Consenso para una nueva etapa
En estas líneas propongo la búsqueda de un consenso serio, capaz de delinear el camino de la salida de la crisis que atravesamos y que solo por la vía de ese consenso podremos comenzar a superar.
Estamos asistiendo al fin de un ciclo, de una etapa de la vida nacional signada por sucesivos fracasos que han generado una profunda desconfianza de la sociedad hacia las instituciones de la democracia, en primer lugar, los partidos políticos. Dos de cada diez compatriotas no confían en que los partidos puedan resolver los problemas que los agobian: desempleo, bajos ingresos, inseguridad, corrupción, etcétera.
En casi cuarenta años de democracia ininterrumpida crecieron la marginalidad, la pobreza, la desigualdad social y, exponencialmente, la delincuencia y la violencia. A comienzos de los años ochenta mirábamos de lejos el fenómeno del crimen organizado que se enseñoreaba en México o en Colombia. Hoy vemos la proliferación de barriadas pobres tomadas por bandas delincuenciales, ante un Estado ausente.
No hay que buscar mucho para encontrar las razones de los fracasos de los gobiernos. Ha sido y es la creencia de que un partido, por si solo, o un líder en solitario, podrá dar cuenta de tal compleja problemática. A la generación política de la democracia la ha dominado esa creencia infantil y hemos venido transitando por ese camino equivocado.
Por tal razón, al ver la realidad de desatino y confusión en que vivimos, y a partir de la más absoluta convicción de que no saldremos adelante cometiendo los mismos errores del pasado, propongo que el Diálogo Interreligioso sea quien llame a una mesa de diálogo para los consensos básicos, que deberá estar integrada no solamente por los candidatos para las próximas elecciones presidenciales, surgidos de las primarias que tendrán lugar el próximo 11 de agosto, sino también por los representantes de los trabajadores, de los empresarios, de los movimientos sociales, de la academia, etcétera.
Los acuerdos alcanzados en esa mesa de diálogo, antes de los comicios, constituirán el núcleo del programa del próximo gobierno, sean quien sea que gane, y definirán las políticas esenciales para salir adelante, a partir de 2020.
Un acuerdo de ese tipo dará a la sociedad argentina y a la comunidad mundial la certeza que demandan y el resultado electoral dependerá de la simpatía y confianza que despierten las figuras contrincantes.
Ese consenso alcanzado constituiría el comienzo del fin del ciclo de decadencia que necesitamos dejar atrás definitivamente.
Expresidente de la Nación