Chuchundras
Corren, corren, corren incesantes y desorbitadas emitiendo cada tanto el escalofriante aullido ¡szchrieek!
Hasta fecha no muy lejana en el tiempo –hace poco, digamos– se conocían de manera muy general la índole física, las rutinas de supervivencia y los usos & costumbres rutinarios de las chuchundras. ¿Qu’est ce que c’est ça?, demandaría un mendocino afrancesado. O, ¿eso qué es lo que es?, otro así nomás, de San Rafael.
Provisoriamente diremos que las chuchundras, o espiroquetas saturnianas, son criaturas bichológicas conjeturales parabólico-hiperbólicas de índole ambigua que corren de manera vertiginosa e incesante por los bordes superiores de los zócalos, basas, peanas, sobresaliencias varias y otras anfractuosidades del país nacional urbano. Al campo abierto no se le animan, porque apenas cruzado el Puente de la Noria o el Avellaneda (depende de los piqueteros) los gauchos angurrientos de las pampas chatas las transforman en beignets poêlés sarteneadas unilateral con una guarnición estilo sushi folk, y se las morfan con ginebra Llave. Pero, en cambio, ciudad adentro pululan, abundan, hierven, chuchundrean.
Verlas, obvio, no se las ve, por su índole a los rajes: donde ponemos el ojo, ya dejaron de estar. Pero uno sabe que allí siguen por el aullido, el famoso ululaje chuchúndrico horadante ¡szchrieek! en Si bemol de la escala dj remixed sound, síncopa electrónica que no se escucha vía tímpanos, sino directamente por las plantas de los pies.
En los momento menos previsibles, más desprevenidos de nuestra pobre vida paria, sólo una buena mujer o espléndida vidurria de bacana que pusiste calor en mi nido, puede muy bien cundir súbito el ensordecedor ¡szchrieek! chuchundro en Si bemol, saliendo –es un decir– de entre la sábana de abajo y la sábana de arriba, estando nuestra estructura corporal con sólo lentes de contacto puestos. ¿A quién no se le corta el operativo que venía de diez? El szchrieek chuchundro es antiafrodisíaco, por su tendencia a reducir todo de golpe a su mínima expresión, un papelón. En las premencionadas circunstancias quiero decirle que las chuchundras son abominables.
Hoy sabemos bastante más sobre la cosa, y este texto está orientado a dar razón sobre mis dichos, en términos lo menos ampulosos posible. Voy a los bifes, tac, como quien no quiere la cosa.
Con lo que las susodichas bichologías no son para nada semnopitécidos catirrinos, del grupo de las filzläusen de los Países Bajos, sino estrictos mamíferos anélidos quetópodos incesantes, de consistencia fugaz, por andar todo el tiempo a los santos cuetes, consiguiendo estar en todas partes por su ignorancia de dónde queda ninguna.
Estos semnopitécidos son mandis, marbures o mono santos, pero en este caso disfrazados de filzläusen para intimar. Se trata de lausen muy avispados, que a uno lo pican pero no los ves, adoptando el color del vericueto donde fijan domicilio a los efectos de este contrato. En su versión 2011, y atento a cómo viene la fashion, estas bichologías están yendo mucho a las degustaciones de vinos nacionales, a los after office atreviditos del distrito Catalinas, al amanecer de Las Cañitas, las asambleas episcopales, distintos vinandinos, reuniones de talentos para nuevos programas de TV y los dormitorios conyugales en su conjunto. En todas ellas corren todo el tiempo, incesantes y desorbitadas, por los bordes superiores de los zócalos y, llegado el momento, se mandan el ululaje ¡szchrieek!
Ahora bien, la pregunta es ¿por qué? Ahí está. Porque tienen pánico de entrar y a la vez de salir; de hacer y también de no hacer, de hablar o de quedarse bocca chiusa.
Son animalitos tipicamente argentinos.