Cine y libros para la democracia
El 10 de diciembre, cuando tenga lugar una nueva asunción presidencial, se cumplirán 40 años de la recuperación democrática. Es el período más prolongado de estabilidad institucional y vigencia del Estado de Derecho desde 1983. Acaso combinando nostalgia cívica con interés por el pasado reciente, el aniversario venidero favorece la evocación de hechos y protagonistas de aquel tiempo. Mucho se ha escrito sobre Argentina, 1985, film dirigido por Santiago Mitre que narra el Juicio a las Juntas Militares. Desde su estreno generó debates en torno a las omisiones historiográficas y la interpretación política que, desde el guion, se hace sobre la posición del entonces ministro del Interior Antonio Tróccoli frente al juzgamiento de la cúpula castrense.
Pero más allá de toda polémica, y quizá por encima del hecho jurídico llevado a la pantalla grande, tal vez el film deba interpretarse como un intento biográfico a dos voces; una mirada posible sobre el derrotero humano, familiar y profesional de los fiscales Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo.Por otra parte, en sintonía con el trabajo cinematográfico que compite por el Oscar, resurgen los testimonios en primera persona. En su libro Cuando el poder perdió el juicio, reeditado recientemente, Moreno Ocampo relata las circunstancias en que fue convocado para participar de la instancia judicial. También enumera las condiciones adversas en las que, con la ayuda de varios colaboradores jóvenes y sin medios tecnológicos disponibles, reunió los datos suficientes para demostrar la existencia del terrorismo de Estado.
Valorando el resultado final de la tarea realizada, el exintegrante de la Corte Penal Internacional afirma: “El Juicio a las Juntas transformó el relato de las víctimas en la prueba que condenó al poder dictatorial. Eso fue lo más importante. La sociedad entera pudo conocer la verdad y entender el sentido de la ley y la justicia”. Y agrega: “La transición democrática argentina fue una victoria de la libertad en su eterno conflicto con la tiranía y el poder absoluto”.
Desde el plano académico, buscando ejercitar la memoria histórica, Pablo Gerchunoff también hace su aporte. En la biografía Raúl Alfonsín. El planisferio invertido, describe el escenario de violencia previo al golpe de Estado de 1976. El economista e historiador señala: “Cada vez era más difícil ubicar el paradero de personas que se suponían presas. Pocos abogados se atrevían a presentar habeas corpus, pero uno de ellos era Alfonsín, cofundador, el 18 de diciembre de 1975, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos”. Este hecho, desconocido para muchos jóvenes y omitido intencionalmente por algunos dirigentes políticos de la actualidad, ayuda a entender la decisión del gobierno constitucional de sentar en el banquillo de los acusados y castigar penalmente a quienes cometieron delitos de lesa humanidad.
Las cuatro décadas transcurridas dejan una enseñanza general: la historia argentina no debe ser un instrumento al servicio del maniqueísmo. La noción de república constituye un patrimonio colectivo que no admite una apropiación sectaria. Ambas se edifican cotidianamente, amalgamando honestamente pluralismo, tolerancia y disenso. Desde esta concepción, el cine y los libros, entendidos como vehículos de difusión cultural y educativa, tienen una misión fundamental: promover la saludable y necesaria confrontación de ideas en la esfera pública. Por lo demás, bien vale celebrar la consolidación de una democracia que, aunque imperfecta y con notorias deudas sociales pendientes, llegó para quedarse.
Lic. Comunicación Social (UNLP)