Celebración de cristianos y judíos
Este 25 de diciembre, mientras los católicos y evangélicos estén celebrando el nacimiento de Jesucristo, los judíos comenzaremos, al anochecer, el encendido de la primera luminaria del candelabro de Janucá, y la noche del 1º de enero encenderemos las ocho candelarias.
Este año se da una total coincidencia en el tiempo, lo que raramente ocurre. En Buenos Aires y en muchas ciudades del mundo convivirán esta semana gigantescos árboles de Navidad con enormes candelabros de Janucá. Y, quizás, en ventanas contiguas, en cualquier barrio, se asomen pinos navideños y candelabros judaicos. ¡Todo un símbolo de convivencia!
Si bien el significado de cada una de estas festividades es totalmente diferente, los investigadores han observado que tienen elementos en común: su carácter alegre, los regalos a los niños, las reuniones familiares y la alta importancia que se le da a la luz. Para comprender la relevancia de estos dos últimos factores debemos ubicarnos en el invierno del hemisferio norte, donde nacieron estas festividades antes de la iluminación eléctrica. Las larguísimas noches frías de diciembre eran propicias para las reuniones familiares, que, en este contexto, valoraban la alegría de la luz.
¿Qué evoca la festividad de Janucá? Se trata de la primera guerra de la historia por conseguir la libertad religiosa. Recuerda el levantamiento de los valientes macabeos contra la tiranía grecosiria, encabezada por Antíoco Epífanes, que quería helenizar por la fuerza a los judíos. Incluso había colocado una estatua de Zeus en el Templo de Jerusalén. Luego de tres años de luchas, en el año -164 se reconquistó la independencia y pudieron restaurar el Templo. Entonces se produjo el llamado “milagro de Janucá”: el aceite del candelabro que servía para un solo día alcanzó para ocho. Janucá significa, justamente, “inauguración” o “consagración”.
Hoy, además del encendido diario de las luminarias, la milagrosa duración del aceite se recuerda con distintas frituras que se consumen durante la celebración. También es una costumbre que los niños jueguen con una perinola cuyas letras hebreas recuerdan el milagro.
Volviendo a la historia, el coraje de los macabeos tuvo su correlato en la entereza de dos mujeres: Janá (Salomé, para los cristianos), quien vio morir a sus siete hijos por no apostatar de sus creencias, y Judith, quien sedujo y finalmente mató al comandante Holofernes. La valentía se mostró también en tiempos modernos, cuando en los campos de concentración los judíos desafiaron a los nazis prendiendo sus modestos candelabros. Incluso la familia de Ana Frank, en su escondite, decidió hacerse regalos y encender las velas (aunque fuera por diez minutos).
En estos últimos años se han encendido candelabros de Janucá en lugares inimaginables, como en el Everest a 6000 metros de altura, en la estación espacial internacional a 400.000 metros de la Tierra, en la Antártida, en Machu Picchu y hasta en el Vaticano. Estas iniciativas demuestran la determinación de los judíos de celebrar las festividades en cualquier lugar del mundo. Cada encendido es un triunfo póstumo contra Antíoco y los tiranos. En este sentido, Theodor Herzl preconizó la célebre frase: “Y resurgirán los macabeos”. Para finalizar, expresamos los habituales saludos de estas festividades: “¡feliz Janucá!, ¡feliz Navidad!”, y reiteramos el ruego por la paz en Medio Oriente y el pronto regreso de los secuestrados a sus casas.
Presidente del Cidicsef