Cinco libros para conocer a Le Clézio
La mirada de un autor francés abierto al mundo
Aunque nació en Niza y su familia es de origen bretona, el francés Jean Marie-Gustave Le Clézio (1940) tiene sus raíces sentimentales en la isla Mauricio, en el océano índico, donde en su momento se instalaron sus ancestros. Más tarde, durante la adolescencia, un prolongado período en Nigeria también marcaría la curiosidad de su literatura. Muy temprano, cuando tenía 23 años, obtuvo el premio Renaudot con Le Procès-verbal (El atestado, en español), una formidable novela influida por la vanguardia del nouveau roman. Con los años, sin embargo, desilusionado de los excesos experimentales, se volcó a narrar en un estilo directo, interesado en las cosas. Para eso, Le Clézio llevó una existencia nómada que, entre otras cosas, incluyó una estancia de tres años con una tribu en Panamá. Residió durante más de veinte años en México y, también, en Albuquerque, en el sur de Estados Unidos. En 2008 le fue otorgado el premio Nobel de literatura.
EL BUSCADOR DE ORO
(1985)
Escrito como una suerte de extenso y minucioso diario, El buscador de oro cuenta la aventura de un originario de la isla Mauricio (ese paisaje africano aparece en muchas de sus narraciones), Alexis L’Étang, que se obsesiona con la búqueda del tesoro de un corsario del siglo XVII. Pero esa aventura es apenas un disparador, que contagia todo lo que lo rodea y convierte al mundo en un acertijo mágico a descifrar.
LA CUARENTENA
(1995)
Esta novela del escritor, una de sus más celebradas, cuenta el viaje a la distante Mauricio de un joven médico, Jacques Archambau, su esposa y su hermano, en la segunda mitad del siglo XIX. Un caso de cólera que surge en el barco, cuando se aprestan a llegar, obligará a desembarcar en la isla Plate (frente a Mauricio), para pasar la cuarentena. El lugar es paradisíaco, pero se convierte lentamente en un infierno que, a pesar de todo, deja lugar para la redención. El protagonista fue testigo en su infancia de una trifulca del poeta Rimbaud en una cantina, y esa imagen, y el espíritu desaforado del poeta, parece permear el misterio de la novela.
REVOLUCIONES
(2003)
No sólo las seiscientas páginas de Revoluciones la convierten en una de sus obras más ambiciosas. También su estructura. Tres historias –la de un joven francés que se parece bastante a Le Clézio, la de uno de sus antepasados y la de una esclava negra– se van hilando como una suerte de rueda temporal que, en su ciclo, abarca múltiples épocas y espacios geográficos. A pesar de esa aparente compeljidad, Le Clézio logra en Revoluciones lo que podría definir buena parte de su obra: la profundidad de lo simple.
EL AFRICANO
(2004)
El africano es un relato autobiográfico, sin adornos, aunque exquisito. El texto narra la experiencia juvenil del futuro escritor en Nigeria, adonde la familia se trasladó a vivir por el trabajo del padre como médico. Esa figura, la de un padre distante y marcado por las amarguras de su oficio, es la que emerge como dominante (es "El africano" del título) en este sensible retrato de una adolescencia que convertiría para siempre al autor, inevitablemente, en un extranjero.
URANIA
(2006)
A pesar de su título de resonancias griegas, el lugar es México y el protagonista principal un geógrafo francés que, llegado a Michoacán para presentar un proyecto cartográfico, se obsesiona con una tierra mítica, liderada por un ambiguo consejero. El choque entre lo europeo y lo latinoamericano, el homenaje a esa cultura que Le Clézio conoce tan bien, los guiños a Rulfo y al realismo mágico, convierten a este libro en una de las obras más curiosas del escritor francés.