Clásico de la crónica en clave gay
Suerte de reescritura en clave gay de En el camino, este conjunto de notas de viaje de Edmund White (Cincinatti, 1940) por diversos estados de Estados Unidos para documentar la vida de los gays (en su mayoría blancos de las grandes ciudades, en su mayoría jóvenes, como se percatará al final del volumen en una autocrítica al estilo maoísta) acerca al público lector una muestra ejemplar de una de las escrituras más refinadas y entretenidas de la cultura gay occidental. Estados del deseo nació como un proyecto de crónica periodística: White, novelista, profesor y biógrafo de Jean Genet, había sido contratado a fines de los años setenta por la revista Christopher Street para escribir sobre las costumbres de los gays en diferentes ciudades. Las dos primeras fueron las más hedonistas del país del norte: Los Ángeles y San Francisco. "La cordialidad amable de los californianos es una cualidad ambigua –escribe–. A los pocos minutos se les prodiga a los visitantes un baño de afecto y familiaridad, pero eso es lo más cerca que alguna vez estarás de alguien del Oeste". Esa frase condensa varias características de la escritura de White: una mirada panorámica unida a cierto efecto de experiencia, un tono íntimo que se prodiga al lector y la decepción como horizonte controlado. Aunque el autor asigna a la "desarreglada" vida gay potencias democratizadoras, no se hace ilusiones con los prejuicios que gravitan entre integrantes de la misma comunidad, sobre todo los vinculados con la edad, la raza y la clase.
Como se advierte en un prólogo de 2014 (la obra tuvo varias reediciones aunque no ampliaciones), Estados del deseo fue escrito y publicado antes de la aparición del sida en la escena pública. Por ese motivo aún laten en sus crónicas la promiscuidad y el desenfreno sexual (en algunas ciudades más que en otras) en fiestas, discotecas, piscinas, saunas, baños públicos y bares para sadomasoquistas. Y también la violencia homofóbica: "Me atemorizaba visitar Folsom Street porque apenas un año antes uno de mis amigos había sido asesinado ahí". Inmediatamente después de esa observación sombría, White ofrece un retrato radiante del amigo: "Era tan enorme y orgulloso y llamativo que sin duda resultó un blanco perfecto para la homofobia que se respira en San Francisco".
Jubilados acaudalados, prostitutos, azafatos, militares retirados (y casados), jardineros, negros y blancos de Atlanta, mexicanos, amantes de amantes conversan con White y le cuentan sus experiencias personales. Sus voces, reproducidas con una chispa única, ocupan páginas enteras de Estados del deseo como si fueran protocolos de existencias reglamentadas por condiciones sociales más que personales. De hecho, pretenden ser eso para el proyecto de White. "Los gays de Kansas City, cuyas creencias y valores son los mismos que los de la cultura dominante, atribuyen el tedio, la alienación y la desesperación que experimentan al fracaso personal y no al fracaso político", postula. En cada estado de Estados Unidos, se perfila una tipología humana.
Las lesbianas no encuentran lugar en las páginas del libro. El autor de Hotel de Dream, que vivió dieciséis años en Francia, donde publicó un hermoso libro sobre Marcel Proust, explica esa decisión como una respetuosa medida estratégica. Observa, sin embargo, el maltrato de los gays hacia drags y travestis, "las marginadas de la vida gay". Y en las páginas finales, asocia el feminismo y la liberación gay como núcleos de una transformación social. "Si los estadounidenses, los menos políticos de todos los animales sociales, llegan a dudar de la naturalidad de lo sexual, luego ese escepticismo podría desplazarse a otros aspectos de nuestra vida nacional", imagina. En cierto sentido, esa afirmación hecha por White décadas atrás adquiere hoy la magnitud de una profecía.
Estados del deseo
Edmund White
Blatt&Ríos
Trad.: Mariano López Seoane
476 págs.
$ 790