Claves para entender la obra de Nicolás García Uriburu
La galería Henrique Faria exhibe trabajos y registros de las acciones que este pionero del activismo ecológico, precursor del land art y protagonista del arte experimental realizó desde la década de 1960 para advertir sobre la degradación del planeta
Denuncia contra la polución
No hubo año más convulsionado en este planeta que 1968. La revueltas estudiantiles de París se extendieron a toda Europa y llegaron a la plaza San Marcos, donde una manifestación fue reprimida por la fuerza pública. Al mismo tiempo se realizaba la 34a Bienal de Venecia, que también estaba en crisis porque se habían suspendido los grandes premios. El 19 de junio, un ágil y treintañero Uriburu comenzó su trabajo por la mañana. Arrojó una sustancia fluorescente a lo largo de unos tres kilómetros del Gran Canal, que se fue transformando paulatinamente en un camino verde surcado por góndolas. La acción se hizo sin pedir permiso a las autoridades municipales; la burocracia era tal que la hubiera abortado. Con esta coloración, el artista denunciaba la polución que estaba transformando el paisaje urbano. No sólo se dirigía a un público "bienalista": turistas y locales vieron la transmutación del agua. Algunos se dieron cuenta de que eso era una acción artística, otros ni lo notaron, y hacia las seis de la tarde ya había desaparecido el efecto de color. En la muestra actual se pueden ver la emblemática fotografía del Gran Canal teñido y otras dos de una acción similar que realizó en el Riachuelo junto con Greenpeace, en 2010.
Defensa del agua potable
Tanto la performance como el land art nacieron como formas experimentales y a contracorriente del mercado de arte. Sin embargo, el mercado absorbe la "reliquia" (del latín reliquiae, residuos, lo que queda). De las coloraciones se conservan fotos y videos, así como también botellas que contienen agua rescatada de esas acciones. Hay un botellón de 45 cm de alto, con una etiqueta que dice: "Coloración Uriburu, preservemos el agua potable en vías de extinción, reserva para el futuro. 2% del agua mundial es potable". Sigue la fecha (24.12.2000), la firma y la huella del pulgar del artista. Cada botellón, botella o un conjunto de botellas con su caja de madera se venden numerados como si fueran grabados, tabulación que también se aplica a la fotografía y a la escultura. Más de un espectador se ha preguntado si ese agua procede realmente de alguna coloración. En este tipo de arte experimental, la fe es una cuestión vital. Algo semejante sucede en la religión con los restos de Santiago en Compostela o del manto de la Virgen en Chartres: nada acredita que sean verdaderos. Cada botella es un cruce entre el fetichismo del comprador y la necesidad del mercado de absorber aun aquello que se levantó en su contra.
El color de la naturaleza
El verde es el color que ha utilizado García Uriburu en todas las coloraciones de aguas y en la mayor parte de sus pinturas y objetos, incluyendo el mameluco impermeable que usaba para meterse en fuentes. La asociación simbólica del verde con la naturaleza viva es bastante clara. Es el color de las hojas frescas, de la vegetación sana. De una semilla enterrada en la oscuridad de la tierra nace el color verde como señal de una nueva vida que comienza y que a su vez la da a otros seres que la devoran. En la cromoterapia se comprueba que el verde afecta al cuerpo reduciendo la presión sanguínea y tiene un efecto relajante que se usa para combatir el insomnio y la fatiga. El verde se relaciona también con la polaridad de la vida: el moho, el pus y el lodo de las aguas estancadas se asocian con la descomposición y la muerte. La monstruosidad de las brujas y los dinosaurios se asocia con este color, y uno puede estar "verde" de envidia o de celos. En nuestros días, el verde representa la ecología y el respeto por la salud del planeta.
Alerta por la deforestación
Son bien conocidas las consecuencias de la deforestación: calentamiento global, inundación, extinción de flora y fauna, desastres "naturales" provocados por el hombre. En la galería hay una cómoda de la que nacen espinas como las del palo borracho; dos sierras comienzan a cortarla en la parte superior y todo el conjunto está pintado de verde fluorescente. En la serie Víctima y victimario, Uriburu intervino muebles con el mismo método: una sierra, motosierra, serrucho, hacha u otro elemento cortante ataca un mueble con saña, como una manera de recordar que ese mueble alguna vez fue un organismo vivo, víctima de la depredación humana.