Árboles a cambio de subsidios
La organización ambientalista Greenpeace denunció que en 2018 la superficie deforestada ilegalmente de bosques protegidos de Salta, Santiago del Estero, Formosa y Chaco fue equivalente a dos veces el territorio de la ciudad de Buenos Aires. He leído también que el 70% de lo que el Gobierno recauda está aplicado a fines sociales, dentro de los cuales, en una gran medida, se encuentran subsidios, planes para desocupados y otros paliativos comunitarios.
Dentro de esas erogaciones, existen algunas muy justificadas y también otras que no lo son, y que desalientan el recurso número uno que tiene cada sociedad: la cultura del trabajo. En muchos casos existe en la distribución de estos subsidios la connotación política, por la cual los operadores buscan congraciarse con los beneficiados, pero no con dinero de ellos, sino con los bienes que son de todos nosotros.
Nuestra fatigada y empobrecida sociedad merece tener una contraprestación a esta beca, justificada o no, a la que debe contribuir inopinadamente. Mi propuesta es que todos los beneficiarios -los presos que no cumplen actividades laborales, los favorecidos con los planes Trabajar y todo aquel que se encuentre en situación parecida de beneficios económicos y simultánea inactividad- planten árboles.
¿Dónde? En todas partes: en calles de paisaje poco atractivo que la vegetación mejoraría, en áreas previamente destinadas a la forestación, en los terrenos propios de los beneficiados, en los patios de fondo de los edificios y, básicamente, en predios destinados a tal fin por un pequeño instituto integrado por especialistas independientes de la estructura política.
Entendemos que esta contribución al paisaje, pero básicamente a la atmósfera que compartimos todos, sería una retribución a la carga económica que el conjunto social soporta y beneficia a individuos que por diversas razones están inactivos. La ecuación es simple: la sociedad aporta recursos a quienes lo necesitan; estos retribuyen a la comunidad en calidad ambiental mejorada por la forestación. ¿Es esto una quimera o una política posible?
Según informa el World Economic Forum, Paquistán está plantando más de mil millones de árboles (más de setecientos cincuenta millones desde 2015), lo cual permitió darles trabajo a quinientas mil personas. China está plantando árboles en un aérea del tamaño de Irlanda y ha desplegado sesenta mil soldados para hacerlo. La India plantó sesenta y seis millones en solo doce horas en 2017. Participaron un millón seiscientas mil personas y el país ha prometido reforestar un 12% de su extensión para 2030.
Los países africanos están plantando una gran pantalla verde de ocho mil kilómetros de árboles, desde Senegal hasta Djibouti, para promover la seguridad alimentaria y combatir el cambio climático. Senegal individualmente ha plantado once millones de árboles.
La sociedad argentina no está actualmente en la condición económica de ejercer beneficencia masiva e indiscriminada. Por otro lado, la humanidad está tomando conciencia de la emergencia ambiental. Nuestro país no debería quedar fuera de ese consenso generalizado.
Arquitecto
Carlos Eduardo Libedinsky