Claves para entender la obra de Alicia D'Amico
Una merecida muestra antológica en la galería Vasari y un libro rescatan el trabajo de esta gran fotógrafa, fallecida en 2001
La imagen que tenemos de una persona puede estar distorsionada por el personaje que ésta construye de sí misma. Su entorno y su accionar público tal vez aporten más confusión. Pero si se trata de un artista, su obra contará la verdadera historia.
La compleja personalidad de Alicia D’Amico (Buenos Aires, 1933-2001) se puede apreciar en más de 40 fotografías reunidas en la muestra antólogica que la galería Vasari exhibe hasta fin de julio.
La vida creativa de esta fotógrafa tiene un antes y un después. Su camino tomó una curva pronunciada en 1985, cuando su sociedad con Sara Facio llegó a un punto final. Desde entonces, su rostro comenzó a dibujarse con más claridad.
Pero D’Amico era una mujer tímida, poco interesada en promocionar su trabajo. Tal vez este aspecto de su personalidad haya enturbiado el enorme esfuerzo que significó esa etapa de su vida. Antes de morir, en 2001, dejó en manos de Alicia y Ricardo Sanguinetti la administración de su archivo. Esto hizo posible la exposición actual y la futura edición de un libro antólogico.
SOCIEDAD CREATIVA
En el principio estuvieron los estudios de Bellas Artes, que abandonó para dedicarse por entero a la fotografía. Inició así una etapa de gran exposición pública, durante la cual realizó con Facio los libros Buenos Aires-Buenos Aires (1968), y Humanario (1977), ambos con textos de Julio Cortázar. En 1979 participó como cofundadora en el Consejo Argentino de Fotografía, la primera institución privada que se propuso reunir las diferentes corrientes de la fotografía argentina y expandirlas hacia el resto del continente latinoamericano.
LA ESTÉTICA DEL FOTO CLUB
A esta primera época pertenecen los paisajes exhibidos en Vasari. La geometría y la búsqueda de ritmos trabajan en sintonía con la estética aceptada en el ambiente del Foto Club Buenos Aires, donde ganó varios premios a principios de los años 60. Es interesante advertir que estas fotografías son copias de época pegadas sobre paspartú, donde se puede ver el sello y las firmas de los jurados de premiación junto a la clásica cucarda dorada de la institución.
UNA MIRADA FRONTAL
En 1966, D’Amico realizó con Facio el célebre Ensayo sobre la locura. El lenguaje estereotipado del Foto Club que tanto había influenciado su estética se diluyó en la desesperada visión de mujeres, hombres y niños hacinados en espacios anónimos, impúdicos, desoladores. El punto de vista de Alicia se volvió frontal. Sus recursos visuales se volcaron al servicio de los contenidos. Ese proyecto se publicó como un libro, titulado Humanario, días después del golpe militar de 1976. Censurado por el gobierno de Jorge Rafael Videla, recién pudo ser reeditado diez años después.
RETRATOS DE ESCRITORES
Un segmento importante de esta exposición lo compone la serie de retratos de escritores: Eduardo Mallea, Julio Cortázar, Severo Sarduy, Octavio Paz, Juan Carlos Onetti y Ernesto Sabato, entre otros. En poses más o menos espontáneas, con luz natural, contrastan con las cuatro fotografías de Jorge Luis Borges. Tres de ellas fueron tomadas cuando el escritor argentino era director de la Biblioteca Nacional, entre 1968 y 1969. En la cuarta, tal vez la más conocida, Borges –ya casi ciego– firma trabajosamente al pie de una prueba de galera.
DESNUDOS FEMENINOS
Su serie de desnudos es una manifestación de su activismo en el movimiento feminista. La conversación, de 1990, tal vez sea la mejor expresión de esta búsqueda. En la imagen dos mujeres descansan desnudas sobre una cama, frente a una ventana que deja ver un fragmento gris de la ciudad. No hay cortinas ni persianas que oculten lo que sucede en el cuarto. Es la necesidad urgente de darse a conocer en su condición sexual sin recurrir a ninguna metáfora políticamente correcta para una sociedad que todavía no quería ver.
AUTORRETRATO ESCONDIDO
En esos años, Alicia contrajo una grave enfermedad que la recluyó casi por completo. Los tratamientos a los que se sometió fueron minando su capacidad de salir a la calle a fotografíar. De esta época son sus trabajos dedicados a la lucha de las Madres de Plaza de Mayo.
En 1998 hace un retrato de Renée Epelbaum. Pocos meses antes de su muerte, la dirigente de la línea fundadora de Madres aparece sola en la penumbra del comedor de su casa, en la cabecera de una mesa vacía, a la espera del improbable regreso de sus tres hijos desaparecidos. Alicia se autorretrata veladamente en esta fotografía, y el espectador puede intuir su presencia en el otro extremo de la mesa.