Cien años de Violeta Parra, popular y universal
Artista multifacética, a un siglo de su nacimiento se la recordará en Chile, su país natal; en la Argentina, la Feria del Libro y el Teatro Colón celebrarán su figura
"Yo soy amiga del viento,/ que rige por las alturas,/ amiga de las honduras/ con vueltas y torbellinos," entonaba Violeta Parra, la cantautora más universal de Chile, y también la más indómita. Poeta, recopiladora folclórica, pintora, arpillista, y "jardinera, locera, costurera... Árbol lleno de pájaros cantores", como la describió su hermano Nicanor.
Se acaban de cumplir 50 años desde que la artista -presa del desencanto y herida de amor- se suicidó. En 2017 también se cumplen cien años de su natalicio. Para homenajearla, en su país ya comenzaron los festejos con más de trescientas actividades, que se extenderán hasta el próximo 4 de octubre, fecha exacta de su nacimiento y que, además, marca el Día de la Música Chilena.
Con el título de "Violeta Parra. 100 años", las conmemoraciones son una iniciativa conjunta del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile (CNCA), diferentes ministerios públicos y la Fundación Museo Violeta Parra. La variada agenda incluye obras de teatro y espectáculos de danza, lecturas callejeras, conciertos de orquestas sinfónicas, presentaciones de cantoras de cuecas que ella recopiló, coros ciudadanos, talleres de artesanía, un congreso internacional, un encuentro de mujeres alrededor de su faceta como bordadora y luchadora por la justicia social, la publicación de Cancionero popular, votado por la gente, y de Violeta para niños (Ediciones Biblioteca Nacional), un libro ilustrado sobre su infancia, además de gigantografías en edificios públicos con imágenes de Violeta, que tomaron fotógrafos como Sergio Larraín, y muestras de afiches que homenajean su figura.
A lo largo del año, en el Museo Violeta Parra -que alberga una exposición permanente con sus arpilleras, óleos, documentos e instrumentos musicales- se realizarán unos ochenta recitales y un ciclo de cine sobre la artista, mientras en el Teatro Municipal de Santiago, el 6 de marzo se presenta Canto para una semilla, una cantata que creó el compositor Luis Advis, en 1971, sobre Décimas de Violeta Parra, y que interpretarán su hija Isabel, su nieta Tita e Inti-Illimani.
El conjunto chileno -que este año festeja cinco décadas de existencia- también cerrará, el 2 de abril, en Concepción -donde Violeta Parra fundó el Museo Nacional del Arte Folklórico Chileno, a fines de los años 50- su gira La exiliada del sur, con que rinde tributo a la cantante nacida en San Carlos en 1917, que se crió junto con ocho hermanos y dos medio hermanos en el hogar pobre de un padre folclorista y bohemio y de una madre costurera aficionada a las canciones campesinas.
Jorge Coulon, fundador de Inti-Illimani, dice que Violeta es, por un lado, "una flor especial" en "el rico jardín" que conforman, entre muchos artistas latinoamericanos, Agustín Barrios Mangoré, Silvestre Revueltas, Heitor Villa-Lobos, Atahualpa Yupanqui, Antonio Berni, Oswaldo Guayasamín, Cândido Portinari, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y los muralistas mexicanos. "Desde otra perspectiva, como pocos, es una artista atemporal. Sus textos, incluso los más contingentes, tienen vigencia hasta hoy; su música, inquieta e inquietante, está siempre en conflicto con lo usual sin ánimo de romper, sino de refundar, de mover algo en la costumbre, en el acostumbramiento... Violeta hoy es folk, es rock, es punk, es hip hop, es clásica. Puede ser cantada en todos los ritmos, gritada en todos los estilos. Su vigencia reside en el interrogante de estilo e identidad que dejó a las nuevas generaciones. La materia prima de sus composiciones son aquellas preguntas, temores, rabias y euforias que persiguen al humano desde siempre."
Para Claudio Vergara, periodista especializado en música del diario La Tercera, Violeta Parra "es, junto con Neruda y Mistral, el nombre consular de la cultura chilena en el siglo XX. Es, por lejos, la figura más relevante de nuestra música popular y la creadora musical más citada por distintas generaciones de artistas en el último tiempo. En años recientes se ha querido poner en un podio parecido a Víctor Jara o Jorge González (ex líder de Los Prisioneros), pero hay una diferencia fundamental: la trayectoria de Parra sobrepasa la música y su riqueza es mucho más amplia. Ella fue la creadora que recopiló la creación campesina y popular, no sólo para transformarla en una canción poética y llena de inventiva, sino que también empujó el perfil social que la música chilena explotó con brillo inigualable en el movimiento de la Nueva Canción Chilena, en los años 60 y 70".
Música por instinto
De contextura frágil -en la niñez sobrevivió a diferentes pestes, entre ellas, una viruela que le dejó marcas en el rostro y, de adulta, a una hepatitis-, y carácter determinado y explosivo, Violeta aprendió a tocar la guitarra casi instintivamente, al imitar a su padre. Luego comenzó a cantar con sus hermanos en las calles, para seguir con restaurantes, circos, trenes y hasta burdeles. A los nueve años compuso su primera canción; a los doce, en Chillán, musicalizó los poemas de su hermano mayor, Nicanor Parra. Fue él quien la convenció de mudarse a Santiago, cuando murió su papá, en 1932. En la capital chilena, a los diecisiete, Violeta, que había abandonado los estudios secundarios, cantaba farrucas, pasodobles y sevillanas con su hermana Hilda, en bodegones. Las hermanas Parra -como se hacían llamar- también editaron algunos discos con el sello RCA Victor, hasta que se separaron, en 1953. Luego Violeta emprendió un camino en solitario y más tarde se convirtió en la autora de temas imprescindibles del cancionero latinoamericano, como "Al centro de la injusticia", "Maldigo del alto cielo", "Arauco tiene una pena", "La jardinera", "Arriba quemando el sol", "Casamiento de negros", "La carta", "Volver a los 17" y "Gracias a la vida".
Nicanor también la conectó con grandes poetas de la época: Pablo Neruda, Pablo de Rokha y Gonzalo Rojas, entre otros. Y la impulsó a recorrer "ciudades y charcos", durante quince años, al rescate de más de tres mil temas populares, reunidos en el libro Cantos folklóricos chilenos.
En el exterior, fue "embajadora cultural" de Chile, ya que llevó su canto y sensibilidad social a Europa, donde también se convirtió en la primera artista latinoamericana que expuso en el Museo del Louvre, en 1964. Vivió en París, en dos períodos, y pasó una temporada en Ginebra, acompañada por Gilbert Favre, un antropólogo y musicólogo suizo varios años menor que ella, al que había conocido unos años antes en Chile y que fue su último y gran amor. De esa tortuosa relación surgieron canciones como "Run Run se fue pa'l norte" y "Qué he sacado con quererte".
A la Argentina llegó en 1961. Se quedó seis meses en Buenos Aires, donde expuso sus pinturas, se presentó en la TV y dio recitales en el Teatro IFT. Ahora "regresa", en una selección de la muestra Yo canto la diferencia. Violeta Parra poesía y voz, de la Biblioteca Nacional de Chile, que se exhibirá en la Feria Internacional del Libro, en abril. La exposición está centrada en "la poeta que canta, en la Violeta intelectual, que mira su época y tiene algo que decir al respecto", indica Patricia Díaz, jefa de Extensión Cultural de la biblioteca. Por ello, habrá fotos, diarios y revistas que documentan el contexto en que Parra vivió. Asimismo, se podrán escuchar quince canciones sociales, versionadas por otros, y doce canciones de amor, en voz de ella.
"Violeta Parra era una trovadora de excelencia, completa, una artista de arte sublime", destaca Díaz, que también es musicóloga. "Su poesía es grandiosa. No hay nadie igual en Iberoamérica, quizá Chico Buarque. Ella tiene el desgarro de Federico García Lorca y de Juana de Ibarbourou. ?Maldigo del alto cielo', por ejemplo, es una poesía extraordinaria", opina.
El Teatro Colón también se sumará a los festejos argentinos por el centenario del natalicio, con un espectáculo de su Centro de Experimentación titulado Cien años de Violeta Parra, el próximo 3, 4 y 5 de agosto.
Además de la Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Colombia, Trinidad y Tobago, Cuba y México rendirán tributo a la chilena. Y, en Europa, harán lo propio Francia -cuya Bienal de Artesanía Revelations de París estará dedicada a Violeta y contará con veintisiete participantes chilenos-, Portugal, España, Italia, Alemania, Suiza y Suecia.
Hace unos días, el Festival de la Canción de Viña del Mar dedicó su obertura a Violeta Parra. Un poco antes, la Universidad de Concepción había inaugurado una cátedra con su nombre. Algo inédito en Chile, donde fue prohibida en la dictadura. En su época, en tanto, si bien fue reconocida por sus pares, el establishment no la quería. "No fue apoyada por ciertas instituciones. La veían como ?loca' o ?deslenguada'", comenta Díaz. Ese desdén, sumado al deseo frustrado de convertir su carpa de La Reina, un centro de arte popular, en un concurrido centro folclórico y el dolor que le provocó la ruptura final con Favre -quien se fue a Bolivia y se casó con otra mujer- la sumieron en un dolor que sangraba en sus canciones, hasta que, luego de varios intentos de suicidio y de la salida de Las últimas composiciones (1966) -álbum que es considerado una especie de epitafio-, decidió acabar con su vida de un disparo.