China, un gigante que tiene varias deudas pendientes
Aún no inquieta a EE.UU. y Europa como líder político mundial, según un foro realizado en Seúl
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7 de octubre de 2010
SEUL (De un enviado especial).- Estuvo en boca de todos, y no era para menos. Desde hace tiempo, la atención del mundo está puesta en China, por sus logros económicos envidiables, pero también por los temores que aún inspira y los desafíos que seguramente le esperan.
El ascenso del gigante comunista a segunda potencia económica mundial, tras superar a Japón, y la posibilidad de que desplace del primer lugar a Estados Unidos en 2025 -según lo vaticinaron el Banco Mundial y la calificadora Goldman Sachs- fueron temas casi excluyentes de las disertaciones que se realizaron en la capital surcoreana como antesala de la cumbre del G-20 del mes próximo.
Durante el encuentro, que analizó el papel de Asia en el nuevo orden internacional, se coincidió en señalar que Pekín es una de las principales locomotoras -si no la principal- de una economía global que pugna por salir, en forma despareja, de la recesión generalizada. Así lo confirmó ayer el informe del FMI. Pero también quedó un interrogante en Seúl: si la influencia de China como actor político dentro del concierto de las naciones tendrá un peso equivalente.
“La crisis global de 2008 mostró al mundo que el poder económico se ha desplazado hacia el este de Asia y que eso es irreversible. Pero hemos aprendido de la historia que el poder económico no significa necesariamente un poder político inmediato. Esto también pasará con China”, vaticinó Jusuf Wanandi, analista y fundador del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Indonesia, para quien la influencia real de China como actor político global recién podrá verse dentro de 20 años.
Mientras la democracia es un pilar afianzado en Estados Unidos y Europa, difícilmente lo mismo pueda decirse del continente asiático, donde sólo una pequeña proporción de Estados pueden considerarse verdaderamente democráticos.
Esa debilidad “moral” de Asia y en particular de China, donde el régimen comunista acalla cualquier voz disidente, conspira, según señalaron varios de los participantes del foro, contra cualquier posibilidad de que Pekín juegue un papel determinante como árbitro en la arena internacionales en situaciones de crisis que se generen fuera del ámbito su influencia regional.
Los disertantes del foro de Seúl coincidieron en señalar que no hay indicios concluyentes de que el pujante crecimiento en Asia se produjera a expensas de una declinación de Occidente, y apuntaron que, en todo caso, la propagación de la prosperidad creará más “accionistas” en la gran empresa de la paz y la estabilidad mundial. Los intereses compartidos derivan en “responsabilidades compartidas”, señalaron, y pusieron como ejemplo la generosidad europea para asimilar a sus nuevos miembros.
En ese sentido, Brahma Chellaney, profesor del Centro de Investigación Política de Nueva Delhi, dijo que el concepto de desarrollo es más amplio y significa mucho más que la tasa de crecimiento del PBI. “La base de un desarrollo verdadero está en reducir la brecha entre ricos y pobres, la equidad social, una salud pública sólida, el respeto de los derechos humanos, la transparencia pública, la igualdad de géneros y la protección del medio ambiente. Asia es deficiente en muchas de estas áreas”, apuntó.
Por lo tanto, y pese al empuje también de las naciones emergentes, el papel de liderazgo político mundial difícilmente cambie en un futuro cercano, según ese criterio coincidente, y se mantendrá en Estados Unidos y la Unión Europea.
“El centro de gravedad en la política global significa algo más que contar con el poder económico. En ese sentido, la llegada de la era china en términos de poder nacional total puede tardar más que los pronósticos que han realizado Goldman Sachs o Price Waterhouse. A diferencia de los siglos XIX y XX, la reputación internacional y la atmósfera global son también variables importantes para determinar la estructura de la política internacional”, dijo Jae Ho Chung, de la Universidad Nacional de Seúl.
Tampoco faltarán en el futuro próximo más tensiones entre Washington y Pekín en áreas tan diferentes como el valor del yuan, el comercio y la seguridad. “A medida que el Pentágono se vuelva más suspicaz sobre la modernización militar china, la política norteamericana hacia China se hará más y más dura”, dijo Yan Xuetong, director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Tsinghua, que recordó el rápido crecimiento de las fuerzas armadas chinas y los focos de conflicto latentes en la región, entre ellos la venta de armas de Estados Unidos a Taiwan y el plan nuclear de Corea del Norte.