Juan Di Sandro, esencia de lo cotidiano
BA Photo le dedicará una muestra al fotógrafo que trabajó más de cinco décadas en LA NACION y trascendió el periodismo gráfico
La fotografía argentina produjo, a mediados del siglo XX, una miríada de artistas que contribuyeron a instalar la producción nacional como un arte genuino y autónomo. Este proceso fue lento y no tomó la forma de un movimiento coordinado, salvo excepciones como la legendaria Carpeta de los Diez.
Durante seis años a partir de 1953, esta agrupación de fotógrafos profesionales se abocó a producir obra, y sobre todo crítica, de un modo sistemático e independiente de las instituciones legitimadoras de su tiempo. Uno de sus miembros más activos fue Juan Di Sandro (1898-1988), nacido en Italia y decano del fotoperiodismo argentino, que trabajó en La Nación durante más de cinco décadas.
Buenos Aires Photo, dentro de su programa de homenajes a los grandes maestros de la fotografía argentina, dedicará este año una muestra a este gran creador casi olvidado. Con curaduría de Franciso Medail y Mercedes Claus, y con el apoyo de la galería Vasari, del 13 al 16 de octubre se exhibirán en La Rural 30 obras vintage enfocadas principalmente en su producción de fotografía nocturna. A continuación, algunas claves para abordar su obra.
Un trabajo pesado
Radicado en la Argentina en 1910, a los 15 años Di Sandro ya era fotógrafo de La Nación. Como asistente de Nazareno Palestrini, jefe de fotografía del diario, aprendió a dominar la técnica de entonces. Algo nada fácil, teniendo en cuenta el tamaño de las cámaras de placa y la lentidud de registro de las películas. Capturar el "instante decisivo" de un partido de fútbol, o la lucha imprevisible de los bomberos contra el fuego que se devoraba un edificio en pleno centro, requerían de un conocimiento profundo del equipo y sus posibilidades técnicas.
En los años veinte, el joven Di Sandro ya era un reportero activo en la calle, donde acarreaba un equipo de medio o gran formato. En el ambiente periodístico local, las cámaras de 35 mm fueron adoptadas en forma tardía, muchos años después de que Horacio Cóppola compusiera, en 1935, el más grande y poético ensayo fotográfico sobre Buenos Aires con su pequeña Leica.
Símbolos de una época
Di Sandro encontró la manera de sobresalir en su labor como fotoperiodista, un medio donde el arrojo era mejor considerado que la visión estética. La historia argentina de los años 30 está "señalada" visualmente por sus fotos. Algunos de los ejemplos más notorios son las imágenes del presidente Yrigoyen sin corbata en plena calle (1928), de la llegada del Plus Ultra a Buenos Aires (1926), de la inauguración del primer tramo de la avenida 9 de julio (1937) o del jugador Moreno, de River, sacado en andas del estadio Monumental tras una jornada histórica en 1940. Todos símbolos de una época en la que Buenos Aires emprendía el camino de la modernidad.
Di Sandro sentía la necesidad de ir más allá de lo fáctico, y empezó a participar con entusiasmo en la actividad de los fotoclubes, único ambiente donde se pensaba a la fotografía como una expresión artística autónoma. Mezclaba fotografías tomadas para el diario con otras realizadas según el espíritu amateur del momento.
La fotografía como arte
La oportunidad de hacer otro tipo de fotografías, más allá de lo estrictamente informativo, la dio la edición del suplemento gráfico de los domingos en La Nación, popularmente llamado "el rotograbado". Allí se publicaban, con gran despliegue de espacio y calidad de impresión, reportajes que permitían a los fotógrafos una mayor dedicación de tiempo y recursos.
Para entonces, Di Sandro ya era una celebridad en el cerrado mundillo de la prensa gráfica. Eran conocidas sus "vistas" de los más importantes acontecimientos, que lograba gracias a su inseparable escalerita. Mientras trabajaba para "el rotograbado", Di Sandro comenzó a viajar por el país y, sobre todo, a experimentar visualmente con tomas aéreas.
En forma simultánea, esas mismas imágenes ganaban reconocimiento en los concursos del Fotoclub Argentino (fundado en 1938, era el más antiguo y prestigioso del país), donde Di Sandro trabó relación con otros fotógrafos ajenos al ambiente de prensa.
La Carpeta de los Diez
En 1953 se sumó a la Carpeta de los Diez, un original emprendimiento fundado por diez jóvenes profesionales entre los cuales estaban Annemarie Heinrich, Anatole Saderman, George Friedman y Pinélides Fusco. Casi todos tenían un alto perfil profesional, brillaban en la actividad de los fotoclubes y luchaban por el reconocimiento de la fotografía como una de las llamadas "bellas artes"
Los integrantes de la Carpeta de los Diez se reunían en forma periódica para asignar un tema a fotografiar. A medida que iban produciendo sus obras, éstas se hacían circular en una carpeta (de ahí el nombre) entre los integrantes del grupo. En el dorso de las fotografías, cada uno escribía su crítica de puño y letra. De ese modo se generaba un enriquecimiento mutuo, algo imposible en la dinámica competitiva que imponían los habituales concursos del Fotoclub. La Carpeta de los Diez produjo, además, seis muestras colectivas hasta su disolución en 1959.
Vocación pictorialista
Di Sandro fue un autodidacta y un obsesivo de su oficio. Hasta 1976, todos los días trabajó más allá de su horario asignado en La Nación, incluyendo los días francos. Su visión se formó entre el fragor del trabajo cotidiano y el cliché edulcorado de una sociedad que se transformaba de manera dramática.
Por un lado, su obra artística se vio enriquecida por el entrenamiento técnico y el sentido de la oportunidad del trabajo de prensa; por otro, sus fotos periodísticas trascendieron en el tiempo gracias a su cuidada vocación pictorialista -movimiento fotográfico de pretensiones artísticas-, que le permitió destacarse en tiempos en los cuales los reporteros gráficos nunca firmaban sus imágenes en un diario.