Claudia Andujar: la artista como antropóloga
Claves para entender las fotografías de la artista brasileña en el Malba
La serie Marcados de Claudia Andujar (Suiza, 1931, radicada en Brasil desde 1954) condensa su biografía y su trabajo con la comunidad Yanomami en la selva. En el Malba se exhibe esta conmovedora muestra compuesta por más de 80 fotografías en blanco y negro, la primera dedicada en el país a su trabajo, y presentada por primera vez en la 27ª Bienal de San Pablo.
La artista expuso en la Fundación Cartier de París, en la Pinacoteca del Estado de San Pablo, en la XII Bienal de Estambul y en la Casa Europea de la Fotografía (París). Además, sus fotos integran la colección del MoMA de Nueva York y el Instituto Inhotim (de Brumadinho, Brasil) le dedicó un pabellón de 1600 metros.
Marca imborrable
Claudia Andujar tuvo "el primer encuentro con los marcados para morir" a los 13 años, en Transilvania, a fines de la Segunda Guerra Mundial. Su padre, su familia paterna, sus amigos de la escuela que portaban la estrella de David cosida en la ropa, eran marcados para ser deportados a los campos de exterminio. Su padre y la mayor parte de su familia murieron en el campo de concentración de Dachau. Andujar se exilió en Austria con su madre; ambas lograron salvarse.
Encuentro de dos mundos
Andujar comenzó su carrera como fotoperiodista con un proyecto sobre los indios Carajá, con quienes vivió dos meses. Luego trabajó con la tribu Yanomami (en la cuenca del río Catrimani en el estado de Roraima), que sólo había tenido contacto previo con una misión católica. "El primer encuentro fue impactante: ellos eran extremadamente curiosos. Y yo quería saber más, comprender a esa comunidad tan diferente", dice la artista. Andujar y los indios se comunicaron por medio de señas: en ese momento los integrantes de la tribu Yanomami (que son unos 22 mil y ocupan un territorio con una superficie similar a la de Bélgica) sólo conocían su propia lengua. Hoy muchos hablan portugués.
Los marcados de la comunidad Yanomami
Desde hace más de cuatro décadas, Andujar está fuertemente comprometida con la cuestión indígena. Hizo fotoreportajes con foco en los estragos provocados por la depredación forestal y minera en esa comunidad, grave problema que aún persiste. La invasión de buscadores ilegales de oro, diamantes y estaño propagó enfermedades y contaminó el territorio.En la década de 1980, Andujar pasó largas temporadas con la tribu. Con dos médicos, hizo una expedición de asistencia sanitaria en la Amazonia brasilera: se internó en la selva para ayudarlos. Fotografió a los indios que debían ser vacunados contra el sarampión y la malaria. Como los Yanomami no usan nombre propio, en cada fotografía se los identificó con una marca: una placa con un número colgado en el cuello. Viven en pequeños grupos y se identifican entre ellos por sus rasgos ("el de nariz grande"), aspectos de la personalidad o por su rol familiar (abuelo, padre, etc). Por eso Andujar consideró que el modo más práctico de registrarlos era con un número.
Enfermedades que persisten
Hasta la construcción de la autopista, ningún miembro de la tribu había contraído malaria ni gripe ya que vivían totalmente aislados, sin contacto con el exterior. Muchos de los trabajadores que construyeron las rutas, provenientes de Amazonia pero no de la tribu Yanomami, tenían malaria: los mosquitos al picarlos transmitieron la enfermedad a todo el territorio.
Fotografías que salvan vidas
El proyecto de vacunación fue efectivo: se lograron salvar vidas. Luego este programa sanitario se discontinuó. A diferencia de las marcas que Andujar vio de chica en sus familiares y amigos deportados a campos de exterminio nazis, los miembros de la tribu Yanomami fueron marcados para vivir. La serie crea un efecto paradojal: apenas se ven a los adultos y chicos portando los carteles, es posible imaginar que se trata de una práctica de identificación violenta, un ejercicio de poder del mundo blanco sobre la comunidad indígena. Sin embargo, esos retratos ponen el foco en la singularidad de cada uno de los Yanomami. Reponen la humanidad que les fue negada.
La artista como antropóloga
El trabajo fotográfico de Andujar tiene mucho de antropológico. Para ella, desde el inicio, fue fundamental conocer la cultura de los Yanomami, su cosmovisión. Si bien Andujar no participa de los rituales chamánicos, sí está incluida en muchas otras actividades de la comunidad. Su rol oscila entre el de observadora participante y no participante. Colaboró con la tribu con múltiples iniciativas y hasta integró un proyecto educativo.
Lazos profundos
En la obra de Andujar conviven ética y estética. La artista estuvo al frente de la Comisión Pro Yanomami y hoy sigue defendiendo la causa: los invita a sus exposiciones por el mundo. Considera que mostrar su serie fotográfica es una forma de difundir la situación de la tribu, evidenciar su realidad. Hoy, muchos de los miembros de la comunidad son sus amigos. La relación es tan intensa que en la última asamblea Yanomami en la que Andujar participó la llamaron "madre".