Cayó el mito de la revolución nac&pop
El voto castigo al Gobierno que sorprendió en la primera vuelta puso de manifiesto un hartazgo que no fue atendido, y expresó la decepción frente a problemas irresueltos de amplios sectores populares que antes habían apoyado al kirchnerismo
La sorpresa y la incredulidad fueron el denominador común frente al resultado electoral del domingo 25 del mes pasado. El recuento de votos mostró el curso subterráneo de un hartazgo que afloró en ese momento y que expresó más la necesidad de que este ciclo termine que una expectativa esperanzada hacia el futuro. Hay malestares que cursan imperceptiblemente, sin evidenciar síntomas estridentes, hasta que en un momento irrumpen. Y esa emergencia replantea la importancia de signos previos no atendidos en su real dimensión. En primer lugar, la percepción de muchos de no ser mirados en la resolución de las necesidades más concretas de la vida. También, manifestaciones con convocatorias viralizadas en las redes. Viralización que saca a la luz preocupaciones colectivas, estados de ánimo y voluntad de ser escuchados.
Fue un voto castigo, más una opción que una elección. Apoyado en un sistema electoral que pone obstáculos crecientes a la participación de las minorías, el poder económico ha ido teniendo cada vez mayor incidencia en el escenario electoral. Los candidatos principales disponen del dinero proveniente no sólo de los grupos que los apoyan, sino también de la utilización de los recursos del Estado que controlan.
Ciertas mejoras en el bienestar de los más postergados se fueron esfumando, y predominó la decepción frente a problemas básicos irresueltos de amplios sectores populares que antes habían dado su voto al kirchnerismo: deterioro del nivel de vida, pésimo estado del sistema de educación y salud, creciente inseguridad vinculada a la penetración del narcotráfico.
Se demostró también que sí importaba lo que se suponía que a nadie interesaba a la hora de decidir: la corrupción en gran escala, los escandalosos negociados, la impunidad, la asociación entre sectores de la policía y el delito, los manejos discrecionales, el tratamiento de enemigo hacia cualquier disidente o adversario.
En estas condiciones, perdió eficacia la utilización de la marca traumática del 2001, estimulada hasta el cansancio por la propaganda del kirchnerismo, que la había congelado, durante años, en el punto de referencia obligado para la comparación con la actualidad.
La derrota de Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires y el corte de boleta mostraron un voto cuidadosamente pensado, que tiene importancia hacia el futuro, más allá de lo electoral.
Macri, en otras condiciones, sólo habría capturado el voto de una minoría. Como empresario, su gestión en la ciudad de Buenos Aires muestra desinterés por cuestiones fundamentales como vivienda, salud y educación. La represión en el hospital Borda es un símbolo de su posición en materia de derechos humanos. Sin embargo, su coalición captó la necesidad de que algo se tornara diferente y tuvo la habilidad de utilizar la figura del cambio. Término abarcativo, sobre el cual puede haber libre interpretación, y que transformado en consigna ayudó a conseguir el voto de quienes quieren terminar con este ciclo.
Algunos interpretan, desde distintas perspectivas, que ha habido un corrimiento a la derecha del electorado; desde los que parten de la idea de que el kirchnerismo no es de derecha hasta los que se refieren a la fuerte pregnancia del llamado voto útil.
¿El "modelo" que Cristina Kirchner pretende encarnar está a la izquierda, es nacional y popular, es consecuentemente defensor de los derechos humanos o hay una flagrante contradicción entre los hechos y las palabras?
El kirchnerismo pretende que el reconocimiento de conquistas parciales en estos años ocupe el total de la escena. Se escamotea que son fragmentos en el interior de un curso cuyo cuestionamiento global parece ser un tema tabú. Sólo en la semana anterior a las elecciones ocurrió la violenta represión a familias enteras que protestaban en Jachal por la contaminación del agua con cianuro, producida por la Barrick. Una catástrofe anunciada, como lo fue la de Once. En el Chaco moría, en la misma semana, producto de los golpes recibidos por la represión policial a una protesta, el dirigente de un movimiento social. Las concesiones a la megaminería, la entrega de Vaca Muerta a Chevron con acuerdos secretos y la instalación de una base militar china en nuestro territorio marcan una direccionalidad política, en la cual, paradójicamente, hay coincidencias notables con el macrismo. Ante el sinceramiento de la economía, el velo del enmascaramiento discursivo ha ido cayendo.
En el último período habían aparecido con más fuerza las diferencias dentro del kirchnerismo. Los intelectuales de Carta Abierta manifestaron su disgusto con el candidato, incluyendo un desprecio aristocratizante por sus gustos musicales, pero después de los primeros momentos de crisis decidieron disciplinarse y, como otros grupos, están cerrando filas. En este marco, llama la atención la campaña de culpabilización de los votantes, en lugar de hacer una reflexión sobre causas y responsabilidades propias.
Como tantos otros, para quienes nos son caros conceptos como lo nacional, lo popular, la fuerza del protagonismo social como expresión democrática y los derechos humanos, la coyuntura electoral fue un momento preciso que marcó el desanudamiento de un mito: la revolución nacional y popular.
Sin embargo, esto, de por sí, no es un indicador de futuro. Las promesas vacías de contenido de unos o las amenazas del peligro de un retorno del pasado de otros no bastan para generar expectativas y confianza en lo por venir. La esperanza siempre tiene un componente ilusorio, pero para sostenerse necesita elementos de la realidad que la confirmen.
Hacia el ballottage, dos candidatos que probablemente no tomarían medidas muy diferentes, aunque utilicen los tiempos de manera diferente, parecen mirarse uno en el espejo del otro. En ambos se manifiesta o transmite, como en vacío, lo no dicho. En lo anodino de sus palabras y propuestas, efectivamente, hay marcas notorias, no por presencia, sino por ausencia.
Se miran en un espejo que expulsa e invisibiliza problemas acuciantes que demandan soluciones de fondo que están fuera de su agenda de discusión. Problemas que el colectivo Plataforma 2012 define como concentración económica, desnacionalización, violación de derechos humanos, desigualdades persistentes y democracia mínima.
Ante una situación abierta, no hay una predictibilidad de futuro sujeta mecánicamente a cómo se vote. Socialmente no somos sujetos pasivos. Es imprescindible tener en cuenta la complejidad de las condiciones y las alternativas de los tiempos y protagonismos sociales. En la Argentina, hay una tradición de participación popular activa, que trasciende los mecanismos de delegación del sistema electoral. Las multitudinarias expresiones del "Ni una menos" son un ejemplo reciente de esta implicación que seguirá presente más allá del ballottage.
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