranoia que este fenómeno genera en todo el mundo obliga a pensar en la función que deben cumplir el derecho –normas, valores y principios que regulan conductas– y la política –proceso de toma decisiones– en la sociedad. En esa relación entre derecho y política las personas tenemos derechos y también asumimos obligaciones, y el Estado debe garantizar los primeros y hacer cumplir las segundas. El Estado, en este escenario, debe poner los mayores esfuerzos para garantizar el efectivo derecho a la salud, ampliando la sanidad pública. Desde la prevención hasta la atención, pasando por la información y la sensibilización.
Los gobernantes deben estar a la altura, y las decisiones deben contar con respaldo científico. Estimular la amenaza del Código Penal no traerá resultados satisfactorios. La cárcel rara vez soluciona con éxito problemas sociales, y ese remedio se asocia más a modelos autoritarios que a democracias modernas. Con mucho esfuerzo superamos experiencias que hoy viven lugares en donde las noticias se ocultan o las personas infectadas tienen por destino el fusilamiento. Declarar el aislamiento social preventivo y obligatorio fue un acierto. Garantizar el abastecimiento no especulativo de productos higiénicos y médicos en situación de emergencia es también una medida auspiciosa, aunque para muy corto tiempo si no se fomenta su producción masiva.
Sin embargo, no alcanza con reclamar respuestas al Estado. Esta es una buena oportunidad para empezar a entender que no podemos vivir solo del deporte de exigir derechos. ¿Cuál es la actitud que deberíamos asumir los ciudadanos? Compromiso y participación. Estamos enrolados en la guerra contra la pandemia. Cada lavado de manos es nuestro pequeño aporte en esa gran batalla. También es tiempo de asumir responsabilidades individuales con conciencia solidaria y acatar estrictamente las medidas de salud pública que fija el Gobierno en el marco de la Constitución. Todos debemos hacerlo, del más poderoso al más postergado; el primero debe brindar ejemplo. Los derechos son universales y las obligaciones, también.
Dentro de estas medidas está el aislamiento preventivo obligatorio, y en un futuro tal vez la vacunación obligatoria, ya declarada constitucional por la Justicia argentina. A esta altura dudo de que continúen existiendo defensores de la "antivacunación", pero no está de más recordarlo: la libertad encuentra un límite cuando afecta los derechos del prójimo. También tendremos que modificar –por un tiempo– ciertos hábitos arraigados y adquirir otros a los que no estábamos acostumbrados. Nos gusta asistir a espectáculos masivos y saludarnos efusivamente, pero hoy resulta más importante prevenir contagios y proteger la salud de las personas más vulnerables. El derecho constitucional a la salud comprende curarse y prevenir enfermarse. No hay política pública o ley penal que alcance ese objetivo si no contamos con una sociedad que asuma los compromisos pautados por el Gobierno frente a una pandemia planetaria. Decimos que los argentinos somos solidarios. Llegó el momento de demostrarlo y cumplir con la ley.
Catedrático de Derecho (Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires), abogado y doctor en Derecho (Universidad Complutense de Madrid)