Coincidencias detrás de la grieta
Grietas, antinomias, divisiones, confrontación. Son denominaciones variadas para identificar a uno de los grandes nubarrones que opacaron en la Argentina la posibilidad de un desarrollo integral y que aún nos cuesta superar como sociedad.
Si repasamos nuestra historia como nación, comprobaremos que los enfrentamientos predominaron de manera recurrente por encima de los consensos.
La batalla entre quienes impulsaron la independencia y los que sostenían el statu quo colonial fue el punto de partida. Se sucedieron luego las luchas entre el puerto y el interior; federales y unitarios, aquellos que entendieron la necesidad de habilitar la participación política de sectores populares y ampliar sus derechos versus los grupos que aspiraban a preservar sus privilegios.
Cada etapa de nuestro recorrido nacional estuvo atravesada por contradicciones que en muchas ocasiones se estimulaban de manera deliberada con propósitos partidistas o por la búsqueda de ventajas de corto plazo.
Pero sobrevolando esas tensiones, en ciertos momentos de nuestra historia reciente surgieron a la vez líderes con una mirada integral, que asumieron que la persistencia de las "grietas" amenazaría nuestro horizonte y por lo tanto trabajaron en busca de una alternativa de superación.
Lo fue Hipólito Yrigoyen con la incorporación de vastos sectores sociales a la vida democrática del país. Arturo Frondizi inauguró su gobierno con el lema de desarrollo, integración nacional y paz social, procediendo a reincorporar al peronismo a la vida pública, tras el intento de decapitación política que ensayó el gobierno militar en 1955. Naturalmente, Perón y Alfonsín cuentan en su haber con aportes valiosos en la búsqueda de acuerdos superadores.
Mauricio Macri se propuso como un eje de su gobierno unir a los argentinos, terminar con la discriminación de quien piensa diferente e identificar referencias para encontrar consensos duraderos.
¿Por qué no podríamos los argentinos encontrar coincidencias sobre temas fundamentales, de largo plazo, que nos permitan avanzar en políticas orientadas al fortalecimiento institucional, al desarrollo económico y a la inclusión social? Muchos países nos muestran que los acuerdos de fondo no solo son posibles, sino que constituyen un elemento central en el progreso de sus sociedades. Alemania lleva muchos años con gobiernos de coalición que integran partidos que a la vez se enfrentan en las urnas. Y muy cerca de nosotros, Uruguay y Chile evidencian que hay aspectos inalterables de la convivencia política y social que han sedimentado más allá de los colores políticos de sus gobiernos.
La legalización del aborto ha abierto en los últimos meses un nuevo debate entre nosotros. ¿Será un debate que ahondará las divisiones o que permitirá abrir las puertas a búsquedas de coincidencias en otros asuntos relevantes?
Dependerá de nosotros evitar las radicalizaciones y trabajar para reflexionar con fundamentos sobre un tema que involucra a la salud pública, la educación, la inclusión, la ampliación de derechos y hasta las convicciones religiosas.
Haber logrado instalar esta discusión en la agenda pública constituye en sí mismo un elemento superador. Porque cierra una etapa de cercenamiento de opiniones diferentes, en la que se clausuraba sin más la discusión en voz alta con justificaciones arbitrarias. La presión social resultó determinante, el Gobierno la reconoció y propició su tratamiento legislativo.
La transversalidad política en las posiciones sobre este tema nos indica que hay líneas naturales que quienes militan o simpatizan con fuerzas políticas diferentes están en condiciones de explorar. Los gestos, las acciones y las movilizaciones conjuntas que entrelazaron a representantes de partidos que nunca habían caminado en conjunto nos sugieren que detrás de la grieta se asoma un ánimo de confraternización. No perdamos ese impulso.