Celular fuera de las aulas: medida de “higiene digital” en la Educación
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Quienes trabajamos en educación conocemos bien los grandes beneficios que la tecnología aporta al aprendizaje y al desarrollo académico. Sin embargo, la evolución de los entornos de formación no se limita a adoptar herramientas tecnológicas en las aulas: requiere superar los enfoques tradicionales y crear paradigmas de aprendizaje que integren la tecnología de manera efectiva. En este proceso, no podemos ignorar un concepto crucial y todavía emergente: la “higiene digital” en los entornos educativos.
Al respecto, un reciente informe de Unicef, titulado “Impacto de la tecnología en la adolescencia”, aborda la relación de los adolescentes con los dispositivos electrónicos y presenta datos alarmantes. Analizando una muestra de 40 mil adolescentes españoles de entre 11 y 18 años, el estudio revela que la edad promedio de acceso a un smartphone es ahora inferior a los 11 años, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud recomienda evitar su uso antes de los 13. Además, el 32% de los adolescentes pasa más de cinco horas al día frente a la pantalla del teléfono, cifra que se eleva al 50% durante los fines de semana; seis de cada diez duermen con su teléfono, y uno de cada cinco lo usa durante la noche. Asimismo, más del 98% de los adolescentes tiene al menos una cuenta en redes sociales (el 62% maneja múltiples perfiles en una misma red). Por otra parte, uno de cada diez adolescentes que jugó on line muestra signos de una posible ludopatía.
Esta exposición constante a las pantallas y los entornos digitales generan efectos directos en la educación, y por ello resulta urgente incorporar el concepto de “higiene digital” en los entornos de aprendizaje. El Dr. Esteban Vaucheret Paz, jefe del Servicio de Neurología Infantil del Hospital Italiano, sostiene que el uso intensivo y casi adictivo de las pantallas puede tener consecuencias muy negativas en el desarrollo de niños y adolescentes. Por un lado, afecta el desarrollo del lenguaje, ya que la falta de interacción cara a cara limita la estimulación necesaria para adquirir habilidades lingüísticas, lo cual resulta en aprendizajes más pobres. Además, el sedentarismo, que se deriva de pasar tantas horas frente a una pantalla, disminuye la capacidad de concentración y puede reducir la participación en el aula.
Otra consecuencia relevante señalada por el Dr. Vaucheret Paz, como uno de los especialistas que están trabajando en estos temas, es el impacto en los ciclos de sueño como resultado de la luz azul de las pantallas usadas durante las noches. La alteración de los ritmos de descanso causa fatiga y reduce la atención y la retención de información. Además, la sobreestimulación digital afecta las habilidades de autorregulación y control de impulsos, haciendo que algunos estudiantes tengan dificultades para seguir normas o controlar sus emociones. Estos problemas generan un ambiente de aprendizaje más complejo y menos efectivo. El contenido de ciertas plataformas y redes sociales también puede desencadenar o intensificar comportamientos ansiosos y agresivos, afectando el rendimiento académico y disminuyendo las oportunidades de interacción cara a cara, que es fundamental para el desarrollo de la empatía y otras habilidades sociales.
Frente a este panorama, muchos países comienzan a tomar medidas concretas. No es casual que Suecia haya implementado el llamado “Apagón digital”, revisando su plan de educación digital y destinando fondos para asegurar un libro de texto físico por asignatura. Después de observar una caída en el desempeño en comprensión lectora en la prueba PIRLS (Progress in International Reading Literacy Study) entre estudiantes de cuarto grado, el gobierno sueco decidió reducir el tiempo de pantalla en el aula y fomentar el regreso a los libros físicos, con la intención de restaurar los hábitos de lectura y concentración en los estudiantes. Este enfoque sugiere que el equilibrio entre digitalización y métodos tradicionales puede ser esencial para el aprendizaje.
En consonancia con esta tendencia, la Unesco ha recomendado prohibir el uso de teléfonos celulares en las escuelas, basándose en estudios que muestran que esta restricción mejora el rendimiento académico, especialmente entre los estudiantes con mayores dificultades.
Efectivamente, cualquier docente que haya trabajado en el aula o conversado sobre la experiencia de enseñar sabe lo difícil que es mantener la atención de los alumnos cuando tienen acceso sin restricciones a dispositivos móviles. En los años sesenta, Umberto Eco, al abordar la polarización sobre la cultura de masas en su ensayo Apocalípticos e integrados, propuso una postura intermedia.
Sobre esa línea, resulta imperativo encontrar un equilibrio en el uso de la tecnología dentro del ámbito educativo. Sin embargo, a diferencia de lo que pensaba hace unos años, creo que, salvo usos educativos específicos y bien fundamentados con tiempos y condiciones precisas y limitadas, es necesario excluir los celulares de las aulas, excepto -por supuesto- aquellos usos educativos bien fundados con usos precisos y limitados. Esta medida es un paso crucial para implementar mecanismos de “higiene digital” que minimicen el impacto negativo de los dispositivos electrónicos en los procesos de aprendizaje y promuevan un desarrollo más saludable y equilibrado en las futuras generaciones.
Vicepresidente primero de Academia Nacional de Educación (ANE), presidente y rector honorario de UADE