Ciegos y sordos. El fracaso de la política
Mientras la propaganda del gobierno nacional, a través de los medios masivos y de la cartelería que inunda las principales avenidas, promueve el eslogan “Ahora todos juntos” o “Argentina unida”, tanto oficialismo como oposición profundizan más y más la pelea entre sí. La frase publicitaria expresa sin dudas el sentir de la sociedad, que demanda, básicamente, una opción superadora de la grieta que nos domina y acuerdos fundamentales que permitan solucionar los problemas que acosan a los argentinos. Pero la política del fracaso está muy lejos de mirar la realidad del pueblo y escuchar sus peticiones.
Ciegos y sordos, solo atienden –oficialismo y oposición– los consejos de sus asesores de marketing, que les dicen que para las próximas elecciones deben no solo sostener, sino exacerbar la pelea. De otra manera no se explica que los dirigentes de uno y otro lado de la grieta estén completamente ajenos e indiferentes a la crítica situación que padece la población. Esta dura realidad es el fruto de la crisis económica y social más grave de la que se tenga memoria en la Argentina. Los indicadores así lo demuestran. Desde 1983 al presente la pobreza creció del 13 al 42%. También han aumentado la desocupación, la marginalidad, la informalidad, la violencia, la delincuencia y, en suma, la inseguridad. Y como si todo esto fuera poco, sin compasión también se incrementó la inflación.
Nada de todo esto conmueve a los ciegos y sordos de la política de la pelea y el fracaso. Para mirar de frente a los ojos esta cruda realidad, primero hay que hacerse cargo de los errores propios, de los fracasos propios. Pero los contendientes no están dispuestos a ello. Prefieren echarles la culpa a los otros. Cuando me hacen una entrevista radial o televisiva, siempre surge la misma pregunta tendiente a comparar la crisis de 2001/2002 con la actual y mi respuesta es siempre la misma: “Esta es mucho más grave”, sin dejar de reconocer la trágica situación que debimos afrontar entonces.
Recordemos la desesperada demanda de los argentinos de aquel momento: “Que se vayan todos”. En sí, esa consigna expresaba ya la pérdida de confianza en los gobernantes y en los partidos. Hoy el estado de ánimo de la sociedad es aún más grave. La pandemia le suma a la desesperanza por la situación económica y social, el miedo a la enfermedad y la incertidumbre hacia el futuro del país y del mundo.
En 2002, pudimos dar vuelta aquella consigna anárquica y construimos un gobierno de unidad nacional que integró a todas las fuerzas políticas, empresariales, laborales, sociales y organizaciones representativas de la sociedad civil. Se hizo detrás de un programa consensuado para superar la crisis. Estoy haciendo referencia al Diálogo Argentino, creado el 14 de enero de 2002 en la iglesia Santa Catalina de Siena, donde estuve acompañado por el obispo Estanislao Karlic y el doctor Carmelo Angulo Barturen. Fue precisamente por ahí por donde pasaron todas las decisiones que debía tomar el gobierno, ya sean normativas o de gestión.
Hoy estamos lejos del diálogo y del acuerdo, a pesar de que la sociedad lo demanda cada vez más. Jorge Remes Lenicov –que fue el ministro en 2002 y condujo el camino de la recuperación económica del país– ha escrito recientemente: “Para alcanzar un acuerdo, tienen que darse dos condiciones. La primera es dejar de lado el ideologismo y dedicarse a la política, que es el arte de hacer acuerdos, conversar y discutir. El ideologismo pretende que todos piensen de una misma manera, entonces tiende a los extremos. La segunda es la buena voluntad de las partes para lograr un entendimiento”.
Los ciegos y los sordos de la pelea –podemos afirmarlo hoy sin temor a equivocarnos– volverán a fracasar, gane quien gane las próximas elecciones, a menos que depongan su actitud beligerante y se dispongan a escuchar la voz del soberano. Mientras tanto, los argentinos que pensamos que la unidad es el único camino hacia la superación de esta crisis seguiremos luchando para construir fuerzas y liderazgos dispuestos a dejar de lado la pelea y abrir una nueva etapa en la vida de la Argentina.
Expresidente de la Nación