Cien años
El 21 de septiembre, con el comienzo de una nueva primavera, cumplirá 100 años un personaje prodigioso: Mario Bunge, físico y filósofo argentino radicado desde hace décadas en Canadá. Como homenaje, unos días más tarde se presentará en Buenos Aires El último ilustrado, libro compilado por el profesor Antonio Martino y editado por Eudeba.
Si hay algo que puede decirse de Bunge sin temor a exagerar es que posee una mente asombrosa y es un trabajador incansable.
Profesor de Lógica y Metafísica en la Universidad McGill, dio clases hasta más allá de cumplir noventa años y decidió jubilarse porque consideraba que las dificultades de audición que habían llegado con la edad hacían que sus clases no fueran todo lo ágiles que él deseaba.
Durante toda su vida trabajó siete horas diarias (sábados y domingos incluidos) y produjo a un ritmo de vértigo. Hace un par de años, publicó una extensa autobiografía (Memorias. Entre dos mundos, Eudeba y Gedisa, 2014) que escribió enteramente ¡de memoria!, sin la ayuda de libretas de notas ni correspondencia, ya que el pequeño archivo que tenía lo había donado algunos años antes a la Facultad de Ciencias de McGill y no había conservado cartas propias.
"No tenía tiempo para guardar cartas", me contó una vez.
A los 19 años ya había fundado la Universidad Obrera Argentina. Se graduó de físico en la Universidad Nacional de La Plata, pero más tarde escribiría un tratado de filosofía en ocho tomos (Treatise on Basic Philosophy) sin haber tomado una sola clase de esa materia. Le concedieron veintiún doctorados honoris causa y, en 1982, el Premio Príncipe de Asturias de Humanidades. Dedicado intensamente al estudio, la docencia y la investigación, fue sin embargo un agudo observador de la política.
Desarrolló su pensamiento, que no dejará a nadie indiferente, en más de 50 libros y cientos de artículos. Pero además fue un conversador cautivante, de conocimiento enciclopédico, y cuyas historias condimentadas de anécdotas y frases filosas tuve la dicha de disfrutar en las varias oportunidades que me permitió entrevistarlo. Aquí les dejo algunas a modo de estímulo para que se acerquen a su obra.
-De Buenos Aires afirmaba que es la ciudad en la que tiene más amigos... y más enemigos. "Con mi mujer, Martita, siempre decimos que los lunes, miércoles y viernes decidimos volver, y los martes, jueves y sábados, quedarnos".
-Hay varios motivos [por los que la filosofía está tan alejada del ciudadano común]. Uno es que es difícil y la gente no tiene tiempo para tratar problemas difíciles. El otro es que a medida que la gente se educa, se va especializando, y al especializarse se aleja de preguntas más generales.
-Hay que procurar hacer filosofía científica en este sentido: cuando uno hace una afirmación acerca de la realidad o de su conocimiento, tiene el deber de justificarla, de citar ejemplos científicos o por lo menos de mostrar que la tesis de uno no es incompatible con la ciencia actual.
-Hablar del fin de la ciencia es como hablar del fin de la curiosidad, y eso puede ser que ocurra bajo una dictadura férrea, que prohíba la investigación, o dogmática, que diga que lo único que hay que leer es el Corán o la Biblia. Es ridículo (...) porque cada respuesta genera a su vez la posibilidad de plantear preguntas nuevas antes impensables.
-La idea de que la ciencia es puramente racional es completamente falsa. (...) Nadie va a empezar una investigación seria o interesante si no está apasionado. Se necesita pasión por la verdad.
-La Argentina es el país "de los progresos y retrocesos; por cada paso adelante hay un paso atrás, de modo que en definitiva la ganancia neta es nula".
-La máxima de mi sistema ético es: "Disfruta de la vida y ayuda a vivir". Si llega un momento en que ya no se puede disfrutar ni ayudar a otros, es mejor desaparecer con el mínimo dolor para uno mismo y para los demás.
¡Salud al gran Mario Bunge!