Clivaje generacional: Bullrich y Milei dividen a padres e hijos
Cuáles son las motivaciones de los más jóvenes para apoyar al candidato libertario y cuánto pueden influir factores como la institucionalidad y la gobernabilidad en centennials y millenials
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En las ciencias sociales se usa la palabra “clivaje” para describir las divisiones o disociaciones por razones ideológicas, religiosas, culturales, económicas o étnicas de un país, sociedad, grupo social o fuerza política. En la presente Argentina electoral, podemos identificar un clivaje generacional, determinado por adultos que apoyan la candidatura presidencial de Patricia Bullrich, pero cuyos hijos menores de 25 años tienen resuelto votar a Javier Milei.
Un reciente estudio de la consultora Taquion revela que cinco de cada diez votantes de la candidata de Juntos por el Cambio en las PASO del 13 de agosto pertenecen al segmento de los mayores de 55 años de edad. En cambio, seis de cada diez votantes de Milei son menores de 42 años. Los llamados baby boomers, como se conoce a los nacidos antes de 1965, acompañan mayoritariamente a Patricia Bullrich, mientras que entre los integrantes de la generación Z, formada por los jóvenes de 16 a 29 años, arrasa el líder de los libertarios.
Hay otros datos reveladores de ese estudio: en la composición del voto de Milei, hay un 63,6% de varones, mientras que ambos sexos se reparten casi en partes iguales en los apoyos a Bullrich y a Sergio Massa, con un leve predominio del electorado femenino. El candidato de La Libertad Avanza es quien más sufragios cosecha en el nivel socioeconómico bajo y entre los trabajadores informales. Bullrich es la postulante más votada por los argentinos de nivel socioeconómico alto, en tanto que Massa es el menos votado por los jóvenes y por aquellos que solo estudian.
El dato más llamativo en términos generacionales es que la mayor fortaleza de Milei reside en el segmento joven del electorado. A tal punto que un estudio de la consultora Synopsis le asigna una intención de voto del 48% entre quienes tienen entre 16 y 30 años de edad.
¿Qué tan ofendidos podrían sentirse los jóvenes votantes de Milei por su alianza con un representante de la casta como Luis Barrionuevo?
Este fenómeno sorprende a algunos observadores que parten equivocadamente de un supuesto consistente en imaginar que un joven, por el hecho de ser tal, estará más inclinado a apoyar ideas propias de la izquierda. Del mismo modo, hay quienes buscan explicar el apoyo juvenil a Milei por su nivel de posicionamiento en redes sociales, especialmente TikTok.
Hay, sin embargo, otras explicaciones para el hecho de muchos adultos dispuestos a votar a Juntos por el Cambio con hijos decididos a apoyar a Milei. Estudios cualitativos que cita Lucas Romero, director de Synopsis, señalan que uno de los argumentos que esgrimen los jóvenes para apoyar al candidato de La Libertad Avanza es precisamente la frustración que les transmitieron sus padres en los últimos años, entendida por la imposibilidad de un cambio en el país y por el sentimiento de que todos los dirigentes políticos son la misma cosa. “Esa narrativa frustrante que bajaba de los adultos hacia sus hijos germinó en el apoyo de estos a Milei”, señala el analista de opinión pública.
En los comicios legislativos realizados dos años atrás, Juntos por el Cambio cosechó en el orden nacional el 42,4% de los sufragios, unos 14 puntos más que en las recientes PASO. Buena parte de quienes modificaron su voto entre las elecciones de 2021 y 2023 son jóvenes, que mayoritariamente mudaron su preferencia electoral hacia La Libertad Avanza. Alrededor del 30% de quienes votaron a Milei en agosto habían apoyado a Juntos por el Cambio hace dos años.
Así como el crecimiento de Milei emerge como consecuencia del fuerte apoyo juvenil, este hecho terminó construyendo una apropiación del fenómeno por los jóvenes, quienes se sienten protagonistas de la revolución mileísta. De ahí que, a juicio de Romero, resulte difícil imaginar grandes cambios como consecuencia de la prédica de padres que convenzan a sus hijos de votar una opción que, para ellos, sería más racional y menos incierta, como la ofrecida por Bullrich. “No me extrañaría, en cambio, que suceda lo contrario: esto es, que algunos hijos persuadan a sus padres de apoyar la opción Milei”, afirma el director de Synopsis.
Las emociones son muchas veces el principal combustible del voto. Más allá de la bronca que suscita la sensación de los jóvenes de que su futuro se halla en estado de pausa o incluso de cancelación, ante la imposibilidad de trazar proyectos en medio de un escenario económico de elevada incertidumbre, la socióloga Evangelina Pérez Aramburú sostiene que los grupos jóvenes perciben que la tradicional dirigencia argentina no ha podido solucionar problemas propios de quienes se perciben como una generación de inquilinos que siente que nunca van a poder ser propietarios de su casa y advierten que cada vez les resultará más complicado formar una familia a la cual alimentar.
“Los jóvenes muestran disposición a experimentar con alguien nuevo, sin mayores antecedentes en la política ni estructuras manifiestas, esperando una posibilidad de cambio”, señala Pérez Aramburú. Entre los padres de ese grupo, muchos sostienen una mirada similar en términos de la ineficacia de la dirigencia para resolver las demandas ciudadanas. Pero dicha situación se halla tamizada en algunos adultos por la introducción de otras variables, ligadas a la necesidad de sostener cierta institucionalidad y gobernabilidad que, a su juicio, garantizaría mucho más Juntos por el Cambio que la agrupación liderada por Milei.
¿Puede pesar en el voto de las generaciones de centennials y millennials el factor de la institucionalidad y la gobernabilidad? ¿Cabrá en esos grupos alguna consideración sobre las dificultades que hallaría para gobernar una fuerza política que difícilmente llegue a contar con más de 8 senadores sobre 72 y más de 40 diputados sobre 257?
Más aún, ¿impactará en esa porción del electorado el hecho de que Milei registre una veintena de denuncias vinculadas con agresiones a periodistas? ¿Podría ese grupo sentirse defraudado por la sorprendente banalización del Holocausto que hizo el potencial referente en temas educativos del eventual gobierno de Milei, Martín Krause, antes de rectificarse y pedir disculpas por sus dichos? ¿Qué tan ofendidos podrían sentirse esos jóvenes por la alianza entre el líder libertario y un prominente representante de la casta sindical como Luis Barrionuevo?
Se trata de interrogantes de difícil respuesta a la hora de analizar a una generación de votantes de menos de 30 años que es hija de la democracia y que mayoritariamente ni siquiera vivenció en carne propia la crisis de fines de 2001. Son jóvenes que no saben de crisis institucionales o de gobernabilidad como las que sus padres sí vivieron de cerca, aunque sí son testigos del fracaso de un Estado cada vez más elefantiásico e intervencionista, acompañado de escándalos de corrupción, frente al cual manifiestan hartazgo.
Es difícil, por otro lado, que a muchos jóvenes que viven en barrios marginales o que trabajan como repartidores en la calle los espante la violencia verbal que pueda expresar Milei, porque están acostumbrados a convivir a diario con una violencia peor: la que se manifiesta en los actos impunes de la delincuencia común o de los narcotraficantes.
De acuerdo con un estudio de Pérez Aramburú y Asociados, nueve de cada diez jóvenes de 18 a 29 años expresan su total desacuerdo con la frase “los dirigentes políticos hacen lo posible por solucionar los problemas cotidianos de los argentinos” y seis de cada diez integrantes de ese grupo etario declaran que prefieren “vivir en un país menos democrático pero con crecimiento económico”. Tal vez sea esta última apreciación la que deba preocuparnos mucho más que el resultado electoral.