Cerdos para el desarrollo sostenible
Esta semana explotó una fuerte campaña de organizaciones de izquierda y pseudo ambientalistas contra un acuerdo de que busca reglamentar y fomentar la inversión de capitales de origen chino en la industria porcina argentina. Según el negociador del acuerdo, Jorge Neme, secretario de Relaciones Económicas Internacionales, en espejo a lo que exige el Estado chino a la hora de radicar inversiones en ese país, la Argentina demanda socios locales e intervenir en la localización geográfica de las mismas para hacerlo donde hay carencia de actividad económica.
Las solicitadas digitales de estas organizaciones hablan de que "China le propone a la Argentina pagar 27 mil millones de dólares a cambio de crear granjas industriales" donde según otra solicitada se producirían 700 millones de cerdos por año en nuestro país. Todas apuntan contra el desastre medioambiental y sanitario que esto supone: se contaminará nuestra tierra y además será foco de enfermedades como el coronavirus.
El lenguaje infantil utilizado en dichas solicitadas se aleja de la realidad para crear un mundo maniqueo de explotados y explotadores donde el conflicto es espectacular; es importante desarmar su lógica. En primer lugar, no existe tal cosa como un país pagándole a otro: actores privados ingresan capitales vía Banco Central para con pesos invertir en la construcción de granjas y plantas frigoríficas generando empleo; producen carne de cerdo comprando maíz y soja producida en la Argentina y venden esa carne a argentinos y el mundo (China, por ejemplo). Al exportar se ven obligados a liquidar divisas en el Banco Central. Así de aburrido.
Por otro lado, la población mundial de cerdos alcanza los 677 millones de cerdos: China cuenta con alrededor 310 millones; Europa con 148; Estados Unidos con 79 y Brasil con 38 millones. Los números presentes en la solicitada no guardan ningún tipo de relación con la realidad.
Los desastres ambientales y sanitarios pronosticados también están sobredimensionados fuera de cualquier proporción. España y Estados Unidos son los dos mayores exportadores de carne de cerdo del mundo (30% del total); Brasil está octavo; México en el puesto once; y Chile, doceavo. A ninguno de esos países se les conocen catástrofes medioambientales o sanitarias por los cerdos. Las dos mayores compañías productoras de carne de cerdo en Estados Unidos son extranjeras: la china Shuanghui compró Smithfield Foods y JBS Brasil compró Cargill, Swift y otras. Todos producen siguiendo normas sanitarias que dictan los países donde operan, con autocontrol y a la vez supervisadas por el organismo sanitario local. Todos esos países producen cerdos y los faenan de manera similar: el producto es sano y gracias a la estandarización es accesible a amplias franjas de la población global. Además hay para todos los gustos, desde el jamón pata negra con denominación de origen español hasta la carne termoprocesada enlatada; y obviamente el fresco.
El principal costo del cerdo es el alimento. Veterinarios, nutricionistas, trabajadores y empresarios se desviven para reducir la relación "materia seca – kilo vivo producido" que en sistemas exitosos ronda los 3 kilos de alimento por kilo de animal vivo, mientras en sistemas artesanales es más del doble. Gracias a esto, la proteína animal es accesible. Otras fuentes de proteína animal son más costosas, como la carne vacuna con una relación de 8 a 1 en el mejor de los casos.
La polémica tiene solapado además un tradicional falso dilema entre medioambiente y desarrollo. No hay que ir a Europa para comprobar su falacia En el norte de Córdoba casi al límite de Santiago del Estero hay uno de los tantos establecimientos modelos locales: con la burlanda (molienda del maíz) con el que producen etanol alimentan cerdos, con el estiércol del cerdo producen biogás; es el concepto de la economía circular, aprovecharlo todo. En Monte Buey, al este de Córdoba, también producen cerdos y piensan en grande, productores se asociarán para ser más eficientes gestionando una maternidad colectiva. En esa ciudad rural también funciona el ITAI, un secundario agrotécnico donde los estudiantes acceden a una educación de elite que compite de igual a igual contra los colegios de una metrópolis como Buenos Aires y además crían cerdos (entre otros animales) y tiene un biodigestor que produce gas con residuos. Esto es un ecosistema sostenible no solo medioambientalmente, también lo es desde lo social y lo económico y por primera vez en la historia generó una balanza comercial de cerdo superavitaria. Todo este ecosistema se beneficiará con la inyección de capitales.
La Argentina un país en el que uno de cada dos chicos no termina el secundario. Necesita crear empleo de todas las calificaciones. Lo fantástico de los agronegocios es que ofrecen oportunidades para un programador y también para un joven que no pudo graduarse y es además una fuente de divisas genuinas, porque produce con precio y calidad algo que el mundo demanda en cantidad.