Chile, un país sumido en un proceso caótico y aún incierto
SANTIAGO DE CHILE.- Para aterrizar en Santiago de Chile desde la Argentina hay cruzar la Cordillera de los Andes y bajar en el aeropuerto Arturo Merino Benítez. Quien lo haga tendrá que ver la bandera y oír el castellano para no pensar que está en uno de los aeropuertos más modernos de un país central. Allí se han destinado 700 millones de dólares para la construcción de una nueva terminal internacional, que sumará 30 millones de nuevos pasajeros
Inmediatamente después, el viajero subirá a un auto o a un transporte público para ir al centro de la ciudad. Autopistas del primer mundo y una red de túneles en los que se invirtieron centenares de millones de dólares conforman el sistema sanguíneo de un Santiago moderno que permite llegar al centro en minutos o emerger sin demoras en Las Condes, uno de los barrios más impresionantes de América Latina.
Jamás podría imaginar ese viajero que al primer intercambio con algún chileno surgirán de inmediato las vivencias de un país acosado por una protesta social inédita -por lo masiva y lo violenta-, que ha puesto en jaque tanto la gobernabilidad del país como una forma de gobierno que, hasta hace poco, era el ejemplo de desarrollo en la región. Los ciudadanos ya toman como un derecho adquirido esa descomunal obra vial; ahora ya no quieren pagar el peaje. Reclamos de segunda generación.
Hoy hay una enorme preocupación por el presente y, sobre todo, por el futuro de este país que hasta hace poco tiempo era algo así como un Suiza latina. En una sociedad acostumbrada a la certidumbre, la situación se torna aún más grave. "¿Cómo se hace para vivir con eso de levantarse y correr a mirar el precio del dólar?", preguntó un profesor universitario a este cronista.
Estabilidad perdida
La estabilidad de décadas se perdió. Según datos del Banco Central de Chile, el Indicador Mensual de Actividad Económica (Imaec) de octubre cayó 3,4% en comparación con igual mes del año anterior. "La serie desestacionalizada disminuyó 5,4% respecto del mes anterior y 3,5% en doce meses", comunicó la entidad esta semana.
El número es aún peor si se le quita la actividad minera, principal motor de la economía chilena. El Imaec minero creció 2%, mientras que el no minero se desplomó un 4. Si se compara con el mes anterior, el indicador se derrumbó 6,1%. Pero antes de seguir, algo para tomar dimensión de las cosas: el índice mide octubre y hasta el 18 la situación era normal; ese día empezaron los reclamos. Dicho de otro modo, la caída corresponde a menos de dos semanas. El dato de noviembre aterra.
En menos de 40 días los chilenos entendieron que se viene una recesión. El dólar voló como nunca -que se entienda, vuelo a la chilena, no a la argentina- y la cotización empezó a subir. Si bien el peso chileno venía devaluándose -un dólar llegó a estar 638 pesos en febrero- la suba de la moneda norteamericana se precipitó después de la primera ola de protestas. En un mes, pasó de 714 a 857. Tal fue el temor de una corrida que el Banco Central de Chile intervino en la oferta y puso a disposición 20.000 millones de dólares para satisfacer al mercado. Entonces inició la baja y ahora se ubica en torno a los 790 pesos.
"Solo la solidez financiera de Chile pudo lograr que no se escapara la moneda", reflexionaba Matías del Río, un periodista de TVN Chile y de Radio Duna.
Un nuevo Chile se funda por estos días, lejos, quizá, de una cobertura internacional que se sorprende ante la violencia desatada -por ahora en una tregua- y se retira sin entender del todo, como la mayoría de los chilenos, la dinámica de los acontecimientos que se han desatado de este lado de los Andes. "Quédese hasta el viernes y va a ver lo que son las marchas", le pedía un colega a este cronista. Ese día, un millón de chilenos salieron a hacer escuchar su voz.
Allí hay un reclamo genuino. Los que pasan seguido por Chile seguramente perciben el impacto del crecimiento del país y, sobre todo, de la mejora en la infraestructura de las ciudades principales. Pero también se percibe no solo un problema de distribución de la riqueza, sino también de una enorme falta de movilidad social. A mitad de camino en el ascenso de varios sectores que encontraron una tangente para escalar la cuesta de la pobreza existe un techo de cristal, imposible de superar. "Ahí arriba existe una 'amigocracia'", graficó una directiva de un fondo de inversión, de unos 40 años y ropa de diseño. "Ahí arriba", un lugar que los sociólogos podrían llamar una casta, no se llega por méritos. Sí, quizá, por tener mucho dinero. Para acceder allí hay que pertenecer a ese sector o ser extranjero y llegar con una billetera mata casta.
Esta falta de movilidad le dio a los reclamos un alto grado de violencia, cargada de un resentimiento muy fuerte. Sorprende la intensidad de las protestas y, sobre todo, la dinámica que tomaron los hechos. A los problemas de la distribución de la riqueza y la falta de movilidad social se le agrega otro, más puntual: la participación de bandas narcos en los actos vandálicos. Nadie se arriesga aquí a pronosticar cuándo terminará lo que comenzó el 18 de octubre. Lo único seguro es que para salir de esto se van a necesitar liderazgos y mucha institucionalidad.
Falta de autoridad
Hasta los carabineros, íconos del orden y la mirada seria, han perdido la autoridad. "Hay centenares de denuncias preocupantes sobre uso excesivo de la fuerza en las calles y abusos contra detenidos: golpizas brutales y abusos sexuales que no pueden quedar impunes y deben ser pronta y rigurosamente investigados y sancionados", expresó José Miguel Vivanco, un chileno que es director para las Américas de Human Rights Watch. Chile no supo o no pudo ver que una de sus instituciones más respetadas escondía otro germen de la violencia. Ahora ese pilar del orden está demolido, al igual que el orgullo de los sectores más pudientes de la sociedad.
"En Walmart Chile hemos sufrido más de 1300 incidentes de saqueos, resaqueos e incendios, lo que ha dejado 18 locales completamente destruidos y un total de 99 supermercados cerrados, con el consiguiente impacto en nuestros colaboradores. Como compañía hemos hecho todos los esfuerzos para reubicar a la mayor cantidad de trabajadores que han visto afectada su fuente laboral. Ya llevamos más de un 80% de reubicaciones, equivalente a más de 4000 colaboradores", contaron directivos de la compañía.
El mercado laboral se desplomó. El subsecretario del Trabajo, Fernando Arab, informó que en noviembre hubo 62.049 despidos por la causa "necesidades de la empresa", algo así como lo que sería acá el procedimiento de crisis.La cifra, explicó, es casi el doble que la de igual período del año anterior, cuando se registraron 33.628, y muy superior al promedio de un mes normal, en los que suele haber entre 30.000 y 40.000 despidos por esa causa.
Terremoto
"Fue como si el país sufriera un terremoto", dijo a Tele 13 Radio Axel Christensen, director de Estrategia para América Latina de BlackRock, una gerenciadora de inversiones con sede en Nueva York.
La clase política responde con dinero, una receta que bien podría haber sido copiada en la Argentina. "El nuevo escenario económico y el financiamiento de esta agenda modifica el compromiso de convergencia de balance estructural vigente que contemplaba una reducción del déficit estructural a razón de 0,2% del PIB por año, hasta llegar a 1% del PIB en 2022. Para el próximo año, la meta será un déficit estructural de 3% del PIB, el cual se reducirá a razón de 0,5% del PIB por año, llegando a 2% del PIB en 2022", se lee en un comunicado del Poder Ejecutivo chileno. Nada nuevo para oídos argentinos.
El gasto público crecería 9,8% real en 2020 en relación al presupuesto de 2019. La contrapartida, el déficit fiscal, se elevará hasta 4,4% del PIB el próximo año. Las mayores erogaciones aumentaron las necesidades de financiamiento. Habrá emisión de deuda por 9000 millones de dólares, mientras que 7600 millones serán reservas o activos del Tesoro en moneda extranjera.
"Todos vienen y piden y el gobierno, débil y acorralado, cede -explica Del Río-. Es como un padre que tiene culpa y le compra todo el tiempo chocolate a los hijos. Alguna vez va a tener que decir que no y darle carne o verdura para que se alimenten de verdad. Esa es una gran duda. ¿Podrá el gobierno decir que no?"
Recorrer las calles es una experiencia inédita. Los bancos están tapiados con chapones o hierros y decenas de cadenas de cafés, farmacias y otros negocios que pudiesen ser símbolo de la cultura de Estados Unidos en los barrios más pudientes apenas tienen una pequeña puerta para ingresar. Lo demás está tapado, para evitar saqueos.
Paisaje tras la batalla
El centro de la ciudad es poco menos que tierra arrasada. Sólo para establecer un paralelo, las plazas y los espacios públicos se parecen a aquella Plaza de los Dos Congresos después de la pedreada a la policía mientras se debatía en el recinto el nuevo cálculo de ajuste jubilatorio, a fines de 2017. Centenares de lugares vandalizados y negocios quemados son parte del paisaje.
Hay barrios donde aquella cultura del respeto a las normas de tránsito se ha perdido y las calles van o vienen a gusto de los usuarios. Y si bien ahora hay días de calma, que nadie aventura si serán definitivos o no, hubo jornadas de barricadas en la calle. Cuentan que para pasar había que bajar del auto, o del camión o colectivo, lo mismo daba, y bailar frente a los piqueteros. Si los pasos eran aprobados, se podía seguir. Y si no, continuar el baile hasta lograr la aprobación. Un poco de humillación antes retomar la ruta.
No hay otro tema en Chile; ya no se habla de otra cosa que de este presente fuera de foco. Y cada anécdota tiene un mojón: el 18 de octubre de 2019. Ese día sirve para saber si esos hechos ocurrieron en el "viejo Chile" o en el "nuevo Chile". Por ahora, al Chile de estos días, nadie lo puede explicar.