Cháchara digital: cómo surgió el curioso dibujo de una niña de seis años y por qué fue viral
Fue sin querer. Es caprichoso el azar. Posteé un dibujo y se volvió viral. Un día abrí el cuaderno de mi hija Julia y encontré algo que me hizo desternillarse de risa. Lo compartí con mi familia y amigos, y todos a las carcajadas. Me tenté, y lo puse en Twitter, porque además de gracioso es profundamente periodístico. Lo que está pasando ahora con el dibujo ya no lo es tanto. Diarios, radios y noticieros de televisión lo analizan como exégetas porque es viral en las redes: 91.500 favoritos, 17.500 retuits, contando sólo los del posteo original. ¿Lo que pasa en el mundo virtual es noticia en el mundo real? Lo que se convierte en tema masivo en esa conversación global parece que sí.
Todo empezó cuando las chicas se fueron a jugar a la casa de su prima, que tiene un cachorro al que adoran. Lo miman como a un bebé aunque pesa casi 40 kilos. El juego favorito de las tres nenas es entrenarlo: enseñarle a dar la pata, dar saltitos y sentarse, a fuerza de rascarle la oreja y darle comida. Sucede que el cachorro, Oso, como bien indica su nombre, es una bestia bastante grande, y en su afán a veces no mide la fuerza. En un rapto de alegría, un diente rozó una de las seis manitos y un exabrupto se escuchó en toda la cuadra. Fue el único.
Todos los lunes en la clase de Lengua los alumnos de primer grado hacen el dibujo sobre las actividades del fin de semana. Julia lo hizo, y con buen criterio periodístico eligió un foco llamativo y noticioso: ese momento dramático del adiestramiento. Por eso me dio tanta gracia, y porque no le tembló el pulso cuando tuvo que poner una cita directa polémica sin modificarle ni una coma. Se sabe, jamás debe editarse un testimonio.
En Twitter supuse que mis colegas y editores valorarían ese buen ejercicio del oficio, y eso fue lo que pasó en las primeras horas. Escribo sobre arte hace muchos años como colaboradora de este diario y en otros medios, y por eso tampoco me parecía mal difundir una pieza de arte infantil. Mucha gente que aprecio coincidió con mi valoración. Pero después el teléfono pareció volverse loco: las notificaciones se multiplicaban por miles. No había forma de pararlo.
Y llegó el vértigo. Siempre cuido la privacidad de mis hijos y muy rara vez comparto fotos de ellos en las redes. No me gusta exponerlos. Pero este dibujo de mi nena de seis está en boca de todos. El análisis colectivo siempre es el más completo: muchos destacaron la expresividad de los personajes, las caras de estupor de la nube y el sol, los testigos. Como verdaderos peritos, descubrieron que el can había sido dibujado primero con cabeza gacha y que después la autora la irguió y le puso ojos sorprendidos. Alguien pidió que le dieran a la chica un título universitario. Otro aconsejó a Oso con la popular frase hecha: "Salí de ahí, amigo, date cuenta". Y hubo muchos mensajes de gente agradecida por un momento de alegría. La risa sana, alivia, ayuda. Agradezco haber dado un instante feliz a tantas personas. Pero también están los comentarios que obligan a defenderse: no, las nenas no maltratan al animal; no, las nenas no son maleducadas; no, no lo hice viral a propósito.
Gran paradoja, la de dedicarse a difundir el arte argentino en cientos de notas, tres libros, horas de radio... y la obra que hago viral es de mi hija. Me disculpo con los artistas. También sucede que a Oso lo reconocen por la calle y le mentan la madre. Mis disculpas para él y sus tutoras. La fama viral es intensa, pero confío en que será fugaz, y se evaporará cuando un nuevo meme sea comentario obligado en la cháchara digital.
Julia sigue su vida normal, totalmente ajena a la fama planetaria de su obra. Sólo sabe que compartí su dibujo y que a muchos les gustó. Pero conversamos sobre lo mal que está escribir malas palabras en el cuaderno. Le propuse borrarla para evitar un reto cuando la maestra lo vea. "No; es la verdad", defendió. No pude evitar sentirme orgullosa de mi pequeña y valiente periodista.