Claudio Bonadio, el juez que desvela a Moyano y a Jaime
El magistrado del que dependen dos de las causas más sensibles para el oficialismo es un militante peronista de larga data. Los que lo conocen dicen que para entender sus fallos no hay que leerlos en clave jurídica, sino en clave políticaLaura ZommerPara LA NACION
Tres de los penalistas más reconocidos de la Argentina cuentan que, en el mundillo judicial, al juzgado que Claudio Bonadio tiene a cargo desde hace 16 años le dicen "La Embajada". ¿Por qué? "Porque ahí no rige la ley argentina", responden con sorna.
Valiente, imprevisible, tendencioso, independiente, leal, trabajador, arbitrario. Las voces que intentan definirlo no se ponen de acuerdo.
Juez federal porteño, Claudio Bonadio se jacta de ser un militante peronista (lo era ya en los años 70 cuando integraba las fuerzas de Guardia de Hierro). Y sería inútil intentar interpretar sus decisiones o leer sus fallos sólo en clave jurídica y no política.
Pero que tenga esa sensibilidad, por llamarla de alguna manera, no quiere decir, en este caso, que sea uno de esos magistrados a los que un llamado o un mensaje del oficialismo puede hacer cambiar de rumbo. Bonadio actúa de acuerdo con su propia lectura de la realidad y sus convicciones ideológicas. Que a veces pueden coincidir con las necesidades de gobierno y a veces no.
Hoy tiene en sus manos dos causas más que sensibles para el oficialismo: el destino de un aliado clave, Hugo Moyano, comprometido con la llamada "mafia de los medicamentos", y el del ex secretario de Transporte Ricardo Jaime, cuya suerte en la investigación sigue salpicando de cerca al Gobierno.
Aunque la relación de Bonadio con el kirchnerismo, sobre todo en los comienzos de la gestión de Néstor Kirchner, no fue armónica, el Gobierno siempre lo protegió en el Consejo de la Magistratura y evitó que prosperaran varios pedidos de juicio político en su contra, incluso uno impulsado desde el Ministerio de Justicia de la Nación. "Este gobierno es peronista y yo soy peronista", le dijo el magistrado a un ex ministro K para sellar la paz, según contó un ex funcionario testigo de ese diálogo.
Ahora, todo indica que este juez federal porteño que llegó a la función pública en 1983, en la Intendencia de la Ciudad de Buenos Aires, y a la Justicia, en los años 90, por intervención del entonces ministro del Interior Carlos Corach, está decidido a elevar a juicio oral la causa por dádivas contra Jaime y tiene pruebas suficientes -dicen quienes lo conocen- para procesar al poderoso secretario general de la CGT.
Según reveló un allegado, la razón del impulso contra Moyano radica en que a Bonadio le molestó que el líder sindical intentara apartarlo del caso y lo recusara para que el juez Norberto Oyarbide se quedara con la investigación. Desde que la Cámara lo confirmó en el expediente, Bonadio ya allanó tres veces la obra social de los camioneros y ordenó peritajes cuyas conclusiones comprometerían a Moyano.
"Claudio es para mí un ejemplo de juez independiente. Resuelve de acuerdo con sus convicciones siempre. Desde que Carlos Kunkel y yo estamos en el Consejo él nunca tuvo que presentarse a declarar", dice la diputada K Diana Conti, dejando entrever que, acaso, el avance judicial contra Moyano no necesariamente cae mal en el Gobierno.
"Es valiente y lanzado. Cuando se convence de algo, va para adelante sin freno. A quienes le critican la falta de mesura en algunos de sus fallos, les responde que los jueces son los únicos funcionarios que firman sus actos y siempre se hacen responsables de lo que escriben", dice un colega que lo conoce desde hace casi dos décadas.
Bonadio es el juez con más fallos revocados por la Cámara Federal porteña y quien más quejas presentadas por abogados recibe, según datos oficiales.
"El se aproxima a los conflictos con una idea y avanza. En general, mira al mundo en blanco y negro. No respeta especialmente el Código Procesal Penal ni le interesan las garantías, por eso tiene un alto nivel de revocatorias y muchos lo acusan de ser arbitrario", dice en estricto off de record otro juez federal que, no obstante, destaca que su colega es "muy trabajador, llega siempre antes de las 8 a su despacho, lee todo lo que firma y se lleva expedientes a su casa".
Un abogado, que litiga en su juzgado desde que asumió, lo califica como imprevisible: "No tramita las causas de manera constante ni uniforme. Ha demostrado que lo hace con timing político, según su propio parecer y el grado de apoyo político de la persona imputada. Aunque la Cámara suele dictar duros fallos contra sus decisiones, no se siente demasiado atado a las indicaciones del tribunal superior".
Es un hombre bastante culto y sabe muchísimo de Historia. "No es de los jueces que no leyeron nada, y en el mundo del Derecho es algo heterodoxo", señala otro colega del fuero federal que, sin llegar a ser su amigo, dice llevarse razonablemente bien con él.
LA NACION consultó para esta nota, además de a Conti, a cuatro jueces federales, dos camaristas, dos ex jueces federales y cuatro abogados, y todos pidieron reserva de su identidad. Bonadio no quiso hablar ni accedió a entregar su CV con los datos personales básicos. Nunca le gustó mucho la prensa ni se llevó bien con los periodistas.
Es en general hermético, cultiva el bajo perfil y tuvo una denuncia de la Cámara Federal que tramitó varios años en el Consejo de la Magistratura porque, dejando de lado la garantía del secreto de las fuentes de información periodística, ordenó a la SIDE que le entregara el listado de llamadas hechas y recibidas por Thomas Catán, ex corresponsal del diario inglés Financial Times , que reveló en 2002 la posible existencia de un pedido de coimas de senadores a banqueros a cambio de evitar la sanción de una ley que podía perjudicar intereses del sector.
Todo pasa
Bonadio nació en 1955 y fue criado junto a su hermano en un hogar de clase media de la localidad bonaerense de San Martín. Estudió en el colegio La Salle de Florida y se recibió de bachiller en 1973. Hizo la carrera de Abogado en la Universidad de Buenos Aires y luego cursó una Maestría en Relaciones Exteriores y Economía Internacional en Flacso y más recientemente otra en Historia en la Universidad Torcuato Di Tella.
En su despacho del cuarto piso del edificio de Comodoro Py 2002, además de un montón de libros, expedientes y papeles apilados, hay una cruz detrás de su escritorio y un curioso cartel con leyenda: "Todo pasa, todo vuelve".
Bonadio tuvo, sin duda, momentos malos. Pero su cintura y su respaldo político le permitieron sortearlos y conservar su condición de juez. Uno de ellos fue en septiembre de 2001, cuando mató con su arma Glock calibre 40 a dos supuestos ladrones en un tiroteo, cuando con su Audi llegaba a comer un asado a la casa de un amigo en Florida. Otro fue cuando durante la gestión del ex ministro de Justicia Horacio Rosatti fue denunciado por la Unidad de Investigaciones de AMIA del Ministerio por obstruir el esclarecimiento de las irregularidades en la causa del atentado y encubrir a Corach y a otros funcionarios menemistas.
Está separado, tiene un hijo y vive en una casona en la calle Naón, en Belgrano. En su declaración jurada, consignó también parte de una propiedad en San Martín, un Audi A3, un jeep, bienes del hogar y armas por un total de 30.000 pesos. Hincha de boca, aunque no fanático, el juez es instructor de tiro, no fuma y casi no toma, y su hobbie es la caza.
Dos jueces y dos ex magistrados federales coincidieron en que "es muy leal y buen amigo". Comentan, a modo de ejemplo, que mantiene aún hoy una excelente relación con el ex comisario de la Policía Federal y ex titular de la Policía Metropolitana, Jorge "Fino" Palacios, detenido por el espionaje porteño. Bonadio es católico practicante y tiene buen vínculo con monseñor Rubén Di Monte, arzobispo emérito de Mercedes-Luján.
Durante las últimas décadas tuvo a su cargo muchas causas resonantes. Y, así como avanzó en la investigación por la represión del 20 de diciembre de 2001 y mandó a juicio oral al ex secretario de Seguridad Enrique Mathov y al ex jefe de la Federal Rubén Santos, siempre estuvo enfrentado con la Oficina Anticorrupción (OA), creada por Fernando de la Rúa, que lo acusaba de planchar las causas contra funcionarios menemistas.
La OA lo acusó de haber realizado "manejos sospechosos" en una causa judicial para beneficiar al ex titular del PAMI Víctor Alderete. En la misma línea, Bonadio fue acusado en el Consejo de "mal desempeño" por presuntas irregularidades en el trámite de una causa que investigaba créditos otorgados al grupo Yoma.
Mientras estuvo a su cargo, el juez tampoco avanzó en el caso Skanska, en el que se descubrieron coimas millonarias pagadas en el Ministerio de Planificación a cargo de Julio De Vido, ni en un expediente en el que se investiga el enriquecimiento ilícito de tres secretarios privados de la Presidenta y su ex marido.
En cambio, Bonadio sí impulsó investigaciones por irregularidades en las cárceles contra dos ex ministros de Justicia que no se fueron bien del Gobierno: Gustavo Béliz y Rosatti. Y también investigó con ahínco irregularidades en la fusión de Multicanal y se metió a fondo con los ex líderes de Montoneros, entre ellos Mario Eduardo Firmenich, Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja, por su decisión de que decenas de militantes volvieran a la Argentina en plena dictadura. Lo hizo hasta que la Cámara lo apartó de ambos casos.
Jaime y Moyano tienen razones para preocuparse. Además de las pruebas en su contra, no es capacidad de decisión, precisamente, lo que le falta a Claudio Bonadio.
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