China se asienta en la Argentina: el corto plazo no siempre es buen aliado
A partir de un creciente intercambio económico, China está aumentando su influencia política y cultural en el continente y la Argentina no es una excepción. Además, en el caso argentino, su fragilidad económica se utiliza para buscar, y en muchos casos obtener, acuerdos que implican concesiones políticas y económicas de gran impacto en el medio y largo plazo. China, en el corto plazo, se ha convertido en un salvavidas para la Argentina, pero este cortoplacismo lo puede pagar muy caro en un futuro cercano.
La Argentina y la República Popular China iniciaron sus relaciones diplomáticas bilaterales en 1972. Desde la recuperación de Hong Kong, China ha respaldado las reivindicaciones argentinas sobre la soberanía de las Malvinas. En respuesta, la Argentina reconoce la política oficial de la República Popular sobre Taiwán de “una sola China”.
Junto con Brasil, China es el principal socio comercial de la Argentina y el segundo destino de las exportaciones del país sudamericano. El volumen de intercambio de mercancías asciende a los 20.000 millones de dólares, un 4,1% del PBI argentino. El saldo neto es favorable a China, que exporta a la Argentina el equivalente al 2,8% del PBI del país iberoamericano (principalmente productos de electrónica y químicos), mientras que importa bienes de éste por un 1,3% de su PBI, fundamentalmente soja y carne. En la actualidad, el comercio con China representa para la Argentina un 21,4% de sus importaciones y un 8,1% de sus exportaciones, cifras que se han cuadruplicado desde el año 2000.
En un contexto financiero internacional que considera a la Argentina como uno de los peores países para invertir, China se ha erigido como la principal fuente de financiación exterior del gobierno argentino. Por un lado, la Argentina se beneficia desde 2009 de un acuerdo de permuta (“swap”) de divisas con China, que funciona como un préstamo de reservas del banco central chino al argentino.
En la actualidad, el gobierno argentino adeuda a China unos 18.500 millones de dólares, el equivalente al 40% de las reservas de divisa argentinas. En las últimas semanas el equipo económico argentino con los funcionarios del Banco Popular Chino (BPC), han anunciado la renovación por tres años del swap de monedas con ese país. El tramo “de uso” -como dice el comunicado- pasó así de 35.000 millones de yuanes a 70.000 millones de esa moneda. El equivalente a US$10.000 millones.
Por otro lado, desde el año 2000, la Argentina ha recibido inversión directa de China por un total de 15.000 millones de dólares y de préstamos bilaterales por un importe de 17.000 millones de dólares. Mediante dichas inversiones, los intereses chinos en el país se han proyectado sobre ferrocarriles -trenes Belgrano Cargas, San Martín, Roca, metro de Buenos Aires-, energía nuclear -una posible cuarta central con tecnología china-, hidráulica -presas Kirchner y Cepernic- y renovable -parques solares en Jujuy y en Chubut- , minas de cobre, litio y hierro y el sector primario -comercio de soja, carne porcina-. En el sector privado argentino, por su parte, un 3% de la deuda externa corresponde a préstamos con contrapartes chinas.
En 2021, la Argentina pasó a ser miembro de pleno derecho del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. Además, en 2022 la Argentina y China firmaron un memorando de entendimiento para la incorporación de aquella a la Iniciativa de la Franja y de la Ruta de la política exterior y comercial de China.
En el plano social y cultural, la influencia del gigante asiático también es notable. Aunque, según las cifras oficiales, en la actualidad sólo hay cerca de 10.000 inmigrantes chinos en el país, la Argentina ha sido históricamente uno de los países iberoamericanos con inmigración china de cierta relevancia, sobre todo desde el último tercio del siglo XX. Las estimaciones recientes cifran la comunidad china en la Argentina en torno a los 200.000.
En todo el país hay más de 4000 comercios minoristas chinos, Buenos Aires cuenta con un barrio chino desde hace tres décadas y el Instituto Confucio, integrado dentro de la Universidad Nacional de la Plata, junto con el Centro Universitario de Idiomas, imparten clases de chino para 2500 estudiantes cada año. Ambos países celebraron, en 2022, el “Año de la Amistad y Cooperación China-Argentina”.
Según un estudio realizado (Bardaró M., Denardi L., Unsam, UIBE, 2021) en 2021 por investigadores de universidades de ambos países sobre la percepción que se tiene de los chinos por parte de los argentinos, un 55% de los encuestados tiene una imagen positiva de China, valorando su situación como socio comercial. No obstante, un 82% reconoce tener un elevado desconocimiento sobre el país.
En el plano geoestratégico la relación entre China y el gobierno argentino tomó una nueva dimensión a raíz de la creación en 2017 de una base de exploración espacial. La Administración Espacial Nacional del Ministerio de Defensa chino estableció una estación de espacio lejano en Bajada del Agrio, en la Provincia de Neuquén (Argentina), la primera construida fuera de su propio territorio, a raíz de un acuerdo firmado en 2015 con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Después de una polémica de varios años, en 2018 el gobierno de Macri ratificó su viabilidad, previa redacción de un anexo al acuerdo en el que se descartaba expresamente el uso militar de la estación.
Otro tema crítico para la Argentina que en la actualidad se está debatiendo, es la participación china en el icónico proyecto de dragado de un corredor de transporte fluvial o “hidrovía” en los ríos Paraná y Paraguay. China no sólo quiere tener el control político y económico de esta vía fluvial estratégica, sino que también busca contar con la certeza de que el dragado sea lo suficientemente amplio para que sus buques cargueros puedan circular. La “hidrovía” es la salida del 80% de las exportaciones argentinas y una infraestructura crítica que los EE.UU. no quieren ver caer en manos chinas.
Cuando al comienzo del artículo hablábamos de la creciente influencia económica y política china y del cortoplacismo argentino, nos referíamos a los riesgos que, para la soberanía del estado argentino y su autonomía para tomar decisiones para su gobierno, pueden suponer el vincular infraestructuras críticas y su solidez financiera a un gobierno extranjero tan fuerte como el chino.
Analista internacional de CEU-Cefas (Centro de Estudios, Formación y Análisis Social, España)